A cargo de Juan Carda Castelló.
Catedrático de Química Inorgánica de la Universitat Jaume I de Castelló y director de la Càtedra d’Innovació Cerámica Ciutat de Vila-real.
Es un honor presentar al Profesor Dr. Guillermo Monrós Tomás, una figura clave en el ámbito de la Química de Materiales Cerámicos y la Sostenibilidad. Nació en l’Alcora, capital de l’Alcalatén, cuna histórica de la cerámica de nuestras comarcas de Castellón, de cuyas raíces le viene su pasión por la cerámica a nuestro homenajeado.
Guillermo Monrós Tomás es Licenciado en Ciencias Químicas por la Universitat de València (UV), en 1977, y Doctor en Química por la UV, en 1991, dentro del Programa de Ciencia de los Materiales. Inició su actividad profesional en la prestigiosa empresa de Esmaltes Cerámicos TORRECID S.A., situada en l’Alcora (1979) y dedicada a la fabricación de fritas, esmaltes y pigmentos cerámicos, como responsable del control de materias primas: análisis y caracterización fisicoquímica.
Su pasión por la cerámica la alternó también con su vocación docente, iniciándose en las enseñanzas de Física y Química en los niveles de Secundaria y Bachillerato, como profesor agregado primero, y después como catedrático, entre los años 1979 y 1990. Su docencia universitaria la inició como profesor asociado de la UV, impartiendo en el antiguo Colegio Universitario de Castellón y, posteriormente, con la creación de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), en el año 1991, como profesor titular de universidad, en el área de conocimiento de Química Inorgánica, en el año 1993, y catedrático de universidad, en el año 2004, donde se encuentra desarrollando también sus líneas de investigación en el Departamento de Química Inorgánica y Orgánica hasta la actualidad.
Mis conocimientos con el profesor Guillermo Monrós Tomás comienzan en el año 1986, en el mismo momento en el que se incorporó al Grupo de Investigación de Química Inorgánica, en la especialidad de Química del Estado Sólido, en el antiguo Colegio Universitario de Castellón, que pertenecía entonces a la UV.
Así pues, sus primeras investigaciones, se llevaron a cabo dentro del grupo de investigación de Química Inorgánica, alternando entre las instalaciones que se disponían en el Colegio Universitario de Castellón, bajo la dirección de la profesora Purificación Escribano López, y dado los pocos medios disponibles, completaba su investigación con los que se disponían en el Departamento de Química Inorgánica, dentro de la Facultad de Ciencias Químicas de la UV, en el campus de Burjassot, a través de la codirección del profesor Javier Alarcón Navarro.
Como se ha comentado, la cerámica ha sido una pasión constante en el profesor Monrós, siendo uno de los atractivos principales, su diseño y este, se enriquece con el color. Así pues, su investigación se dirigió hacia el apasionante mundo de los pigmentos cerámicos, centrándose los estudios en el paradigma de la síntesis-estructura-composición, con la ayuda de la potencialidad que ofrecen las diferentes técnicas de caracterización.
Hay que indicar aquí que un pigmento cerámico consta esencialmente de un agente cromóforo que es el responsable del color, el cual está formado por un óxido de elemento de transición o tierra rara, y una red huésped, que lo sustenta y estabiliza. Las principales características tecnológicas que se requiere a los pigmentos cerámicos para su uso industrial son: la pureza del color, junto con su intensidad cromática, también su estabilidad y grado de dispersabilidad cuando son introducidos en un esmalte cerámico.
Por dicha razón, la investigación se centró en elucidar los mecanismos de reacción en las estructuras pigmentantes de circón y granate. El interés en el estudio de dichos pigmentos se determinó porque, a través de la estructura circón, se puede obtener una paleta cromática muy diversa, como son los pigmentos azul de vanadio-circón, amarillo de praseodimio-circón y el Pink Coral de hierro-circón. Con la estructura granate se obtiene un pigmento verde brillante, conocido como el Verde Victoria o verde de uvarovita, el cual presenta un campo muy atractivo para la investigación, debido a la amplia variedad cristaloquímica que presenta su estructura y que posibilita la formación de disoluciones sólidas y obtener propiedades de interés (ópticas, magnéticas, etc).
Por primera vez en este campo de los pigmentos cerámicos, se estudiaron los diferentes métodos de síntesis alternativos al tradicional método cerámico o reactividad de los sólidos, como son los denominados métodos sol-gel, entre otros, llevando a cabo su caracterización estructural y cristaloquímica, junto con la medida de sus propiedades ópticas, como es el color desarrollado cuando son aplicados para colorear diferentes esmaltes cerámicos. Al mismo tiempo, a través de dichos estudios, permitieron elucidar y determinar los mecanismos de la formación del color obtenido, además de optimizar los procesos de síntesis y poder minimizar la introducción de agentes fundentes o mineralizadores, los cuales presentan alto impacto ambiental, aportando así documentación científica en un campo, donde siempre es escasa.
Así pues, se inician unos estudios muy pioneros y, a su vez, de alto interés para la industria que forma parte del importante clúster cerámico de Castellón, justo donde se ubica la UJI. Hay que resaltar también que, en aquellas épocas donde no había mucha tradición en la colaboración Universidad-Empresa, se establecieron ya muchos convenios con la industria del sector cerámico. Hoy en día resulta de vital importancia llevar a cabo un trasvase del conocimiento desde la universidad y los centros tecnológicos, donde se lleva a cabo la investigación, hacia el sector industrial productivo, como motor estratégico de la economía, siendo el profesor Guillermo Monrós, un investigador adelantado en su época, por sus conocimientos y experiencias previas que había mantenido con la industria de dicho sector cerámico.
Pero ese despertar y pasión por la investigación abarca también sus inquietudes y sensibilidades en la protección del medioambiente, canalizando estos aspectos en todas sus líneas de investigación, de cara al desarrollo de una industria más sostenible y que han marcado toda su trayectoria científica. Dichos estudios comenzaron en su época de Profesor de Bachillerato, donde ya inculcaba a sus jóvenes estudiantes la preocupación por el medio ambiente y su preservación para el futuro, realizando investigaciones en aguas y suelos del Delta del Mijares, entre otras.
A través de sus fructíferas líneas de investigación, el Dr. Monrós ha dirigido 10 tesis doctorales y ha publicado más de 150 artículos internacionales en el ámbito de los materiales cerámicos y la protección medioambiental, posicionándose como uno de los investigadores más prolíficos de la Comunitat Valenciana. Ha llevado a cabo más de 30 proyectos de investigación, tanto públicos como privados, enfocándose en la síntesis sostenible de pigmentos, cerámicas de alta reflectancia NIR y materiales que ayudan a reducir el efecto isla del calor urbano.
Pero también hay que resaltar su actividad en el campo de la transferencia tecnológica y la innovación, lo que le ha llevado a crear Solar Pigment, S.L., una empresa de base tecnológica dedicada al desarrollo de pigmentos muy innovadores como son los pigmentos termosolares y medioambientales, pigmentos conocidos como cool pigments o pigmentos refrescantes, muy adecuados para los edificios y que posibilitan un interesante ahorro energético.
Un aspecto más a resaltar es su interés por los orígenes y tradición de la cerámica, así como su expansión en las comarcas de Castellón, desde la época de la implantación de la Real Fábrica del Conde de Aranda en l’Alcora en el siglo XVIII, lo que le ha llevado a realizar importantes publicaciones como El Color de la Cerámica, galardonada con el Premio de Investigación de la UJI, y El color de la ilustrada porcelana de l’Alcora, que rinde homenaje a los técnicos cerámicos de la época.
Pero el profesor Monrós no solamente se ha caracterizado por su larga y exitosa carrera investigadora, sino también por su pasión por la docencia, siendo un pilar en la formación de nuevas generaciones a través de impartir docencia superior en los estudios de grado y posgrado. Estos últimos siempre han estado ligados a la sostenibilidad y a la gestión medioambiental, temas en los que el profesor Monrós es un experto de talla reconocida. Así, ha impartido numerosos cursos y ha dirigido el Máster en Medio Ambiente, también el Máster en Prevención de Riesgos Laborales, Máster en Gestión Integrada de la Calidad, la Prevención y el Medio Ambiente, Máster en Química Sostenible y el Máster en Sostenibilidad y Responsabilidad Social Corporativa, estos dos últimos como interuniversitarios.
Su compromiso con la sostenibilidad y la transferencia de conocimientos no se limita al ámbito académico, ya que ha representado a la universidad en foros ambientales y colabora con importantes empresas del sector cerámico. Miembro de sociedades científicas como la Real Sociedad Española de Química, la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, y la Asociación Española de Científicos, Monrós ha sido un referente en la innovación y responsabilidad social dentro de su campo.
Su compañerismo, su campechanía y su buen hacer han logrado que tenga una gran estima, no solamente en su grupo de investigación, sino también en otros grupos de investigación del Departamento de Química Inorgánica y Orgánica, y que trasciende a toda la comunidad científica de la UJII y a otras universidades y centros de investigación nacionales e internacionales.
El profesor Guillermo Monrós ha sido pieza y también testigo de la creación y expansión de la UJI, desde los ya lejanos orígenes del antiguo Colegio Universitario de Castellón, y que ha posibilitado, a través de los medios entonces disponibles, formar a tantas generaciones en el ámbito científico de la Química en Castellón y también en inculcar los aspectos de la sostenibilidad en los ámbitos tecnológicos.
Por todo ello, hoy reconocemos al Dr. Guillermo Monrós Tomás con esta Placa de Honor de la AEC por su incansable labor científica, su compromiso con la educación y su destacada contribución a la sostenibilidad y la innovación en la industria cerámica. ¡Enhorabuena al Profesor Dr. Guillermo Monrós Tomás! ¡Enhorabuena también a su esposa Virginia y a sus hijos Guillem y Arnau!
Sr. Presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC), D. Manuel Jordán Vidal, y demás miembros del Consejo, Vicerrector de Investigación de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), autoridades, galardonados, compañeros y amigos, señoras y señores, muy buenas tardes.
En primer lugar, quiero expresar mi agradecimiento al Dr. Manuel Jordán Vidal, en calidad de presidente de esta Asociación por su distinción. Gracias, Manu. Un agradecimiento que hago extensivo al resto de miembros del Consejo Rector y, por supuesto, al profesor Juan Carda. Gracias, Juan, por tus amables y generosas palabras. Es para mí un gran honor que glose mi trabajo el Dr. Juan Carda, un referente de la Química del Estado Sólido y director de la prestigiosa Cátedra de Innovación Cerámica de Vila-Real, con el que he compartido toda la carrera investigadora desde que iniciamos en aquel Colegio Universitario de Castellón, de la mano de la malograda Dra. Purificación Escribano y el profesor Javier Alarcón, así como de colaboradores entrañables como el desaparecido Dr. Teófilo Sanfeliu o, desde el Instituto de Cerámica y Vidrio de Madrid, el Dr. Jesús María Rincón. Mi recuerdo y agradecimiento a todos ellos que personifico en el profesor Rincón hoy presente. Gracias, Jesús.
Es todo un honor compartir esta Placa de Honor AEC con tan prestigiosos científicos y galardonados en el día de hoy, así como con los que nos han precedido. Felicidades a los profesores Luis Blanco, Miguel Ángel Castro y José Manuel López, así como al representante de la Fundación Instituto de Ecología Litoral y a la Dra. Isabel Portero, fundadora de Biohope Scientific Solutions.
Gracias a mi familia, sobre todo a mi esposa Virginia que, aunque ha sufrido mi dedicación a los temas de investigación, la ha entendido y valorado, siendo a veces esta poco explicable; ya saben aquello de que un proyecto de investigación nuevo, al fin y al cabo, de puertas afuera, no deja de ser más trabajo y dedicación, con el mismo salario. También gracias a mis hijos, Arnau y Guillem o Guillem y Arnau, por su ayuda, comprensión y colaboración en la rica vida familiar. Y, cómo no, a mis compañeros en el Departamento de Química Inorgánica que hoy nos acompañan: Mario, Pepe, Vicente, Eloísa, Héctor, Sara, gracias.
Como ha dicho el profesor Carda, me inicié en las tareas de investigación en el año 1986 siendo catedrático de Física y Química de Bachillerato, aunque anteriormente desarrollé trabajos de control fisicoquímico de materias primas en la actual multinacional castellonense de esmaltes y colores cerámicos Torrecid, S.A., entonces una pyme que empezaba a despuntar. Allí encontré un ambiente de trabajo enriquecedor y un excelente grupo humano. Previamente, había leído una de aquellas tesis de licenciatura en el Departamento de Ingeniería Química de la Universitat de València con el profesor Antonio Martínez, donde se comenzaba a trabajar en el campo de las cerámicas. Al mismo tiempo, como amablemente ha recordado el profesor Carda, que también participó activamente en los mismos, en el ámbito de la innovación y educación ambiental, desarrollamos estudios sobre caracterización fisicoquímica de suelos y aguas con los estudiantes del Instituto de Bachillerato de Borriana, con el reconocimiento del propio ayuntamiento a nuestra labor con el Premio de Ensayo Ciudad de Borriana 1989 al estudio sobre la caracterización de aguas y suelos del término municipal.
Mi tesis doctoral sobre las disoluciones sólidas de vanadio en circón marcaría en gran medida mi devenir en la investigación sobre estructuras cristalinas aplicadas a la cerámica, junto a la Scheelita. Fruto de ello ha sido, después de los años, la edición americana del libro Scheelite and Zircon: Brightness, Color and NIR Reflectance in Ceramics, publicado en 2021.
Mi investigación ha girado en torno a los materiales cerámicos y su implicación medioambiental, siempre en colaboración con excelentes químicas y químicos y mejores personas en equipo con las que me he honrado en trabajar. En la vertiente ambiental, durante 10 ediciones formamos técnicos ambientales para la industria del entorno a través del Máster de Medio Ambiente de la UJI. Desarrollamos la gestión ambiental en la UJI a través de la Oficina Verda de gestión, formación y fomento ambiental, que tuve el honor de dirigir desde 1998 hasta 2010, cuando las tareas de gestión ambiental ya se consolidaron con suficiente presupuesto y personal. La primera recogida de residuos y su gestión a través de gestor autorizado se realizó en diciembre de 1996 siguiendo las directrices técnicas del primer Reglamento sobre Residuos Peligrosos RD 833/1988, desarrollo de la inicial Ley Básica de Residuos Tóxicos y Peligrosos 20/1986.
Hemos desarrollado pigmentos cerámicos con bajo impacto ambiental, así como de funcionalidades activas de las cerámicas en medio ambiente como los cool pigment (pigmentos capaces de reflejar la radiación infrarroja solar y mantener fresco el ambiente) o lo contrario, los selective solar absorbent pigments (capaces de absorber toda la radiación solar para equipos de agua caliente sanitaria ACS). En esas cosas y en algunas más, como las de reconocimiento a nuestros predecesores en el desarrollo de la cerámica en nuestra provincia como fueron los técnicos coloristas de la Real Fábrica de Loza y Porcelana de l’Alcora.
Hemos trabajado en equipo con personas a las que he tenido el honor de dirigir sus tesis doctorales y trabajos de investigación. Doctoras y licenciados que actualmente trabajan en diferentes sectores desde el académico, el ambiental o el de la industria. Así como con los equipos de las empresas con las que hemos intentado, algunas veces muy bien y otras no tanto, como siempre ocurre cuando uno intenta elucubrar ideas y ponerlas en práctica desde el laboratorio hacia el mundo real de la industria. Gracias a todos ellos hemos preparado nuevos materiales y descrito nuevos procesos, así como producido trabajos de investigación e innumerables comunicaciones en congresos y en conferencias. La última, el pasado 7 de noviembre, por invitación del Dr. Carda en el marco de la Feria de Innovación DESTACA, sobre la síntesis descarbonizada de pigmentos cerámicos mediante microondas. Mi agradecimiento y reconocimiento a todos ellos, que personifico en el Doctor Mario Llusar y la Doctora Sara Cerro que nos acompañan.
Y gracias a todos ustedes por su atención y, por supuesto, a la AEC por su consideración con mi trabajo y persona.
Guillermo Monrós Tomás.
Catedrático del Departamento de Química Orgánica e Inorgánica de la Universitat Jaume I de Castelló.
A cargo de Margarita del Val Latorre.
Investigadora Científica en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CSIC) y Placa de Honor AEC 2021.
Queridos colegas y amigos, querida Asociación Española de Científicos (AEC) con cuyos miembros y Consejo Rector ya comparto varias Entregas de Placas de Honor. Es para mí un privilegio poder compartir con ustedes la presentación del profesor Luis Blanco, amigo y colega también, compañero en varias etapas de nuestra trayectoria. Luis es un amigo de los leales, de aquellos con los que, a pesar de la distancia y el tiempo, se mantiene la sintonía.
Conocí a Luis cuando ambos empezábamos la tesis doctoral en el centro en el que ahora investigamos ambos, el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO). Luis, con Margarita Salas; yo, con su marido Eladio Viñuela, ambos discípulos directos del Premio Nobel. Somos, pues, de la misma generación de sus discípulos científicos, la que en la jerga llamamos la F2. Ahí empezó nuestra amistad, en las redes de amigos y colegas que se van tejiendo con el tiempo.
Luis es un magnífico científico. Tiene más de 150 publicaciones en revistas tan prestigiosas como Cell, Science, Molecular Cell, EMBO Journal o PNAS. Su campo de investigación es el de las enzimas, las proteínas que catalizan la replicación del DNA, las DNA polimerasas y las primasas, las que la inician. Empezó con el bacteriófago Phi29, un virus de una bacteria del suelo, desde donde evolucionó hasta descubrir 3 de las 17 DNA polimerasas humanas, y 1 de las 2 primasas humanas, con implicaciones relevantes en distintos aspectos de la biología humana, desde el cáncer hasta la inmunidad. Sus investigaciones sobre la estructura y la función de estas enzimas son rigurosos, minuciosos, sólidos y, a la vez, creativos y rompedores, abriendo camino. Estas son características que ha imprimido también a su amplio grupo de discípulos, entre ellos, los 25 a los que ha dirigido sus tesis doctorales.
Luis es un magnífico emprendedor, incluso el emprendedor pionero, junto con Margarita Salas, en el campo de la biología molecular en España. Empezó con aquella famosa patente de la DNA polimerasa, la Sequenasa, ampliamente empleada en secuenciación de material genético en todo el mundo. La famosa patente que se suele conocer como «de Margarita Salas» se basó en la tesis doctoral de Luis. Pero Luis no paró ahí: ha seguido innovando y patentando regularmente nuevas versiones, culminando con la combinación TruePrime, basada en su primasa PrimPol. Así, fue cofundador de X-Pol Biotech (actualmente, 4basebio Ltd). Lo cual me lleva a resaltar que Luis Blanco es internacional. Lo es en sus publicaciones, en sus colaboraciones científicas y, marcadamente, en la proyección de su actividad emprendedora en estas empresas que cotizan en bolsas internacionales.
Debo resaltar también que Luis expone sus descubrimientos científicos con rigor, pero también con la máxima claridad para que los que investigamos en campos vecinos los podamos seguir y sugerir ideas. Compartiendo centro de investigación, he tenido la oportunidad de disfrutar regularmente el entusiasmo con el que lo transmite.
Y, en los últimos años, quiero resaltar la implicación de Luis en la pandemia del coronavirus. Enseguida avanzó para desarrollar un sistema de diagnóstico, cómo no, basado en su investigación, que permitiese realizarlo de una manera sencilla y sin los costosos aparatos que requiere la famosa PCR. Para ello, se integró en la Plataforma Temática Interdisciplinar PTI+ en Salud Global del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que cocoordino desde que se declaró la pandemia del coronavirus, en 2020. Como coordinadora de esta Plataforma, puedo atestiguar que ha sido un científico activo y creativo, muy colaborador, con ese toque de emprendedor al que hemos evolucionado en esta Plataforma, para llegar cuanto antes, desde la investigación, a las empresas y a la sociedad para enfrentar y paliar los estragos de la pandemia. En emprendimiento, de hecho, ha sido uno de nuestros referentes.
Por último, y para acabar menos solemnemente, resaltar que Luis Blanco es un gallego universal, yo casi diría que activista, que siempre nos recuerda los valores de Galicia en diversos ámbitos. Enhorabuena, Luis, por este muy merecido reconocimiento. Enhorabuena a Lucía Franco, tu compañera, directora del programa de conferencias de la Fundación Juan March, que muchos de ustedes conocerán y disfrutarán. Enhorabuena a Luis hijo, científico en una gran empresa farmacéutica. Un placer compartir este momento contigo, Luis.
Buenas tardes a todos. Me siento muy agradecido y enormemente reconocido por recibir la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC). Es todo un privilegio que me hace mucha ilusión. Agradezco también a Margarita del Val su amable presentación, sin duda fruto de una larga amistad que comenzó cuando ambos hacíamos la tesis en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO), allá por el año 1982. En este breve discurso, permítanme expresar algunas claves de mi trayectoria científica, desde su origen hasta hoy.
Nací en La Coruña, una ciudad pequeña, pero muy bella y rodeada por naturaleza por sus cuatro costados verdes y azules. No tengo ninguna duda de que decidí estudiar Biología como consecuencia de ese entorno natural, y ya de pequeño enfadaba a mi madre (y divertía a mi padre, hermanos y hermanas) llenando la casa de bichos y de plantas de todo tipo. Mi madre acabó comprendiendo esa inclinación y, siendo un niño aún, me regaló un microscopio que, según he sabido recientemente, tuvo que recoger en el interior de un barco ruso que atracó en el puerto. Así pues, estoy seguro de que a mis padres no les debo sólo la vida, sino también mi profesión.
Comencé la Licenciatura de Ciencias Biológicas en 1975, en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), y durante los dos últimos cursos ya empecé a trabajar en un laboratorio de Biología Molecular, pues me gustaba aún más la escala de la vida invisible, la de los microorganismos y la de los genes. Es decir, la escala molecular, y, en concreto, aquellas biomoléculas con más protagonismo en biología: las proteínas y los ácidos nucleicos. Como a muchos universitarios de mi época, a mí me fascinaba el reciente descubrimiento del código genético y el legado de nuestro Premio Nobel, Severo Ochoa, quien compartió con Arthur Kornberg ese premio por sus aportaciones al descubrimiento de las enzimas que sintetizan los ácidos nucleicos.
Así pues, tras mi licenciatura le dije adiós a La Coruña y a su faro milenario, y me dejé guiar por otra luz, que me arrastró hasta Madrid, hasta el CBMSO, fundado por Severo Ochoa. Allí empecé a hacer mi tesis doctoral en el grupo de Margarita Salas, discípula de Ochoa, que trabajaba con un virus bacteriano, cuyo nombre, Phi29, es ahora mundialmente conocido. La clave del éxito de ese sistema deriva de la especialización de los pocos genes que posee, ya que un virus es como una boutique genética. Uno de esos genes codificaba la DNA polimerasa viral, que es la responsable de replicar y amplificar millones de veces el DNA del virus durante la infección. El descubrimiento y estudio de las propiedades de la DNA polimerasa de Phi29 fue mi tesis doctoral, y diría también que fue la semilla de la que germinó mi futura carrera científica.
Prácticamente nadie trabajaba en España sobre DNA polimerasas, así que tuve la dificultad, pero también la satisfacción de ser autodidacta, por lo que acabé enamorándome de esos enzimas que son capaces de escribir nuestro genoma combinando sólo cuatro elementos (las bases del DNA), y hacerlo manteniendo la copia fiel de la información original del DNA. También en Madrid me enamoré de mi mujer, Lucía, y nuestro hijo Luis es la prueba de que nos hemos reproducido con mucha fidelidad y algo de originalidad, como la mayoría de los seres vivos.
Tras dieciséis años trabajando con Margarita Salas, hicimos de esta DNA polimerasa una de las mejores herramientas biotecnológicas para amplificar genomas tan grandes como el humano, o desconocidos como los de nuevos microorganismos que puede haber en un lago de la Antártida. Esas aplicaciones fueron protegidas con una patente propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de la que soy primer inventor, junto a Antonio Bernad y Margarita Salas. Esta circunstancia también influyó en mi carrera científica, implicándome cada vez más en conseguir que la investigación básica se convierta en una aplicación práctica. Es decir, en «conseguir sacar rendimiento al conocimiento».
En 1998, comencé mi propio grupo de investigación en el CSIC y llevé a cabo el descubrimiento y caracterización de otras DNA polimerasas, esta vez implicadas en reparación del DNA, como las DNA polimerasas humanas, Pol lambda y Pol mu, ambas implicadas en la reparación de dobles roturas de cadena en el DNA, lo que es crucial para mantener la integridad de nuestros cromosomas. A raíz de esos descubrimientos, fundé con Cristina Garmendia y su grupo Genetrix, la spin-off X-Pol Biotech, orientada al desarrollo biotecnológico de aplicaciones de DNA polimerasas. Fue un arduo, pero estimulante camino, en el que me acompañó Margarita Salas, y mi primer discípulo y amigo, Antonio Bernad Miana, hoy Profesor de Investigación del CSIC.
En la última etapa de mi carrera, mi laboratorio descubrió un nuevo tipo de DNA primasa/polimerasa que llamamos PrimPol, y que es clave para facilitar la replicación del DNA nuclear y mitocondrial cuando existen daños no reparados en las cadenas que deben ser copiadas. Por ello, la PrimPol humana podría ser una diana para tratamientos antitumorales que pretenden eliminar selectivamente las células que se replican (como su DNA) de forma descontrolada. También desarrollamos un nuevo método de amplificación basado en la combinación de esta nueva DNA primasa (PrimPol) con la DNA polimerasa del fago Phi29, que está siendo utilizado para fabricar DNA sintético para vacunas de DNA, o para tratamientos de terapia génica. Este nuevo método, denominado TruePrime™, está siendo explotado por la empresa 4basebio Plc, que deriva de la que habíamos creado inicialmente en Madrid, y que ahora tiene una base también en Cambridge (Reino Unido) y cotiza en la bolsa de Londres.
Ya para terminar, quiero resaltar que este premio me ha hecho mucha ilusión, quizás porque no estoy habituado a ellos, pero sobre todo porque le doy un gran valor al reconocimiento y apoyo de los que son mis colegas científicos. La ayuda mutua y la colaboración ha sido siempre mi mayor empeño, y pienso que es algo cada vez más necesario en la investigación actual, afortunadamente muy globalizada e interdisciplinar.
Así pues, me gustaría dar las gracias de nuevo a toda la gente que me ha acompañado durante mi trayectoria científica. En primer lugar, a mi profesor de Bioquímica en Santiago, Manuel Freire Rama, por ser el primer científico que me animó a serlo yo también. Mi mayor agradecimiento a mi mentora, Margarita Salas, por abrirme de par en par su laboratorio en el CBMSO, en el que me sentí siempre tan a gusto que no lo quise abandonar. Allí tuve libertad absoluta para explorar si realmente era un científico y podía, en cierta medida, emular a quienes fueron mis primeros «dioses científicos»: Severo Ochoa, Arthur Kornberg y la propia Margarita Salas.
También quiero expresar mi agradecimiento a todos mis compañeros científicos, españoles y extranjeros, y a todos mis discípulos porque he aprendido mucho de todos y cada uno de ellos, y porque supieron comprender y compartir mi pasión por las DNA polimerasas. Entre ellos, quisiera mencionar de forma explícita a Antonio Bernad, Cristina Garmendia, Miguel de Vega, José Antonio Esteban, Juan Méndez, Miguel García Díaz, José Ruiz, María José Martín, Ángel Picher y Raquel Juárez, y de forma especial a María Martínez y Susana Guerra por haberme ayudado a llevar el laboratorio en los últimos 10 años.
Por último, pero siempre en primer lugar, ha estado mi familia. La de La Coruña, siempre pendiente de lo que hacía a 600 km de distancia, y la de Madrid, que son mi apoyo diario y mi mayor tesoro: Lucía Franco, una mujer maravillosa a la que amo y quien me ayuda siempre en mis decisiones, y nuestro hijo, Luis Blanco Franco, que es el mejor hijo que un padre puede desear, pues me aporta todo su cariño, pero también me alecciona sobre la importancia de «hacerse valer». Muchas gracias a ambos por acompañarme en este acto tan entrañable para mí, y a todos ustedes por su atención. FIN
Luis Blanco Dávila.
Profesor de Investigación del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
A cargo de Pedro José Sánchez Soto.
Investigador Científico en el Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (CSIC-US) y vocal del Consejo Rector de la Asociación Española de Científicos.
Buenas noches a todas y todos: autoridades académicas universitarias y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), rectores y vicerrectores, presidente de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, presidente y vicepresidentes de nuestra Asociación Española de Científicos (AEC), socios vocales de su Consejo Rector, socios, distinguidos colegas, compañeros, amigos, galardonados, señoras y señores.
Participar en este acto supone para mí un gran honor y una honda satisfacción tanto a nivel profesional, al ser miembro del Consejo Rector de la AEC, como personal, representando al Colegio de Químicos del Sur y a la Asociación de Químicos de Andalucía (AQA). Más aún cuando presento al Profesor Doctor Miguel Ángel Castro Arroyo, catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla (US)y Rector Magnífico, galardonado con Placa de Honor AEC 2024 en su edición número 26.
Tal y como anuncia la AEC, se le concede esta distinción «por sus contribuciones de alto impacto en Ciencia y Tecnología de Materiales que ha representado una serie de importantes avances realizados en el estudio de la interfase sólido-líquido a través de técnicas de dispersión y difracción de rayos X y neutrones». Añadiré que no sólo en Ciencia y Tecnología de Materiales, sino también dentro de la Química Inorgánica y de la Química del Estado Sólido, con aportaciones relevantes especialmente referidas a sistemas laminares (2D), además por su implicación y dedicación en la docencia y en la gestión universitaria.
Conocí al profesor Castro Arroyo allá por 1989, quizás algo antes, cuando era becario predoctoral en la US y yo también disfrutaba -así se decía en la época- de otra beca predoctoral en un instituto del CSIC. Eran becas de formación de personal investigador de cuatro años. Yo estaba con el agobio del último año de ese disfrute, aunque tuve tiempo hasta de participar en tareas docentes de prácticas de laboratorio en el Departamento de Química Inorgánica, donde coincidimos los dos. En mi caso, terminé la preparación de la tesis y la pude presentar en febrero de 1990. Miguel Ángel continuó con sus tareas de investigación para terminar su tesis. Desde un principio, me pareció una gran persona y un investigador que empezaba ya a formarse a pasos agigantados. Claro está, aprendiendo de buenos maestros. Teníamos madera, nos decían, pero necesitábamos de un buen maestro que nos puliera.
Miguel Ángel y yo tuvimos un nexo común, aparte de nuestro interés por la Química del Estado Sólido. Este nexo común fue mi Tutor de la Tesis que, a su vez, fue director de la Tesis de Miguel Ángel. Me refiero al catedrático profesor Dr. José María Trillo de Leyva, en aquella época director del Departamento de Química Inorgánica de las Facultades de Química y Farmacia. Miguel Ángel y yo aprendimos mucho de él, yo menos porque mi lugar de trabajo no era el Departamento, sino un Instituto del CSIC. Precisamente, estando yo de posdoctoral en EE. UU. (University of Florida) recibí la siempre agradable noticia de una publicación conjunta, fruto de una colaboración en la que Miguel Ángel y yo participamos.
Miguel Ángel, Licenciado en Farmacia, fue becario predoctoral de 1989 a 1992 y defendió brillantemente su tesis doctoral en Química en 1992, titulada Mecanismos de interacción de cationes mono- y multivalentes con la red de silicatos laminares dioctaédricos, dirigida por los profesores Trillo y Alvero, obteniendo la calificación de Apto cum laude. Después de esta etapa en su formación, fue Investigador contratado por la Unión Europea, de 1993 a 1995, nuevamente posdoctoral contratado de 1996 a 1997, y ya como docente, profesor asociado a tiempo completo en la Universidad de Sevilla, de 1997 a 2000 en el Departamento de Química Inorgánica.
Dentro de este periodo es importante mencionar que Miguel Ángel consiguiera el prestigioso Premio a Jóvenes Investigadores de la Real Academia Sevillana de Ciencias, en su edición de 1999, por sus aportaciones al estudio teórico de las propiedades de distintos materiales a partir de su descripción microscópica, destacando los resultados acerca de la relajación vítrea y de las propiedades de transporte de los medios granulares. Dicho premio recompensa los méritos científicos de investigadores jóvenes destacados, como Miguel Ángel, y estimulan su vocación y dedicación a la Ciencia.
Consiguió plaza de Profesor Titular de US, en 2000. En 2009, obtuvo la plaza de catedrático de universidad en la Facultad de Química de la US. Debido a su compromiso con la educación superior y la investigación, ha colaborado con destacadas instituciones académicas a nivel internacional, como son el Institute Laue-Langevin de Grenoble (Francia), la University of Cambridge y el University College of Oxford, en Reino Unido, además de la Universidad de Osaka (Japón). Como no podía ser menos, sucedió al profesor Trillo de Leyva, una vez este se retiró, como responsable del Grupo de Investigación Química del Estado Sólido, colaborando con otros grupos de investigación y logrando una amplia experiencia en el campo de la Radiación Sincrotrón y de Fuentes de Neutrones con diversos proyectos.
Además de la docencia, sus tareas de gestión empezaron en 2005 cuando fundó y puso en marcha el Servicio General de Rayos X de la US. Más tarde fue nombrado director del Centro de Investigación, Tecnología e Innovación de la misma universidad, de 2007 a 2008, y director del Secretariado de Servicios Generales de los Centros e Institutos de Investigación de la Hispalense, de 2008 a 2009.
En 2009, fue nombrado Vicerrector de Ordenación Académica de la US, puesto que desempeñó hasta 2015. Como un logro destacado en su carrera, primero fue Rector en funciones y después fue elegido Rector de la US, desde 2015, siendo un defensor de la universidad pública y de la igualdad de oportunidades. Así pues, tenemos a una persona formada en investigación, con sólida base acreditada como docente y con gran experiencia en la gestión universitaria.
Los resultados de sus proyectos de investigación autonómicos, nacionales e internacionales han sido recogidos en revistas de prestigio en su campo de investigación, como son Journal of Physical Chemistry, Langmuir, Journal of Colloid and Interface Science, Chemical Commmunications, Inorganic Chemistry, Chemical Engineering Journal, Chemistry of Materials, Applied Clay Science, Microporous and Mesoporous Materials, entre otras. Ha dirigido cinco tesis doctorales, publicado dos libros y registrado dos patentes de invención. Además de los proyectos de investigación, ha mantenido contratos de investigación con empresas como ENRESA, ABENGOA RESEARCH, BEFESA, entre otras.
Miguel Ángel es miembro del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla al ser centro mixto del CSIC y la US, donde coincidimos, en los últimos años mucho menos por su cargo universitario, aunque sigue habiendo ocasiones de encuentro, siempre grato, en distintos actos académicos.
Además de todo lo descrito anteriormente, Miguel Ángel Castro es padre de dos hijas, accionista del Betis (Real Betis Balompié, como debe ser mencionado) y ha sido costalero de la Hermandad del Gran Poder. En este sentido, como Rector de la US, Miguel Ángel tuvo un emotivo encuentro en Roma con el Papa Francisco en diciembre del año pasado. Le regaló a su Santidad un facsímil de la Bula de 1505 por la que se creó la universidad hispalense.
Como ha escrito Feliciano Robles en Ilustres sevillanos, y coincido plenamente con él, «la carrera y el compromiso de Miguel Ángel Castro Arroyo en el ámbito académico, la gestión universitaria y la investigación han dejado una marca perdurable en la US y en la comunidad científica. Su liderazgo y dedicación siguen siendo una fuente de inspiración para las generaciones actuales y futuras». Un sevillano ilustre que lo mismo puede escuchar a Bach que a Manolo Caracol o a Víctor Manuel.
Miguel Ángel, compañero y amigo, que sigas cosechando éxitos y laureles en tu carrera docente, investigadora y de gestión, y que continuemos disfrutando muchos años de tu amistad. Esta Placa de Honor AEC que hoy recibes y has aceptado reconoce y recompensa todo tu esfuerzo y dedicación. Te felicito por ello y a mi felicitación se unen también nuestra AEC y los Químicos del Sur, su Colegio Oficial y la Asociación de Químicos de Andalucía.
Por último, felicito a los otros galardonados en este acto de apoyo a la ciencia y a todas las personas implicadas en su avance en nuestro país. Muchísimas gracias por su atención.
A cargo de Jesús Lancis Sáez.
Catedrático de Óptica y Vicerrector de Investigación de la Universitat Jaume I de Castelló.
Presidente de la Asociación Española de Científicos, Profesor Manuel Jordán Vidal, Rector de la Universidad de Sevilla, Profesor Miguel Ángel Castro Arroyo, autoridades académicas, señoras y señores, personas premiadas, amigos y amigas. Es un auténtico placer estar hoy ante ustedes para rendir homenaje al profesor José Manuel López Nicolás. Hoy celebramos sus logros académicos, pero sobre todo su dedicación para difundir y divulgar la ciencia haciendo posible su comprensión por un público no especializado.
A nivel académico, López Nicolás es licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Murcia (UM), desde 1993. En 1997, alcanzó el grado de doctor por la misma universidad, obteniendo el Premio Extraordinario de Doctorado. Actualmente, es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la UM. También es miembro de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia y miembro de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia. Jose Manuel López Nicolás fue investigador Ramón y Cajal y, actualmente, forma parte del Grupo de Excelencia Investigadora Bioquímica y Biotecnología enzimática, donde ha publicado más de 100 artículos en los campos de la bioquímica, nutrición o biotecnología.
El profesor López Nicolas ha participado en numerosos proyectos de investigación regionales, nacionales e internacionales, en muchos de los cuales actuando como investigador principal. En el campo de la docencia, imparte clases en los grados de Biotecnología, Bioquímica y Ciencia y Tecnología de los Alimentos. También es profesor en el Máster de Biología Molecular y Biotecnología, y ha dirigido diversas tesis doctorales en el campo de la enzimología y la encapsulación molecular.
En lo relativo a la gestión académica, fue coordinador del Centenario de la UM (2014-2016) y coordinador de la Unidad de Cultura Científica de dicha Universidad (2017-2020). También es evaluador de diferentes programas nacionales de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Finalmente, ha realizado una intensa actividad de transferencia del conocimiento tanto a nivel industrial, donde ha participado en distintos contratos con empresas, como a nivel de comunicación científica a la sociedad.
Es autor de cuatro libros de divulgación científica, colaborador habitual de diferentes medios de comunicación y ganador de diversos premios nacionales e internacionales de comunicación científica. Entroncando con esta última faceta, hoy reconocemos su dedicación a la difusión y divulgación científica.
El conocimiento científico es una de las principales palancas para el progreso de las sociedades. Conocer y tener en cuenta la evidencia científica ayuda a tomar decisiones mejor informadas y optimizadas para maximizar su impacto positivo y reducir riesgos e incertidumbres. Solamente en este sentido se entienden iniciativas recientes como la puesta en marcha de la Oficina C del Parlamento o la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico.
Vivimos en un mundo que enfrenta desafíos crecientes, como la transición energética, las resistencias antimicrobianas, el envejecimiento de la población o la llegada de la inteligencia artificial. También en un momento en que la desinformación se propaga más rápidamente que la verdad. Para abordar estos problemas, es esencial que la ciencia y la tecnología sean accesibles a la ciudadanía en general. Solamente así se podrá entender la importancia de la ciencia y su impacto en nuestra vida cotidiana. En este entorno, la comunicación científica nunca ha sido tan importante.
Difundir la ciencia también es el punto de partida para despertar las vocaciones científicas entre los más jóvenes. Pero comunicar la ciencia no es tarea fácil. Requiere una combinación única de experiencia, pasión y capacidad para traducir ideas complejas en conceptos accesibles. El profesor López Nicolás encarna todas estas cualidades, lo que le convierte en un líder en el campo de la divulgación científica.
Lo que realmente distingue al profesor López Nicolás es su compromiso por acercar los resultados de la ciencia a un público más amplio. A través de su popular blog, Scientia, ha conseguido atraer a miles de lectores con contenidos científicamente precisos y accesibles. Ha conseguido que el mundo de la ciencia sea accesible, cercano y, lo que es más importante, apasionante. Un blog que incluye secciones como: Mentiras alimentarias, Avances en nuevos alimentos. O artículos como: ¿Puede un blog de divulgación científica poner en jaque a una multinacional de la cosmética? o La surrealista relación entre las cremas del Mercadona y mi famosa barbacoa veraniega.
Además, el profesor López Nicolás es autor de varios libros que acercan la ciencia haciéndola accesible a personas de todas las edades, como Ciencia de los campeones, que no son sólo son informativos, sino que también están escritos siguiendo un estilo atractivo que capta la atención del lector. Tanto si se trata de explorar la ciencia que hay detrás de productos cotidianos como de desmontar mitos nutricionales, utiliza sus profundos conocimientos para dotar al público de las herramientas necesarias para tomar decisiones siguiendo la evidencia científica.
Como Vicerrector de Transferencia, Comunicación y Divulgación Científica de la UM, el profesor López Nicolás se ha propuesto fomentar una cultura de curiosidad científica y diálogo. Ha desempeñado un papel decisivo en la puesta en marcha de numerosas iniciativas que tienden puentes entre los científicos y el público en general. Sus esfuerzos en este campo no han pasado desapercibidos. Ha recibido numerosos premios por su compromiso con la comunicación científica, tanto a escala nacional como internacional. Hoy nos enorgullece añadir un reconocimiento más en esa lista.
Lo que hace verdaderamente especial a José Manuel no es sólo su impresionante currículum, sino también su auténtica pasión por hacer que la ciencia sea divertida y accesible. En un mundo en el que la ciencia puede parecer a veces distante e inaccesible, él nos recuerda que la curiosidad está en el corazón de la naturaleza humana. Nos inspira a hacer preguntas, a cuestionar el statu quo y a no dejar nunca de aprender. Sin duda, su trabajo ha influido en cantidad de personas, desde estudiantes que acaban de iniciar su andadura científica hasta profesionales experimentados. Por todo ello, le debemos nuestra más profunda gratitud.
Al reunirnos para rendir homenaje al profesor José Manuel López Nicolás, no sólo celebramos sus logros individuales, sino también el impacto más amplio de su trabajo. Su dedicación a la divulgación científica ejemplifica la importancia de sacar la ciencia del laboratorio y llevarla a nuestra vida cotidiana.
Así que, sin más preámbulos, es para mí un gran honor entregar este premio al profesor José Manuel López Nicolás, un verdadero campeón de la ciencia, un educador excepcional y un comunicador inspirador.
Gracias, Profesor López Nicolás, por tus incansables esfuerzos para hacer del mundo un lugar más informado y científicamente curioso.
Gracias a todos.
Sr. Presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC), D. Manuel Jordán Vidal, y demás miembros del Consejo Rector, vicerrectores de diferentes universidades aquí presentes, autoridades académicas, resto de galardonados, familia, compañeros y amigos. Señoras y señores, muy buenas tardes.
Como no podía ser de otra manera, mis primeras palabras deben ser de agradecimiento a la AEC por este galardón. Es para mí un gran honor recibirlo. Este año he participado en más de cien eventos relacionados con la divulgación científica y la transferencia del conocimiento. Pues bien, les aseguro que este es el evento que más emoción me produce. El día que el profesor Enrique de la Rosa, ex director del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), me llamó para informarme que el consejo rector de la AEC me había concedido la Placa de Honor 2024, jamás lo olvidaré. Gracias, querido Enrique.
Soy un firme defensor de la enseñanza pública. Estudié en el Colegió Público Nicolás de las Peñas de Murcia, luego en el Instituto de Enseñanza Secundaria Infante Don Juan Manuel y, finalmente, luego cursé la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad de Murcia (UM), donde ahora mismo soy catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular-A.
Mi llegada al Departamento de Bioquímica y Biología Molecular fue gracias, sorprendentemente, a un suspenso en Química Orgánica. Yo tenía claro que iba a dedicarme a la Química Física, pero aquel suspenso me hizo no sólo estudiar, sino conocer profundamente la Bioquímica (la especialidad existente en la UM más parecida a la Química Orgánica) y acabé enamorado de ella. Todos los años les recuerdo a mis alumnos que un suspenso merecido puede cambiar (para bien) el destino de tu vida. Sin aquel suspenso hoy no sería catedrático ni sería integrante del Grupo de Investigación en Bioquímica y Biotecnología enzimática, de la UM, donde lidero la línea de encapsulación molecular.
Pero la Placa de Honor de la AEC no se me ha concedido por mi labor puramente investigadora, sino por mi trabajo en pro de la transferencia del conocimiento y de la divulgación científica. Así que, a partir de este momento, me centraré en esta labor de transferencia.
Las universidades y otros centros de investigación tienen tres misiones fundamentales: la docencia, la investigación y la transferencia del conocimiento. De las dos primeras se ha escrito mucho, pero la tercera, la transferencia del conocimiento, es la gran desconocida para mucha gente. En este discurso, responderé a varias preguntas claves sobre esta tercera misión de muchos organismos científicos.
¿Qué es la transferencia social del conocimiento?
Tradicionalmente, cuando en los centros de investigación nos referíamos a la transferencia del conocimiento, siempre nos venía a la cabeza el sector empresarial. Se asociaba al desarrollo de nuevos productos, de patentes, de spin-off… pero, desde hace pocos años, la transferencia del conocimiento se dirige a otros dos sectores: los gobiernos y la sociedad.
Para ilustrar con ejemplos este nuevo concepto de transferencia del conocimiento citaré algunas de sus aplicaciones en la lucha contra la COVID-19.
¿Qué objetivos tiene la transferencia social del conocimiento?
A continuación, citaré los diez objetivos principales de transferencia del conocimiento.
¿Qué conocimiento es el que hay que transferir?
En primer lugar, es necesario recordar a la sociedad continuamente que hemos llegado hasta la actualidad gracias a otros grandes descubrimientos científicos del pasado como la potabilización del agua, el descubrimiento de los antibióticos o los avances en las técnicas de diagnóstico médico.
Además, se debe mostrar a la sociedad los grandes avances actuales como la histórica llegada a Marte, las técnicas de edición genética, la primera fotografía de un agujero negro, la búsqueda de exoplanetas, la cada vez más efectiva lucha contra las enfermedades raras.
Pero hay algo que a veces se nos olvida y que, tras muchos años dedicado a la docencia, a la investigación y a la transferencia del conocimiento, estoy convencido de que es imprescindible para conseguir acercar definitivamente a la sociedad a la ciencia. Hay que hablar mucho más de la ciencia de las pequeñas cosas, de la ciencia de la vida cotidiana, de la ciencia del día a día, de la ciencia que nos permite tener la calidad de vida que tenemos.
¿Y dónde se encuentra la ciencia de las pequeñas cosas? En nuestras necesidades más básicas como son los alimentos, cosméticos o nuestra ropa. En nuestras aficiones, como el deporte, el arte, la gastronomía o la música. Incluso en los sitios donde menos se le espera, como en nuestras queridas tradiciones populares, se encuentra la ciencia y la tecnología: un simple castillo de fuegos artificiales no es otra cosa que «una Tabla Periódica de elementos químicos en el cielo». Recordemos la ciencia del pasado, fascinemos con la ciencia del futuro, pero, sobre todo, hagamos ver la presencia de la ciencia detrás de las pequeñas cosas.
¿Quién debe transferir el conocimiento y a quién hay que dirigirse?
No soy partidario de definir profesiones que deban dedicarse a transferir socialmente el conocimiento. En mi opinión, cualquier persona (periodista, investigador, divulgador, profesor, amante de la ciencia) que divulgue la ciencia de forma rigurosa y con un mensaje adaptado al grupo de población al que se dirige, puede transferir el conocimiento.
También se pueden usar diversos canales (conferencias, libros, radio, televisión, revistas, redes sociales, medios digitales) para transferir socialmente el conocimiento. Eso sí, hay que tener claro que no todos los canales son útiles para divulgar la ciencia a todos los grupos de población. Cada colectivo (niños, jóvenes, adultos) necesita el medio y el lenguaje más adecuado.
Las universidades, los organismos públicos de investigación y la transferencia social del conocimiento
Desde hace mucho tiempo, en las universidades y otros organismos públicos de investigación, muchos científicos se han dedicado a divulgar la ciencia. Sin embargo, tradicionalmente esas personas han actuado de forma individual. En mi opinión, estos centros deben no sólo crear las estructuras necesarias para hacer esta fundamental actividad (Unidades de Cultura Científica y Oficinas de Transferencia del Conocimiento), sino que deben dotarlas de personal, infraestructura y presupuesto adecuado para ello. Además, deben colaborar con otras entidades que se dediquen a divulgar la ciencia.
Estimados colegas, la ciencia, junto con las artes, las humanidades, las letras y otras áreas de conocimiento, es una de las patas de una mesa llamada cultura. Pues bien, jamás olvidemos que las personas cultas son personas difícilmente manipulables capaces de tomar decisiones justas que conducirán a la sociedad al lugar que merece. Por tanto, quiero aprovechar este discurso para dar las gracias a todas las personas que transfieren socialmente el conocimiento, contribuyendo a formar una sociedad más culta, más justa y, por tanto, más libre.
Muchas gracias por su atención
José Manuel López Nicolás.
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, y Vicerrector de Transferencia, Comunicación y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia.
A cargo de Gabriel Soler.
Director Científico del Instituto de Ecología Litoral.
Estimados Presidente y Junta del Consejo Rector de la Asociación Española de Científicos (AEC), estimadas autoridades académicas y científicas, estimados galardonados y acompañantes, distinguidos miembros de la comunidad científica, autoridades presentes, señoras y señores.
Es para mí un honor y un verdadero privilegio estar aquí hoy para rendir homenaje al Instituto de Ecología Litoral, una institución que, durante más de treinta años, ha contribuido de manera importante a la investigación y a la conservación de nuestros ecosistemas marinos y litorales.
Todos los patronos e instituciones que forman su Junta de Patronato han colaborado decisivamente en su labor científica, que se desarrolla mediante programas de investigación, estudios técnicos y actividades de educación ambiental plenamente consolidados.
El trabajo de esta fundación se enfoca principalmente en estudiar y proteger la biodiversidad marina y la calidad ambiental de las costas, especialmente en la Comunitat Valenciana, pero también, este compromiso con la conservación del litoral se lleva a cabo mediante estudios y proyectos en otras zonas del Mediterráneo.
En un mundo en el que cada vez es más necesario abordar el desafío que supone compatibilizar el desarrollo y el progreso económico con la conservación de la naturaleza y de los servicios ecosistémicos que de ella dependen, es innegable que la labor que desempeña el Instituto contribuye a aportar conocimiento científico y, lo que también es muy importante, a desarrollar medidas de gestión basadas en la ciencia para que sean aplicadas por las diferentes administraciones que tienen competencias en el medio litoral y marino.
Los estudios y proyectos están enfocados fundamentalmente a entender la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas marinos y litorales.
Esto incluye la investigación de hábitats tan diversos como son las praderas de fanerógamas marinas, los arrecifes costeros, las formaciones rocosas submarinas y las formadas por vermétidos, corales y gorgonias, o las grutas marinas sumergidas y semisumergidas.
Estos estudios no sólo buscan conocer su biodiversidad, sino también desentrañar las interacciones entre las distintas especies, analizar los factores ambientales y de origen antrópico que influyen sobre ellas y proponer medidas de gestión que aseguren su conservación.
Podemos destacar, en este sentido, la elaboración del catálogo de las dunas litorales del Mediterráneo español, las investigaciones en materia de conservación de la nacra (bivalvo protegido y endémico del Mediterráneo, hoy en grave peligro de extinción), la creación de la Red Nacional de Control de las Praderas de Posidonia oceanica (POSIMED), la elaboración del Atlas de las Fanerógamas Marinas del Litoral Español o las investigaciones sobre la calidad de las aguas litorales, entre otros muchos trabajos.
Fruto de toda esta labor y de su compromiso con la excelencia científica, esta institución ha publicado, desde su fundación, más de doscientos artículos científicos de ámbito nacional e internacional, así como ha presentado, en los congresos celebrados en las materias que estudia, un número superior a las cien comunicaciones.
Esta actividad científica le ha permitido, no sólo enriquecer el conocimiento en el campo de la ecología marina, sino también influir en las políticas públicas y en las estrategias de conservación.
Los trabajos técnicos aplicados al medio marino y litoral es otro de los campos en donde han destacado, contando en su currículo con casi dos centenares de estudios de impacto ambiental, así como con un gran número de informes sobre las biocenosis de los fondos marinos que han servido como base científica para la consecución de otros tantos trabajos científicos y técnicos.
También hay que resaltar los estudios sobre la dinámica litoral y los procesos de erosión costera, que han tenido una importancia decisiva a la hora de la toma de decisiones en el ámbito de la gestión de las playas.
Han liderado una treintena de proyectos de investigación subvencionados por las administraciones autonómica, nacional y europea, participando como socio colaborador en más de cuarenta de estos proyectos.
Han sido pioneros en los estudios sobre el papel que desempeñan los arrecifes artificiales a la hora de la protección y regeneración de los ecosistemas marinos, así como en la creación y gestión de las Reservas Marinas.
Debemos resaltar que el Instituto no sólo se ha limitado al estudio y a la investigación, sino que también ha asumido una responsabilidad activa en la preservación del entorno litoral y marino.
Su labor en el campo de la restauración de hábitats, la protección de las áreas vulnerables y el seguimiento de la biodiversidad ha sido fundamental para mitigar los efectos de la actividad humana en los frágiles y complejos ecosistemas marinos.
Además de su actividad científica, el Instituto brinda asesoramiento técnico y científico a diferentes administraciones públicas y empresas.
Baste citar, en este sentido:
Este asesoramiento incluye, también, la evaluación de proyectos y de estudios de impacto ambiental en medio marino, y la implementación de medidas de mitigación para proyectos que puedan afectar al medio ambiente litoral.
En definitiva, gracias a su experiencia en la gestión costera y su conocimiento especializado en la ecología marina, esta fundación ayuda a tomar decisiones informadas en las políticas de conservación y en el desarrollo de las infraestructuras costeras, tan necesarias para nuestra economía.
La educación ambiental es otro de los ejes clave de su actividad, concienciando a la sociedad sobre la importancia de conservar el entorno litoral. Exposiciones, itinerarios naturales, conferencias, talleres didácticos, y materiales divulgativos han sido la base de los programas de educación ambiental dirigidos fundamentalmente a los escolares, pero también para todo tipo de público.
Con ello, han contribuido a la formación de estas personas, inculcándoles un valor tan necesario como es el respeto al entorno natural y acercándoles la ciencia con la finalidad de forjar una sociedad más comprometida y respetuosa con el medio ambiente.
En el campo de la formación, y merced a la obtención de seis proyectos cofinanciados por el Fondo Social Europeo, han abordado la cualificación de más de cuatro centenares de trabajadores de los sectores pesquero, turístico, náutico, de la vigilancia e información ambiental y de la limpieza y conservación de las playas, todos ellos actuando en el campo de la gestión sostenible de los recursos ambientales litorales y en el desarrollo de las buenas prácticas profesionales.
También es importante destacar la labor desarrollada en el ámbito de la formación de estudiantes de educación secundaria y universitaria. Son muchos los alumnos de los distintos ciclos formativos de enseñanza secundaria relacionados con las Ciencias Medioambientales los que han disfrutado de periodos de prácticas en el Instituto.
Se han formado estudiantes de grado y máster de las facultades de Biología, Ciencias del Mar y Ciencias Ambientales de un gran número de universidades públicas y privadas, españolas y de otros países, teniendo la oportunidad de aprender y de aplicar sus conocimientos a los distintos proyectos de investigación y a los trabajos técnicos que se realizan en esta fundación.
El Instituto de Ecología Litoral es también un brillante ejemplo de cooperación interdisciplinaria, participando en proyectos colaborativos a nivel nacional e internacional. Su capacidad para establecer alianzas con universidades, centros de investigación y organizaciones ambientalistas ha permitido un intercambio enriquecedor de ideas y conocimientos, potenciando la conservación medioambiental, mejorando las buenas prácticas y ampliando el saber científico sobre los ecosistemas marinos, fomentando a su vez la colaboración en el desarrollo de las tecnologías que ayuden a enfrentar desafíos tan importantes como son la pérdida de la biodiversidad o la restauración de los ecosistemas degradados, entre otros.
Hoy, al rendir homenaje al Instituto de Ecología Litoral, reconocemos su inestimable contribución a la ciencia, a la sociedad y al futuro de la conservación de nuestros mares y costas. Celebramos su compromiso inquebrantable con la naturaleza y el bien común.
Su trabajo nos recuerda que la defensa de nuestro litoral es una tarea de todos y que la ciencia, guiada por el respeto a la naturaleza, debe ser el motor que impulse la compatibilidad del justo avance de la sociedad con la conservación del medio ambiente.
Voy terminando ya estas breves palabras.
En el futuro, y gracias al apoyo de la Presidencia, que en la actualidad la ostenta la Diputación Provincial de Alicante, del Ayuntamiento de El Campello, que siempre ha sido uno de los principales valedores de la fundación, sin cuya decidida ayuda este proyecto no sería posible, de las universidades de Alicante y Miguel Hernández de Elche y de todos los miembros de su Patronato, el Instituto de Ecología Litoral indudablemente va a seguir trabajando en la investigación por la conservación de nuestro patrimonio natural.
En nombre de todos los presentes y de aquellos que han tenido el privilegio de trabajar y aprender de esta institución, quiero agradecerles su ejemplo, su dedicación y su incansable esfuerzo en favor de la buena salud de nuestro mar.
Nuestro mar, que incesantemente lame las tierras y los cantiles, las playas arenosas y las pedregosas, que susurra su antiquísima canción una y mil veces repetida, que se nos presenta rico en facetas, deslumbrante de belleza. Un mar siempre diverso y siempre igual a sí mismo, espuma emanada de los antiguos dioses de los griegos y de los romanos. Ese es nuestro mejor patrimonio. Esa es paradójicamente nuestra tierra: nuestro mar.
Muchas gracias.
Consejo rector de la Asociación Española de Científicos (AEC), representantes de los organismos distinguidos, estimado Gabriel Soler, director científico del Instituto de Ecología Litoral, señoras y señores.
Muy buenas tardes a todos y muchísimas gracias por reconocer a nuestro Instituto de Ecología Litoral con la Placa de Honor de la AEC 2024, que para nosotros supone un reconocimiento explícito de la comunidad científica al trabajo que desarrollan los expertos del Instituto a lo largo de todo el año, contribuyendo con ello a la conservación de los ecosistemas marinos, litorales y terrestres a través de la investigación, realización de trabajos técnicos, asesoramiento y el fomento del respeto a nuestro entorno natural.
Entre sus empeños, como ha señalado en su intervención Gabriel Soler, destaca la conservación de los ecosistemas marinos del litoral mediterráneo, con especial énfasis al seguimiento y conservación de las praderas de Posidonia oceanica.
Recojo esta distinción hoy en mi doble calidad de alcalde de El Campello, municipio que acoge la sede física del Instituto de Ecología Litoral, y vicepresidente de la entidad: unos cargos de los que me siento orgulloso.
De los cometidos y fines de ese organismo, ya les ha hablado su director científico, por lo que a mí me corresponde el capítulo de agradecimientos, en primer lugar, a todo el equipo de científicos que encabeza Gabriel, gerencia, investigadores de las áreas de trabajo marina y terrestre, sin olvidar al personal administrativo.
Todos ellos forman una gran familia unida por unos mismos objetivos y, sobre todo, su empeño por defender el medio ambiente e inculcarnos a todos hábitos de conductas que nos lleven a su respeto y conservación.
Me refiero a Ricardo Lumbreras, Juan Eduardo Guillén, David Gras, Joaquín Martínez, Santiago Jiménez, Paula Pérez, Diego García, Alejandro Triviño, María Vicedo y Asunción Martínez.
Y no puedo olvidar a los que antes que ellos trabajaron en el organismo, ni a los que, sin la menor duda, se incorporarán en años venideros para seguir avanzando y profundizando en la misma línea.
Hoy son once profesionales que nos han traído hasta aquí para recibir este reconocimiento. Profesionales que han dado forma con el paso de los años a una institución muy respetada en la Comunitat Valenciana, sobre todo, por el rigor de sus investigaciones y la minuciosidad con la que acometen los trabajos.
¿Quién nos iba a decir que, 38 años después de aquel lejano 1986 en que se decidió crear el Instituto, nos íbamos a encontrar en un acto como este de reconocimiento de la comunidad científica española?
Fuimos unos cuantos los que creímos en el proyecto y, poco a poco, ese listado ha ido creciendo hasta que, entre todos, hemos conseguido sumar nada menos que a la Universidad de Alicante, la Universidad Miguel Hernández de Elche, la Mancomunidad de L’Alacantí, los Ministerios de Pesca y Transición Ecológica, la Conselleria de Agricultura, Agua, Ganadería y Pesca, la Conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio, y los ayuntamientos de El Campello, Alicante, Benidorm, Orihuela, Santa Pola, Calp, Guardamar del Segura, Pilar de la Horadada y Teulada.
Además, por supuesto, de la Diputación Provincial de Alicante, que ostenta la presidencia en la figura de Toni Pérez, presidente de la institución pública supramunicipal, que, por motivos de agenda, no ha podido venir hoy para recoger personalmente la Placa de Honor de la AEC 2024.
El Instituto de Ecología Litoral nos une a todos, y sin duda iremos sumando más apoyos que servirán para seguir avanzando.
Nuestros ecosistemas necesitan de vuestro trabajo y de vuestra divulgación.
Muy buenas tardes a todos, y gracias por escucharme.
Juan José Berenguer.
Alcalde de El Campello y vicepresidente del Instituto de Ecología Litoral.
A cargo de Enrique de la Rosa.
Investigador Científico del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC) y Vicepresidente primero de la Asociación Española de Científicos.
Un año más nos reunimos en la entrega de las Placas de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC) para reconocer el esfuerzo y el talento dedicado en España a la generación de conocimiento, a su difusión y a su aplicación en beneficio de la sociedad. Este año tengo el honor de presentar los méritos de Biohope Scientific Solutions, empresa dedicada al desarrollo de herramientas de medicina personalizada de precisión que permitan un conocimiento profundo del paciente de enfermedades inflamatorias crónicas para lograr un mejor tratamiento.
Cabe destacar y reconocer la transferencia como una genuina actividad investigadora que ha avanzado bastante en nuestro país, aunque quizás no todo lo necesario para avanzar en la senda de la economía basada en el conocimiento. La AEC siempre lo ha tenido entre sus fines, como lo demuestra el hecho de que ya en la primera edición de las Placas de Honor, allá por 1998, fue galardonada la Fundación Cotec, cuya misión era y es promover la innovación como motor de desarrollo económico y social. Posteriormente se ha ido reconociendo la labor de una meritoria, aunque limitada por nuestras posibilidades, lista de empresas de base tecnológica.
Seguro que habéis oído en alguna ocasión la frase, atribuida al Dr. Marañón entre otros, «no hay enfermedades sino enfermos». Además de un llamamiento a la humanización de la medicina, la frase ha resultado ser premonitoria para algunos grupos de enfermedades de extraordinaria complejidad, como las inmunológicas y las neurodegenerativas, las cuales, por cierto, aparecen en muchos casos interrelacionadas por procesos inflamatorios crónicos, que son el campo de investigación y desarrollo de Biohope.
Presentar a Biohope no sólo es un honor, como dije anteriormente, sino también un placer, pues conozco a la Dra. Isabel Portero, su fundadora, desde 2008 o 2009.
Fundada en 2015, Biohope emplea en la actualidad a 22 profesionales. Tiene ya un producto comercializado, IMMUNOBIOGRAM®, para su aplicación en trasplantes de riñón, y al menos otros dos en desarrollo avanzado, uno para artritis reumatoide y otro potencial tratamiento anti-inflamatorio con anticuerpos monoclonales.
Ha recibido financiación europea y varias distinciones nacionales e internacionales, a las cuales se une hoy nuestro reconocimiento.
La exitosa labor de Biohope, fruto de la dedicación y el talento de su equipo de trabajo, se entiende mejor por la trayectoria de Isabel, quien también se merecería una Placa de Honor.
Isabel, una médica con inquietudes científicas, tuvo un sueño y se arriesgó, en sus propias palabras, pero no antes de haber atesorado una excelente preparación. Doctora en Medicina, ha participado en el diseño y desarrollo médico-científico de nuevos fármacos y biomarcadores con aplicación a la salud humana en empresas de base tecnológica.
También ha tenido labor docente e investigadora en varias universidades, así como de consultoría científica.
Durante muchos años, tampoco quiso perder el contacto con los pacientes. Me impresionó mucho de Isabel el hecho de que, durante una de sus experiencias en una empresa de base tecnológica, mantuviera las guardias de fin de semana en un servicio hospitalario de urgencias para no perder el contacto con los pacientes. Y este compromiso con los pacientes ha guiado la actividad de Biohope, siendo un aspecto esencial, aunque no el único, que ha hecho a esta empresa merecedora de una Placa de Honor de la AEC.
Estimados miembros del Consejo Rector de la Asociación Española de Científico (AEC), queridos colegas, amigos y familiares. Es un honor y un privilegio estar aquí hoy en representación de BIOHOPE y quiero comenzar agradeciendo sinceramente este reconocimiento. Este premio es un reflejo del trabajo arduo y la dedicación de nuestro equipo desde el primer día, al que tengo el honor de representar hoy aquí.
La historia de BIOHOPE comenzó de la nada, lo cual la convierte en una rara avis de las pymes de biotecnología. Esto es así porque partió de una idea que tuve, sin estar yo vinculada a un centro de investigación en aquel momento, donde me dejaran hacer el proyecto.
Por lo tanto y, aunque quede mal decirlo, Biohope es el testimonio de una visión personal; pero también es el resultado del trabajo de muchas personas, que de forma directa e indirecta, me han seguido en esta visión y han tenido conmigo el coraje y el tesón de convertir una idea en una realidad.
El hecho de ser médico lo ha marcado todo. Muy al principio de esta historia, me había dado cuenta que la Medicina Personalizada es un tren imparable, es uno de los ejes vertebradores de la Medicina del siglo XXI, junto con la inteligencia artificial. Ya no se conciben los tratamientos como un «café para todos», como cuando yo estudiaba medicina hace ya 30 años en la Universidad de Salamanca.
Recuerdo como en la oncología del pasado siglo, más allá de la cirugía y la radioterapia, el tratamiento médico fundamental se basaba en la prescripción de las famosas «líneas de quimioterapia». Dichas combinaciones eran las mismas para todos los pacientes que presentaban determinados perfiles clínicos; y se iban numerando según se iban «consumiendo» o utilizando, en una constante búsqueda de acertar en la diana y obtener resultados. El hecho de utilizar el término «acertar» no está lejos de la realidad que vivíamos en aquella época. Hoy en día, la oncología se articula en torno al concepto «Oncología de Precisión», de modo que antes de prescribir ninguno de los modernos tratamientos «dirigidos» (la mayoría hacia dianas celulares determinadas), se analiza el tumor y se determina de antemano qué fármacos podrían ser los más eficaces para un paciente en concreto. Esto aplica a medicamentos basados en proteínas, RNA, péptidos de todo tipo, incluida la inmunoterapia celular, las famosas CAR-T, que son también un producto biotecnológico personalizado a nivel de paciente.
La Medicina Personalizada ya se estaba estableciendo en oncología desde la primera década de este siglo; y a mí me pareció que, efectivamente, la medicina en general debía seguir estos derroteros en cualquier área.
Como Médico Internista, había tenido la oportunidad de afrontar numerosos retos clínicos en los hospitales en los que he trabajado y me daba perfecta cuenta que, detrás de la oncología, el siguiente gran campo por actualizar (por decirlo de alguna manera), es el de las enfermedades inflamatorias. Dice Stefan Oschmann, CEO del grupo farmacéutico Merck hasta hace pocos años y socio actual de Biohope, que «la inflamación es la nueva oncología». Hablamos de cientos de enfermedades y condiciones, muchas de ellas de naturaleza autoinmune o mediadas por disregulación inmunológica.
Dentro de este campo tenemos enfermedades como las artritis, las enfermedades inflamatorias intestinales, la esclerosis múltiple, el lupus, los trasplantes de órganos (cuyo rechazo es un fenómeno inmunológico), etc. Son cientos de millones de personas en el mundo con este tipo de patologías. En todas ellas, el esquema de tratamiento para frenar la cascada inflamatoria es empírico, o si se quiere decir de otro modo, tipo «ensayo/error».
En la práctica, en enfermedades como la artritis reumatoide (una de las más prevalentes), se realizan esquemas de «intensificación de tratamiento», que incluyen tres líneas o cambios consecutivos, de promedio, hasta controlar la enfermedad. Mucho tiempo perdido, dolor para los pacientes con los procesos inflamatorios activos, pérdida de calidad y años de vida y enormes costes asociados. De hecho, el principal objetivo de tratamiento es detener la inflamación cuanto antes, porque el tiempo es oro, la inflamación conduce a cambios irreversibles por fibrosis que no tienen vuelta atrás y llevan a mala función de los tejidos y órganos afectados. La fibrosis, que es causada por una disfunción en los fenómenos de inflamación crónica y reparación, está detrás de al menos un 50 % de los fallos en tejidos y órganos en múltiples enfermedades. La mortalidad asociada cuando se trata de órganos vitales como el pulmón o el corazón, supera el 50 % en 3-5 años.
Con esta visión, me sorprendía por qué el desarrollo de biomarcadores de respuesta a los medicamentos, para personalizar el tratamiento médico, se habían desarrollado tanto en oncología y no había prácticamente ninguno en enfermedades inflamatorias crónicas. Los oncólogos estaban ya subidos al tren bala del siglo XXI y otros especialistas estábamos tratando fibrosis pulmonar, lupus, artritis, evitando el rechazo de los trasplantes etc., con los mismos principios que yo había aprendido en la Facultad de Medicina hace 30 años.
Por este motivo, hace varios años comencé a darle vueltas a una idea, que es bastante obvia: por qué no intentar hacer una contribución en este campo para los pacientes y desarrollar productos (biomarcadores) que permitieran saber de antemano qué fármacos le van a funcionar mejor a qué pacientes en las enfermedades del sistema inmunológico; intentando dar en la diana desde el principio y sin usar al propio paciente de «conejillo de indias». Cuando me planteé cómo abordar un proyecto de esta naturaleza, no tenía en ese momento la idea de fundar una empresa.
Yo había trabajado previamente, además de en varios hospitales, en un par de empresas farmacéuticas (MSD y Roche) y también en una empresa de Biotecnología (Cellerix, que luego pasó a llamarse Tygenix y fue finalmente adquirida por Takeda). En este camino, había aprendido dos cosas que resultaron fundamentales:
Para comenzar y comenzando con el segundo punto, pensé en cómo se podía resolver el problema y por qué no se había resuelto antes. Desde luego, debía ser difícil, porque si no alguien lo habría hecho. Lo que yo pensé fue lo que pensamos todos los que nos hemos puesto alguna vez a meternos con la inmunología: que es un lío. Es un campo que involucra múltiples células que pasan por varios estados y que son muy plásticas fenotípicamente, muchas vías enmarañadas donde no es sencillo aislar un camino claro con un principio y un final.
De alguna manera, la inmunología me recordaba un poco a ese antiguo juego de niños en el que se echaba una moneda por arriba en un panel y era imposible averiguar, después de pasar hacia abajo por varios caminos, dónde iba a terminar. Podías echar la moneda muchas veces que no iba a terminar en la misma posición abajo, debido a los numerosos factores, algunos incluso por azar, que influyen en su camino.
Un día pensé que, tal vez, debía dejar el sistema completo intacto y simplemente hacer un «test de punto final», ver cómo reaccionaba el sistema completo y no fijarme en una vía específica. Un sistema completo debía integrar los genes de partida, la expresión génica, la traducción a proteínas y su expresión en múltiples puntos del aparataje celular, moléculas de señalización, interacciones etc., muchas cosas.
La única manera que se me ocurrió de hacer esto era manteniendo las células del sistema inmunológico en cultivo, vivas, completas y relacionándose entre sí; y ver si tenía suerte de que el modelo completo pudiera arrojar alguna luz sobre la respuesta a los fármacos, que son precisamente los moduladores celulares que administramos a los pacientes y viajan por la sangre. Es decir, las células del sistema inmunológico están en todo el cuerpo, pero es cierto que las fundamentales orquestadoras de la respuesta adaptativa, los «generales de la inmunidad», los linfocitos T helper, pasan parte de su existencia circulando en la sangre donde encuentran los medicamentos que son administrados para modular la inmunidad. De hecho, el target principal de los medicamentos inmunosupresores son precisamente los linfocitos.
Por tanto, era concebible, aunque pudiera ser un poco naif pensarlo, que un cultivo de PBMCs (una fracción de los glóbulos blancos que fundamentalmente incluye linfocitos), obtenidas de un paciente concreto, podía funcionar como un banco de pruebas, ya que in vivo son las que determinan el alcance de la respuesta inmunológica a largo plazo en los pacientes.
La idea era cultivar las células y someterlas a un estímulo canónico que replicara lo que sucede fisiológicamente (una presentación de antígeno), para luego exponerlas a un panel de fármacos y comparar la potencia relativa de dichos fármacos para detener la activación y proliferación de las células en cultivo. En teoría, esa potencia in vitro debería correlacionar con la potencia in vivo. Era una «prueba de esfuerzo» para linfocitos.
Yo había trabajado previamente en Terapias Avanzadas, concretamente en Terapia Celular, campo en el que se utilizan células vivas como medicamentos. Por eso, usar células vivas como biomarcadores de respuesta terapéutica no me parecía nada descabellado.
Las farmacéuticas llevan décadas montando tests de potencia de futuros fármacos (moléculas candidatas), en los que se evalúa mediante curvas de dosis/respuesta, si la potencia relativa es suficiente y a qué rango de dosis sobre el target previsto, para dar luz verde a su desarrollo como medicamentos. Es parte de la Farmacología Clásica y no tiene nada de novedoso el evaluar la potencia de un fármaco sobre su target.
Lo bueno de mi aproximación, es que se trataba de crear un test de potencia personalizado para el paciente, no sólo a nivel general o estadístico (como se haría en una Farma); con la generación de una de curva de dosis/respuesta personal de cada paciente para cada fármaco del panel disponible, que permitiera compararlos entre sí.
Este modelo ya existe en otro campo, las enfermedades infecciosas, y para otro tipo de células, en este caso (sobre todo) bacterias. Se llama Antibiograma, y no es más que un test in vitro de potencia en el que se comparan varios inhibidores del crecimiento bacteriano entre sí, sobre un cultivo de bacterias extraído del tejido infectado de un paciente en particular, al que se quiere tratar. Es sobradamente conocido que la potencia in vitro de los antibióticos, que se llama «sensibilidad», se correlaciona con la eficacia in vivo.
Evidentemente, no es el único factor que influye en la eficacia. Es decir, un antibiótico puede ser muy eficaz sobre una cepa bacteriana, pero el paciente podría fallecer por sus malas condiciones clínicas. Sin embargo, no tiene mucho sentido usar antibióticos a los que el paciente es «resistente» (es decir, resistente es el microorganismo causante de la infección), porque las probabilidades de vencer la infección disminuyen notablemente.
Con este concepto de base, monté un proyecto que pretendía crear un antibiograma para los fármacos inmunosupresores, que llamé Inmunobiograma por analogía, basado en un cultivo estimulado de linfocitos sobre un soporte que permitiera crear curvas de dosis/respuesta para varios fármacos, personalizadas por paciente.
Pero dónde y cómo sacar adelante un proyecto como este no es cosa fácil. En el año 2014, yo estaba trabajando en varios sitios a la vez: en un hospital, hacía consultoría científica para terceros, tenía una colaboración con una universidad privada, donde estaba llevando a cabo un pequeño proyecto de Terapia Celular y daba clases en la Complutense como asociada. En la universidad privada tenía permiso para el uso compartido de uno de los laboratorios, donde precisamente estaba diseñando un cultivo linfocitario que permitiera comparar la potencia de potenciales medicamentos celulares. De hecho, a resultas de ese primer trabajo embrionario, había presentado una primera patente. Sin embargo, no podía quedarme allí ni se me facilitó la posibilidad.
Me quedó claro que ni esa ni otra universidad me iban a permitir continuar este proyecto, simplemente porque no estaba dentro de la institución como parte del personal docente y no era fácil entrar. Mi CV era (y es) muy atípico; y la alternativa, como profesora asociada de la Complutense, era inviable para conseguir el contexto que me permitiera sacar esto adelante. Un poco perdida, presenté un embrión de este proyecto a una de las primeras aceleradoras de startups que se crearon en Madrid: StartUp Alcobendas. Recuerdo que el proyecto lo presenté literalmente el día de nochebuena de 2013, desde el ordenador de mi madre en mi ciudad natal, Salamanca. Para mi sorpresa, fue seleccionado y, de hecho, ¡quedó el primer clasificado! El premio para los 10 primeros proyectos clasificados era seis meses de aceleración en un coworking que habían organizado en Alcobendas. Básicamente, un puesto con acceso a internet y varias charlas formativas sobre lo que es una empresa.
En esos seis meses, me adentré en lo que ahora se llama el «mundo del emprendimiento» y tuve la oportunidad de conocer a varias personas que resultaron clave para Biohope tiempo después, como nuestro Director Financiero aquí presente, D. Francisco Tejera, y algunas personas más, como Esther Castellanos, a la que me referiré después.
Aprendí que no tenía ni idea de lo que supone una empresa, ni tenía conocimientos ni formación ni base suficiente para entrar en ese mundo; pero también me di cuenta de que, probablemente, era la única manera de sacar adelante mi proyecto, porque necesitaba libertad y capacidad de obrar.
Afortunadamente, varios amigos (por una parte) y personas que conocí en esa época y que resultaron extraordinarias, a las que les debo mucha gratitud, me ayudaron a montar un proyecto empresarial. Desde cero, porque como ya he dicho, la empresa no nace en el contexto de un OPI, que hubiera sido lo normal. Con esta ayuda y bajo el amparo de StartUp Alcobendas, Biohope nace en mayo del año 2015 en la oficina de un notario de Alcobendas.
De entre las personas que estaban ese primer momento, tengo mucho que agradecer en particular a dos: Francisco Tejera, que ha venido conmigo a este acto institucional, y Esther Castellanos. Francisco es economista con experiencia en varios sectores, incluida la Farma. Él me ayudó y lideró el ensamblaje del pequeño embrión «corporativo» de la empresa, cuando sólo estaba yo en ella. Hay muchas cosas que hacer en ese sentido, no sólo tienes que crear un proyecto científico y dotarle de estructura, tienes que crear una estructura empresarial que le dé cobijo. Sin Francisco, Biohope no existiría como la empresa que es. Su dedicación, lealtad y talento para navegar en las tormentas que azotan a una startup ha sido determinante. Nunca se bajó del barco en marcha, y sé que en un par de ocasiones ha estado a punto de hacerlo, pero al final siempre ha permanecido al pie del cañón ayudándome a sacar todo esto adelante.
Esther Castellanos fue la consultora que me ayudó a conseguir la primera financiación europea, cuando no éramos nadie, y que cambió el curso de la empresa. Le debemos mucho en la empresa, sin esa financiación el desarrollo tecnológico no hubiera sido posible. Además, muchos otros amigos me ofrecieron apoyo y consejo, personas que había conocido en todas las etapas profesionales que había ido atravesando previamente.
¿Con qué dinero fundé la empresa? Porque hace falta dinero, como es obvio. Pues el dinero vino de un mecenazgo, como en el Renacimiento, de una familia «con posibles». ¿Por qué me dieron dinero? Por gratitud y porque habían visto cómo trabajo. Una persona de la familia y yo habíamos coincidido en la Fundación Retina, una asociación de pacientes donde yo era voluntaria: ayudé sacar adelante varios proyectos e incluso llegamos a investigar en enfermedades degenerativas de la retina sin presupuesto, a base de favores. Esta persona tenía un problema de visión y un buen día, en una cafetería, me dijo que quería ayudarme con mi proyecto. Yo no sabía que ella de hecho podía ayudarme, nada hacía sospechar su procedencia familiar. Le propuse ir al 50 %, ella ponía un dinero inicial y yo el trabajo. Esto se articuló en unas cuentas en participación, en las que ella ponía a mi disposición una «pequeña» cantidad para poder arrancar.
Con ese dinero, me fui al antiguo Parque Científico de Madrid, en ese momento ya una incubadora privada (que era barata) y alquilé 1/3 de un pequeño laboratorio por el precio de un apartamento en la ciudad. Es decir, no tenía laboratorio propio, compartía con una pyme de genética. Esto resultó bueno en los primeros momentos, porque el director de esa pyme me ayudó a aterrizar y me dio muy buenos consejos. También contraté a un científico para empezar la experimentación y el desarrollo de lo que acabaría siendo Immunobiogram. Yo era la única que no cobraba, para ganarme la vida seguía trabajando en la Complutense de Asociada y hacía consultoría para terceros. Lo que sí hice fue dejar el hospital.
A partir de ahí, comienza la historia de Biohope como empresa. Han pasado nueve años y muchísimas cosas. Durante este tiempo, ha habido muchas personas que han hecho una contribución importantísima al desarrollo de la tecnología, a su validación clínica, a su difusión, la financiación, la creación de la estructura empresarial y la propia cultura de empresa, etc. El listado no es pequeño y no es el momento de hacerlo en este acto, pero salvo algunas excepciones que pasaron por la empresa con poca fortuna, el resto de profesionales han hecho una contribución fundamental a su desarrollo, que es el desarrollo de todos los que la conformamos. Porque una empresa son las personas que la forman.
Podría hablar horas de lo que ha supuesto este camino, pero para no hacer el discurso más largo, prefiero ofrecer unas enseñanzas clave que he vivido durante estos años:
Hoy Biohope es una pyme de 20 profesionales, un 70 % personas directamente relacionadas con el I+D. A fecha de hoy, estamos introduciendo nuestro primer producto en los hospitales: Immunobiogram para personalizar el tratamiento inmunosupresor en trasplante de riñón. Este mes hemos recibido nuestros dos primeros pedidos. Esperamos y confiamos que podamos ayudar de forma significativa a los pacientes trasplantados de riñón a los que se les ha hecho el test para «acertar mejor» con la medicación y evitar así rechazos e infecciones oportunistas.
Nueve años después de su fundación, recuerdo las largas jornadas de trabajo, llenas de debates, conflictos, grandes ideas y, a veces, frustraciones. Cada uno de nosotros aportó su propia experiencia y perspectiva y juntos forjamos un camino dentro del mundo de la innovación biotecnológica, que sigue nuestra misión específica en la Medicina Personalizada como la estrella del Norte.
A lo largo de este viaje, hemos tenido la suerte de colaborar con instituciones, investigadores y comunidades que comparten nuestra visión. Cada paso que hemos dado ha sido un recordatorio de que, cuando trabajamos juntos, podemos lograr cosas extraordinarias. Este premio es un reconocimiento a todos esos esfuerzos y a la dedicación de profesionales que ha colaborado con nosotros, en centros de investigación, hospitales, administración pública, consultores, inversores, etc.
También quiero agradecer a nuestras familias y amigos, quienes han estado a nuestro lado en este viaje, brindándonos su apoyo incondicional. Sin ellos, nada de esto sería posible.
Finalmente, este premio nos motiva a seguir adelante con nuestra misión de la Medicina Personalizada aplicada a las enfermedades inflamatorias crónicas. En Biohope, creemos firmemente que la biotecnología es un campo que tiene el poder de mejorar la vida de las personas y nosotros ponemos todo nuestro empeño en poner nuestro granito de arena en esta gran Historia.
Muchas gracias a todos.
Isabel Portero Sánchez.
Fundadora y CEO de Biohope Scientific Solutions.
«Tenemos muy clara nuestra misión y compromiso: promover que la sociedad española considere a la Ciencia como una actividad deseada y querida, imprescindible para el desarrollo, la mejora de la calidad de vida y la libertad».
«Uno de los retos de la AEC es aportar nuestro granito de arena a la gestión de la investigación, la innovación y la transferencia para que los resultados puedan servir de provecho para la sociedad española en la mejora de nuestras empresas e instituciones».
Excmo. Sr. Vicerrector de Investigación de la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), querido Jesús, Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Sevilla, querido Miguel Ángel, Sra. Vicerrectora de Cultura, Lenguas y Sociedad de la UJI, querida Carmen, Sr. vicerrector de Transferencia, Comunicación y Divulgación Científica, querido Jose Manuel, Sra. Vicerrectora de Estudiantes y Empleabilidad de la Universidad de Alicante (UA), querida Rosario, Sr. Vicerrector de Investigación y Transferencia de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH), querido Ángel, Sr. alcalde de El Campello y vicepresidente primero del Instituto de Ecología Litoral, querido Juanjo, Sra. Directora General de Relaciones de Gobierno de la Universidad de Sevilla, querida Patricia, Sr. Director del Secretariado de Transferencia de la Universidad de Alicante, querido Jose, Sr. vicedecano de la Facultad de Educación de la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU UCH), querido Paco, Sra. Gerente de Red de Universidades para el fomento de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación (RUVID), querida Pilar, Sr. Presidente de la Sociedad Española de Cerámica y Vidrio, querido Miguel, Sr. Director de la Cátedra d’Innovació Ceràmica Ciutat de Vila-real, querido Juan, Sr. Vicepresidente de la Asociación Española de Científicos (AEC), querido Enrique, Sr. Ex presidente de la AEC, querido Jesús, otras autoridades científicas y académicas, socios y socias de la AEC, galardonadas y galardonados en esta XXVI edición de las Placas de Honor de la AEC, presentadores, familiares, profesores, doctores, compañeros y amigos.
Un año más nos reunimos para entregar las Placas de Honor de la AEC. Hace ya 26 años los entonces miembros de su Consejo Rector instituyeron este galardón para poner de manifiesto la excelencia, el esfuerzo y el talento dedicado en España a la generación de conocimiento, a la difusión del mismo y a su aplicación en beneficio de la sociedad.
Nuestra asociación cumple 53 años de vida. Desde su fundación se recoge en sus estatutos el impulso a la transferencia, la colaboración público-privada, la divulgación de la ciencia, la ética en la investigación o la componente humanística de la ciencia, como actividades esenciales para la justa valoración de los científicos y científicas por la Sociedad. Tenemos muy clara nuestra misión y compromiso: promover que la sociedad española considere a la Ciencia como una actividad deseada y querida, imprescindible para el desarrollo, la mejora de la calidad de vida y la libertad. Por ello, quiero mostrar mi gratitud y reconocimiento a todos los presidentes de la AEC que me han precedido por su liderazgo en estas décadas y a los miembros del Consejo Rector por su trabajo y entusiasmo, así como a las entidades protectoras y a los socios y socias que en más de medio siglo de vida de nuestra asociación han permitido conservarla viva, activa y dinámica.
Hoy es un día que formará parte de la historia reciente de la AEC porque, por tercera vez, celebra su acto institucional de mayor relevancia social fuera de la villa y corte de Madrid. Concretamente, en la UJI, en el marco de su hermosa sede de la antigua Lonja del Cáñamo en el corazón de la ciudad, junto al Fadrí y la catedral de Santa María, que tanto significado tienen para todos los castellonenses. Y como castellonense y haciendo honor al corazón de mi ciudad natal, quiero recordar hoy al poeta Bernat Artola en una estrofa de El Pregó: Quin fillol oblidaria la rabassa maternal? Tots devém, en dia tal, ratificar la promesa de mantindre, sempre encesa, la llum de l’amor filial.
Mi más sincero agradecimiento a la Rectora de la UJI, Eva Alcón, al vicerrector de investigación, Jesús Lancis, a la vicerrectora de cultura, Carmen Lázaro Guillamón, y al Consejo de Dirección por su grata acogida y por su entusiasmo y apoyo a la celebración de la gala de la ciencia de la AEC 2024 en estas magníficas instalaciones.
Conozco bien la UJI desde su fundación en 1991. Formé parte de aquel grupo de estudiantes del antiguo Colegio Universitario de Castellón (CUC) adscrito a la Universitat de València (UV) que tanto reivindicamos la creación de una universidad para nuestra ciudad y provincia y, tras finalizar mi Licenciatura en Ciencias Químicas en la UV (campus de Burjassot), regresé en 1992 a la recién creada UJI a realizar los estudios de doctorado gracias a la oportunidad que me brindó el profesor Teófilo Sanfeliu y su grupo de investigación. Desde entonces, la relación ha ido más allá de la Geología o de la Mineralogía Aplicada, acogiéndome siempre con inmenso cariño y afecto. Precisamente en esta misma sala tuvo lugar la presentación del libro homenaje al profesor Sanfeliu que nos dejó en 2015 a cargo del Rector Vicent Climent Jordà. Recuerdo sus palabras de cariño y afecto: «El profesor de la UJI, Teófilo Sanfeliu Montolio, estuvo siempre estrechamente vinculado a su ciudad natal, Castelló de la Plana, a sus tierras tan distintas del interior y de la costa, a sus gentes y a su cultura; fue un científico que siempre tuvo muy presente el componente humanístico y que dio continuidad a una tradición de geólogos castellonenses, de nacimiento o adopción». Sanfeliu recibió la Placa de Honor de la AEC en noviembre de 2013.
También quiero reconocer públicamente la labor de Francisco Pardo Fabregat, vocal del Consejo Rector y vicedecano de la Facultad de Educación de la Universidad CEU Cardenal Herrera, de Concha Andújar, directora de Comunicación de RUVID, y de Cristina Todolí, secretaria de cargo, por cuidar con tanto esmero todos los detalles organizativos y logísticos. Muchas gracias por vuestra profesionalidad y generosidad.
Tras los agradecimientos, continuaré mi intervención con las actividades más destacadas llevadas a cabo por la AEC durante el presente año. La anualidad 2024 la hemos dedicado, además de a la edición del número 33 de nuestra revista Acta Científica y Tecnológica, fundamentalmente, a la preparación y realización de un curso intensivo sobre Ética, Integridad y Responsabilidad Social en la Investigación, contando con un magnífico plantel de profesorado. Al citado curso, asistieron más de 400 científicos y científicas, así como personal investigador en formación y se realizó en modalidad presencial y a distancia. El curso se desarrolló los días 26, 27 y 28 de junio en la Escuela de Doctorado de la UMH, contando con el patrocinio de la Fundación DRO y con la colaboración de Casa Mediterráneo.
Los Códigos de Buenas Prácticas Científicas engloban un conjunto de indicaciones sobre la práctica de la actividad científica, destinados a favorecer la calidad de la investigación realizada y a prevenir problemas de integridad en el comportamiento de los científicos, del personal investigador en formación y de los estudiantes que participan en actividades de investigación. Debo resaltar que su contenido es siempre complementario a lo que ya disponen las normas legales existentes y debe ser actualizado permanentemente por los Comités de Ética e Integridad en la Investigación.
Las universidades, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y otros centros de investigación deben alinear dichos códigos a los nuevos requerimientos ético-legales, así como con el concepto de investigación e innovación responsable que define la Comisión Europea y con los principios y valores que emanan de la Agenda 2030, y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
Además, en unos tiempos en la que hasta la producción científica se cuestiona, es importante profundizar en los conceptos que tienen como finalidad maximizar la integridad científica de personal investigador en formación. Les recomiendo prestar atención a dos documentos de referencia en integridad científica: el Código Europeo de Conducta para la Integridad en la Investigación, publicado por ALLEA (All European Academies), y The Concordat to Support Research Integrity, un acuerdo que busca proporcionar un marco nacional, entre cuyos firmantes están las universidades, para garantizar la buena conducta en investigación.
Otro paso más en el concepto de integridad en la investigación es el concepto de «Investigación e Innovación Responsable» (IIR), que constituye un enfoque que anticipa y evalúa las implicaciones potenciales y las expectativas sociales con respecto a la investigación y la innovación, con el objetivo de fomentar el diseño de investigación e innovación inclusivas y sostenibles. La IIR implica que los actores sociales (investigadores, ciudadanos, administraciones, empresas, etc.) trabajen juntos durante todo el proceso de investigación e innovación para alinear mejor tanto el proceso como sus resultados con los valores, necesidades y expectativas de la sociedad.
En la práctica, la IIR se implementa como un paquete que incluye la participación de múltiples actores y la ciudadanía en la investigación y la innovación, lo que permite un acceso más fácil a los resultados científicos (ciencia abierta), la incorporación del género y la ética en el contenido y proceso de investigación e innovación y la educación científica formal e informal. La Comisión Europea describe la IIR como un marco que consiste en seis áreas de acción clave: compromiso público y participación ciudadana, acceso abierto, igualdad de género, ética e Integridad, educación científica y gobernanza. Las seis áreas clave se promueven a través de acciones integradas que promueven el cambio institucional, para fomentar la adopción del enfoque de IIR por parte de todos.
Los científicos y las científicas debemos tener presentes estas seis áreas de acción para su promoción y aplicación, en el ámbito de nuestras competencias y posibilidades, en nuestra actividad diaria, especialmente en las actividades de investigación o formación en investigación que realicemos.
Por todo ello, la AEC ha querido contribuir de la mano de la Escuela de Doctorado de la UMH, el CSIC, Casa Mediterráneo y la Fundación DRO a la formación en ética, integridad de la investigación y responsabilidad social organizando un curso intensivo en modalidad presencial y online de tres días de duración. Las intervenciones de los ponentes están grabadas en video y disponibles para todos los socios interesados.
A la segunda parte de este discurso, le he querido dar un tono más reivindicativo, pues me entristece mucho la situación de la ciencia en España, a pesar de que debemos reivindicar el heroísmo de nuestras y nuestros investigadores, pues la producción científica en España es sorprendente por la cantidad de trabajos publicados y, cada vez, en mejores revistas. No voy ni deseo aburrirles con datos y cifras extraídas de INE, pero si debo indicar que, además de la escasez de recursos, en España hay grandes trabas burocráticas para utilizarlos, pues no somos capaces de ejecutar presupuestos entre procesos de contratación y fiscalización.
El dinero nunca llega a tiempo y los escasos presupuestos no se ejecutan más allá del 60-65 %, por lo que se requieren nuevos mecanismos mucho más ágiles y sencillos. Además, la mayor parte de los investigadores, hasta que llegan a un puesto fijo, pasan por contratos precarios, en proyectos de investigación de duración muy corta, lo cual aboca a muchos científicos a expatriarse. La situación para los jóvenes investigadores es desesperada. Para ellos y ellas, es una tragedia, y para el sistema español de ciencia y tecnología es un gran despilfarro económico.
Nuestra sociedad debe entender que España, como país miembro de la Unión Europea, está recibiendo fondos de diferentes programas europeos, como el Next Generation que, si no son bien empleados, pueden producir efectos no deseados. Únicamente la inversión en Ciencia, la valoración del personal investigador y su equiparación y dignificación son el auténtico método de progreso. Por ello, la AEC se ofrece como interlocutor con los gobiernos central y autonómicos para ayudar a que tanto las directrices científicas como el avance y promoción de la carrera científica española sean políticas fundamentales en el presente y futuro.
Queremos servir de reflexión y reconsideración de las necesidades de España en la investigación científica y tecnológica para poder conocer el peso que tenemos en un mundo globalizado, evaluar y valorar lo que estamos haciendo en ciencia y tecnología.
Nunca me cansaré de insistir, en los foros a los que asisto, que España tiene sus propios problemas y recursos, por lo que debe diseñarse un modelo propio de investigación. Nuestros problemas de recursos hídricos, desertización, cambio climático, eventos extremos, la España vaciada, nuestras infraestructuras turísticas, especialmente en nuestro litoral, incendios forestales, inundaciones, salud, energía, agua, etc., son cuestiones que nunca afrontará una Ciencia mimética. Esta priorización de nuestras realidades sociales, coyunturales y valores culturales no deben surgir de decisiones políticas precipitadas, sino que compete a científicos e intelectuales cuya existencia y dotación económica sí depende de gobiernos y administraciones.
Uno de los retos de la AEC es aportar nuestro granito de arena a la gestión de la investigación, la innovación y la transferencia para que los resultados puedan servir de provecho para la sociedad española en la mejora de nuestras empresas e instituciones, repercutiendo en la generación de puestos de trabajo cualificados.
La última parte de esta intervención, como no puede ser de otra forma, va dedicada a las galardonadas y galardonados con las Placas de Honor de la AEC 2024. Un año más, la AEC distingue a un reducido número de investigadores españoles de relevancia internacional de entre los muchos recursos humanos de investigación que, sin duda, lo merecen sobradamente por dar respuestas a la necesidad que tienen los seres humanos de comprender el mundo y comprenderse a sí mismos. Todos los galardonados, aunque proceden de disciplinas distintas, tienen en común su empeño y obsesión por conocer cómo es y cómo funciona la naturaleza, y por enfocar esta curiosidad que los atrae y dinamiza en resolver cuestiones de gran relevancia científica. Todos ellos y ellas merecen nuestro agradecimiento y reconocimiento. Y a sus destacados méritos científicos debo añadir su calidad humana y su empatía.
Nombraré a continuación, por orden de intervención, a los premiados de esta 26ª edición en la categoría de científicas y científicos destacados. En primer lugar, al Dr. Guillermo Monrós Tomás, catedrático de Química Inorgánica de la UJI, por sus contribuciones de alto impacto y relevancia internacional en el ámbito de la ciencia y tecnología de los materiales cerámicos y vítreos. Asimismo, por su gran trayectoria investigadora y de transferencia del conocimiento a la industria cerámica española y, en particular, al sector de fritas y esmaltes cerámicos, obteniendo formulaciones de altas prestaciones y respetuosas con el medio ambiente.
En segundo lugar, al Dr. Luís Blanco Dávila, profesor de investigación en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del CSIC, por sus investigaciones de relevancia internacional sobre las proteínas encargadas de copiar el material genético y su dilatada trayectoria de transferencia del conocimiento generado en forma de patentes licenciadas y creación de empresas de base tecnológica.
Finalizaré esta modalidad mencionando al Dr. Miguel Ángel Castro Arroyo, catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla, por sus contribuciones de relevancia a nivel internacional y de alto impacto en ciencia y tecnología de materiales que han representado una serie de importantes avances realizados en el estudio de la interfase sólido-líquido a través de técnicas de dispersión y difracción de Rayos X y Neutrones.
En la categoría de difusión y divulgación de la ciencia, se premia al catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Murcia, Dr. José Manuel López Nicolás, por su intensa actividad de transferencia del conocimiento, tanto a nivel industrial como a nivel de comunicación científica a la sociedad, junto con sus investigaciones de relevancia internacional en el campo de la Bioquímica y Biotecnología enzimática.
En la categoría de entidades, se otorga la Placa de Honor 2024 a la Fundación Instituto de Ecología Litoral por su relevante contribución científica y tecnológica a la conservación de los ecosistemas marinos, litorales y terrestres a través de la investigación, realización de informes técnicos, asesoramiento y el fomento del respeto a nuestro litoral mediterráneo y al seguimiento y conservación de las praderas de Posidonia oceánica. Asimismo, por su intensa labor de divulgación y fomento de una política de protección y defensa del medio ambiente y de apoyo a un modelo de desarrollo sostenible mediante publicaciones, proyectos, congresos científicos, cursos o ciclos de estudios y la promoción del voluntariado.
En la categoría de empresas, se otorga la Placa de Honor 2024 a Biohope Scientific Solutions, por la misión de la empresa en desarrollar herramientas de diagnóstico de medicina de alta precisión para lograr un conocimiento único del paciente y una terapia personalizada para cada persona.
Mi más sentida y sincera felicitación a todos los galardonados y galardonadas por la AEC.
Una vez concluida la entrega de las seis Placas de Honor AEC 2024, clausurará el acto el Sr. Vicerrector de Investigación de la UJI, Jesús Lancís, quien ha tenido, a pesar de su complicada agenda, la amabilidad de presidir este acto y acompañarnos en un día tan entrañable para nuestra sociedad en representación de la UJI, pero también de todo el personal investigador de las universidades españolas, convertidas junto con el CSIC en organismos clave para la articulación de la investigación en España en todos los ámbitos del saber.
Como ya he reiterado en muchas de mis intervenciones, reivindiquemos en esta modesta, pero entrañable Gala Anual de la Ciencia, a nuestros científicos y científicas y a la Ciencia como potente arma de progreso y libertad frente al negacionismo y la mediocridad.
Los animo a disfrutar intensamente de esta velada. Muchas gracias por su asistencia y compromiso con la Ciencia.
Muchas gracias.
Manuel M. Jordán Vidal.
Presidente de la AEC.
«Celebramos el reconocimiento a quienes han dedicado su trayectoria a un propósito tan loable como el de generar y compartir conocimiento, la base sobre la que pivota el progreso y el bienestar social».
«La investigación no puede ser un proceso aislado; debe estar al servicio de las personas, de los desafíos que enfrentamos como sociedad y de la construcción de un futuro más justo, sostenible e inclusivo».
Rector de la Universidad de Sevilla, Vicerrectores y vicedecanos, estimados miembros de la Asociación Española de Científicos, Gerente de RUVID, autoridades académicas y científicas, queridos colegas, señoras y señores:
Es un honor para la Universitat Jaume I de Castelló (UJI) ser la anfitriona de este acto de entrega de las Placas de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC). Y lo hacemos, precisamente, en la sede de la Ciudad de la UJI, la Lonja del Cáñamo, un edificio histórico y un espacio que queremos impulsar como punto de encuentro entre la universidad y la sociedad.
Hoy celebramos el reconocimiento a quienes han dedicado su trayectoria a un propósito tan loable como el de generar y compartir conocimiento, la base sobre la que pivota el progreso y el bienestar social. A todos ellos, mi sincera enhorabuena.
Permítanme, en primer lugar, agradecer a la AEC su trabajo incansable en defensa de la investigación científica y la divulgación del conocimiento. Esta institución ha sido, desde sus inicios, un pilar fundamental para la promoción de la ciencia, contribuyendo no sólo a dar visibilidad al trabajo de nuestros investigadores e investigadoras, sino también a fomentar una cultura científica en nuestra sociedad. Una sociedad que, más que nunca, necesita comprender el valor de la investigación para afrontar los grandes retos del presente y del futuro.
En este contexto, quiero aprovechar la ocasión para destacar la importancia de promover la investigación, no solo en términos de producción científica, sino también de su difusión, su impacto y su utilidad para la sociedad. La investigación no puede ser un proceso aislado; debe estar al servicio de las personas, de los desafíos que enfrentamos como sociedad y de la construcción de un futuro más justo, sostenible e inclusivo.
La divulgación científica, entendida como el puente entre la actividad investigadora y la sociedad, juega un papel clave en este proceso. La ciencia debe ser accesible a todos, debe despertar la curiosidad y debe mostrar cómo el conocimiento tiene el poder de transformar el mundo.
Sin embargo, este impacto positivo no se logra de forma aislada. Requiere del esfuerzo conjunto de instituciones, personal investigador, administraciones públicas y, por supuesto, de fundaciones y asociaciones como la que hoy nos reúne.
Desde la UJI, compartimos plenamente este compromiso con la investigación. Nuestra universidad nació con una clara vocación investigadora y, desde entonces, hemos trabajado incansablemente para consolidarnos como un referente en la generación y transferencia de conocimiento.
En este sentido, quiero destacar que la UJI es una de las universidades españolas que ha obtenido el sello de excelencia HRS4R (Human Resources Strategy for Researchers), otorgado por la Comisión Europea.
Este reconocimiento refleja nuestro compromiso con la investigación ética y responsable, con la promoción del talento investigador y con la creación de un entorno académico que respeta y fomenta los más altos estándares de calidad.
También hemos sido una de las primeras universidades en contar con un plan de acción para la reforma del sistema propio de evaluación de la actividad científica a través de nuestra adhesión a CoARA.
Esta estrategia se elabora para mejorar la calidad, la ejecución y el impacto de la investigación de la UJI y recoge los principios en los que deben basarse los criterios y los procesos de evaluación: la calidad y el impacto, la diversidad, la inclusión y la colaboración.
Y no nos detenemos ahí.
Nuestro Plan de Promoción de la Investigación y la Transferencia de Conocimiento se alinea con nuestra visión de universidad comprometida con la sociedad. Apostamos por proyectos que no solo contribuyan al avance del conocimiento científico, sino que tengan un impacto tangible y positivo en nuestro entorno. Porque creemos firmemente que la investigación debe ser una herramienta para construir un mundo más justo, inclusivo y sostenible.
La labor que desarrollamos en la UJI sería imposible sin el talento y la dedicación de nuestros investigadores e investigadoras. Y para apoyarlos, trabajamos para consolidar la gobernanza ética de la investigación y generar un entorno laboral estimulante y favorable para la realización de la actividad investigadora. Y que ello contribuya de manera necesita a promover una actividad científica al servicio de la sociedad y que aporte soluciones reales.
Y los resultados que estamos obteniendo, avalan esa apuesta y nos animan a seguir trabajando por y para la ciencia. Solo por citar algunos ejemplos, en cuanto a la investigación y la innovación, cuando todavía estamos a mitad de vigencia del programa Horizonte Europa, en la UJI ya hemos captado 9,8 millones de euros, casi la misma financiación de todo el programa marco anterior.
Igualmente, hemos incorporado investigadores e investigadoras que permiten el despliegue de líneas de investigación innovadoras y, de este modo, ampliar nuestra capacidad de científica gracias a la obtención de fondos europeos en convocatorias estatales competitivas.
Y con 4,8 millones de euros, también representamos el 15% del presupuesto asignado a las universidades públicas, por encima de nuestro peso porcentual en volumen de estudiantes, en convocatorias de proyectos de I+D+i de la Generalitat Valenciana.
Para concluir, quiero expresar mi más sincera felicitación a los galardonados y galardonadas en este acto. Vuestra trayectoria es un ejemplo de lo que significa dedicarse a la ciencia con pasión, rigor y responsabilidad. Sois un modelo a seguir para las nuevas generaciones de investigadores.
A la AEC, gracias por vuestra dedicación y por permitirnos, una vez más, ser partícipes de vuestro trabajo. Este acto es también una llamada a seguir trabajando juntos para fortalecer la investigación, garantizar su divulgación y asegurar su impacto en la sociedad.
En la UJI, seguiremos apostando por la investigación, no sólo como una de nuestras señas de identidad, sino como un compromiso ineludible con el desarrollo de nuestra comunidad y con el progreso global.
Muchas gracias.
Jesús Lancis.
Vicerrector de Investigación y Transferencia de la Universitat Jaume I de Castelló.