Placas de Honor 2002

5ª edición – 12/12/2002

Felipe Criado Boado

Profesor de Investigación en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento del CSIC

Discurso de entrega

Felipe Criado Boado, Placa de Honor al mérito científico de la Asociación Española de Científicos (AEC) 2002, es arqueólogo. Su trayectoria científica ha estado ligada a la Universidad de Santiago de Compostela, donde obtuvo su licenciatura (1982) y doctorado (1989) y de la que fue profesor titular desde 1991.

En 2000, se integra en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) como Profesor de Investigación en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, y, desde 2003, ocupa el cargo de coordinador científico-técnico del Área de Humanidades y Ciencias sociales.

«Puede decirse que muchas cosas han cambiado, para bien, en la Arqueología como consecuencia de los caminos abiertos por Felipe Criado»

Resulta poco menos que imposible hacer justicia a la trayectoria científica del profesor Criado en una presentación tan breve como esta. Y no me refiero sólo a la imposibilidad material de sintetizar en pocas líneas un curriculum tan denso en iniciativas y realizaciones, tan diversificado en sus centros de interés y planos de actividad y, al mismo tiempo, tan coherente y comprometido con una idea de lo que su disciplina, la Arqueología, puede y debe ser hoy y con el programa de práctica científica (y praxis social) que de esta idea se deduce. Sólo me cabe tratar de dar idea a los lectores de Acta Científica y Tecnológica de la importancia de esa trayectoria, de esa idea de la Arqueología y de las realizaciones que resultan de su práctica en la configuración actual de nuestra disciplina y en el planteamiento de su futuro. Porque, en efecto, puede decirse que muchas cosas han cambiado, para bien, en la Arqueología como consecuencia de los caminos abiertos por Criado.

En primer lugar, en el plano de la propia definición de la Arqueología y su teoría, un campo especialmente problemático para una disciplina fronteriza, como es la nuestra. Criado ha desarrollado una permanente labor en este campo desde sus primeros trabajos en los ochenta, como destacado representante de la generación de arqueólogos españoles que emprendimos durante esa década la ruptura con los caducos moldes de la «concepción heredada». Pero, incluso en esta tarea generacional de renovación, la posición de Criado fue extremadamente original: mientras que la mayoría de sus contemporáneos la abordábamos desde posiciones más o menos comprometidas con el neo-positivismo y el materialismo, él aportaba un caudal de pensamiento procedente del estructuralismo y otras tradiciones, reivindicando para el conocimiento arqueológico los extensos territorios de lo simbólico, lo imaginario y el pensamiento, para desde ellos abordar la interpretación de las sociedades del pasado. Esta posición resultaba entonces doblemente subversiva, puesto que chocaba tanto con la «concepción heredada» como con la mayor parte de las visiones «renovadoras».

«Ha sido decisiva la contribución de Criado a la definición y consolidación de la Arqueología del Paisaje como campo de interés disciplinar que ha marcado el desarrollo de la Arqueología en las dos últimas décadas»

Pero, a la larga, puede decirse que Criado, más que cualquier otro autor, ha venido desarrollando un pensamiento arqueológico coherente y completo, que ha resultado tremendamente fecundo, influyente y atractivo incluso para quienes nos movemos en coordenadas teóricas diferentes. Creo que eso es lo mejor que puede decirse sobre la aportación de un teórico.

 

La forma ejemplar en la que ese pensamiento se ha aplicado a la práctica tiene también un valor de paradigma para el conjunto de la disciplina. El principal logro de esta práctica ha sido la decisiva contribución de Criado a la definición y consolidación de la Arqueología del Paisaje como campo de interés disciplinar que ha marcado el desarrollo de la Arqueología en las dos últimas décadas. El enfoque de Criado en este campo ofrece un ejemplo de cómo un discurso teórico extremadamente profundo en su alcance intelectual puede al mismo tiempo dar lugar a una práctica científica extraordinariamente eficaz, incluso juzgada desde las perspectivas más convencionales de la disciplina.

 

Así, los resultados obtenidos en sus investigaciones no sólo ofrecen inéditas perspectivas interpretativas sobre lo que ya sabíamos acerca los problemas en los que ha trabajado (centrados sobre la prehistoria reciente del NW peninsular: Neolítico, Megalitismo, Edad del Bronce, Cultura Castreña, Arte Rupestre…), sino que han supuesto un crecimiento objetivo de nuestros conocimientos sobre ellos, demostrando una vez más que no hay una buena práctica posible sin una buena teoría, al desvelar aspectos hasta ahora desconocidos del registro arqueológico gallego.

 

Pero, ninguna de estas realizaciones hubiera sido posible si la práctica de la investigación básica por Criado, que hasta aquí he comentado, no estuviera indisolublemente ligada a su concepción visionaria de lo que debe ser la investigación aplicada en Arqueología hoy. En este sentido, la creación en 1991 del Grupo de Investigación en Arqueología del Paisaje en la Universidad de Santiago de Compostela (USC) debe considerarse también un hito transcendente en nuestra disciplina. Este grupo se integró en 1997 en el Instituto Tecnológico de la USC como Laboratorio de Arqueología y formas culturales y en la actualidad se vincula como «unidad asociada» al Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento del CSIC. Constituido por más de treinta investigadores y técnicos, y dotado de infraestructuras y recursos tecnológicos punteros, constituye sin duda, la más importante unidad autofinanciada de investigación desarrollada dentro de un OPI en el campo de las Humanidades.

«La labor del grupo liderado por el profesor Criado ha producido, por otra parte, un corpus sistemático de líneas metodológicas y protocolos de actuación que han contribuido de forma decisiva a elevar la calidad de las actuaciones patrimoniales en toda España»

Esta unidad ha mostrado la potencialidad de los centros públicos en la satisfacción de la demanda social creada por la creciente sensibilidad  ante la conservación y puesta en valor del patrimonio arqueológico, y la posibilidad de satisfacer esta demanda con altas exigencias de calidad científica, así como de transformar los resultados de actuaciones técnicas (evaluaciones de impacto de obras públicas, seguimiento de las mismas, proyectos de puesta en valor de yacimientos, conjuntos y paisajes arqueológicos, etc.) en materiales científicos de primer orden. La labor del grupo liderado por el profesor Criado ha producido, por otra parte, un corpus sistemático de líneas metodológicas y protocolos de actuación que han contribuido de forma decisiva a elevar la calidad de las actuaciones patrimoniales en toda España, y constituyen una referencia ineludible en el campo de la Arqueología pública.

 

La actividad de Criado no se limita a estos tres frentes que acabo de comentar, sino que se extiende a casi todos los posibles registros de la actividad científica: dirección de tesis doctorales, actividad docente en centros nacionales e internacionales, presencia activa en importantes organismos asociativos profesionales internacionales y en comités editoriales de varias revistas científicas, cooperación con científicos de Europa, América y Asia, dirección de proyectos, organización de eventos científicos, etc. Ha producido una ingente cantidad de escritos (11 libros, 96 artículos científicos, 19 artículos de divulgación, 54 comunicaciones a congresos…). Hay que señalar también su preocupación activa por la relevancia social de la Arqueología y por nuevas formas de comunicación del conocimiento.

 

En fin, contemplando el curriculum vitae del profesor Criado, uno queda deslumbrado por la calidad, cantidad, originalidad y peso específico de sus aportaciones a la Arqueología y, en términos más generales, a la dignificación científica de las disciplinas humanísticas. Si, además, uno tiene la fortuna de conocerle personalmente, y sabe de la riqueza de su vida familiar y social, su capacidad de disfrutar de la vida, de dar y recibir afecto, no puede por menos de preguntarse: ¿cómo es posible utilizar tan eficientemente el tiempo?

 

En fin, aunque hay colegas que hablan de misteriosos pactos fáusticos, los que conocemos a Felipe sabemos que su secreto está, precisamente, además de en su extraordinaria capacidad de trabajo, en su calidad humana: su capacidad de rodearse de excelentes colaboradores y formar equipos ilusionados, su generosidad, su disposición para escuchar y aprender, su curiosidad intelectual contagiosa. En resumen, su habilidad para tejer redes de cooperación científica que funcionan bien, porque también lo son de amistad.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC

Francisco Sánchez Martínez

Fundador del Instituto de Astrofísica de Canarias

Discurso de entrega

Tuvimos nuestras dudas para conceder a Francisco Sánchez Martínez la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC). Nuestra modesta distinción a una figura tan abrumadoramente reconocida y premiada se nos antojaba tan cuestionable y fuera de lugar como conceder un premio de redacción castellana a Miguel de Cervantes y Saavedra.

Sobre todo, si se tiene en cuenta que la intención más viva de nuestra Asociación es distinguir a científicos emergentes en cuanto a excelencia que quedan ayunos de premios y reconocimientos, porque tira mucho la inclinación a distinguir a los que ya están sobradamente distinguidos y aun a los «budas» de la Ciencia, resultando así que el prestigio de la institución premiadora se acrecienta más que el del premiado.

A nosotros nos gusta más el papel de profetas y, en la medida en que un premio puede alentar, consolidar, caracterizar y dar a conocer a un científico nos gusta más el papel de Pimpinela Escarlata.

«Todavía no ha triunfado en España la idea que como Francisco Sánchez nadie encarna en nuestra patria: la importancia de la promoción y de la gestión científica»

A pesar de todo esto, nos alegramos de haber dado nuestra distinción a Francisco Sánchez, porque si él es un triunfador a escala mundial (quizá más conocido y reconocido allende nuestras fronteras) todavía no ha triunfado en España la idea que como él nadie encarna en nuestra patria: la importancia de la promoción y de la gestión científica.

Francisco Sánchez, que es un importante investigador en Astrofísica, ha sacrificado gran parte de su carrera investigadora para convertir a Canarias, y, por tanto, a España, en una fascinante ventana para la observación, el estudio y el conocimiento del Universo en que vivimos. Gracias a él, las islas de Tenerife y La Palma son un formidable emporio tecnológico para la observación del cielo, un ágora cotidiana para el encuentro y la reflexión conjunta de los más notables astrofísicos del mundo, una escuela dotada de los mejores medios para la formación de futuros astrofísicos tanto españoles como extranjeros, y un foco imaginativo y variado de divulgación cultural en estas materias.

La historia de este toledano de 67 años tiene el signo de la aventura y de la imaginación creadora. Una aventura con ribetes de épica del Far West o del llanero solitario, si recordamos el comienzo de su empeño, cuando en 1961 se estableció casi en la cumbre del Teide, en un habitáculo desprotegido, y con la pretensión de demostrar que aquel espacio era el óptimo para la observación celeste. Sólo su mujer le acompañaba, pero, no era la casi soledad convivencial lo más duro de su aislamiento, sino la inexistencia de unas especificaciones metodológicas y métricas para plantear su trabajo, de forma que tuvo que ser él mismo el creador de la textura conceptual y de las tablas de medidas pertinentes.

«En 1964, tras haber descubierto el cielo de Canarias para la astrofísica, Francisco Sánchez empieza a recoger su siembra»

En 1964, tras haber descubierto el cielo de Canarias para la astrofísica, Francisco Sánchez empieza a recoger su siembra. La Universidad de Burdeos instala el primer telescopio profesional en el Observatorio del Teide. Surge entonces el primer grupo de investigación astrofísica de España, comienzan las tesis doctorales en astrofísica, los artículos de revista científica, las comunicaciones a congresos. Este primer paso marca la pauta de lo que habrá de hacer Francisco Sánchez al servicio de la astrofísica española: vender cielo canario.

 

Porque las instituciones científicas extranjeras que habrán de instalar sus observatorios en las islas tendrán que pagar un canon de utilización (generalmente un 20 % del tiempo de uso) a la investigación astrofísica española.

 

Cinco años después, en 1969, se instala en el Teide el primer telescopio solar. Los astrofísicos europeos aceptan unánimes las excelencias del cielo de Canarias y las autoridades políticas españolas, tanto nacionales como canarias, caen en la cuenta del valor fungible que tiene el espacio de las islas. En 1972, el Imperial College de Londres inaugura en el observatorio del Teide el mayor observatorio de infrarrojos del mundo, y, al año siguiente, en la Universidad de La Laguna, se crea el Instituto Universitario de Astrofísica que incorpora al Observatorio del Teide. Dos años después, por acuerdo entre la Universidad de La Laguna, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Mancomunidad Insular de Cabildos de la provincia de Santa Cruz de Tenerife se crea el Instituto Astrofísico de Canarias.

 

En 1975, Francisco Sánchez considera que ha llegado el momento de dar una inflexión docente y formadora a su empresa: es el primer Programa Nacional para la Formación de Investigadores en Astrofísica que se realiza en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Tres años después se inicia en la Universidad de La Laguna la licenciatura en Física aplicada a la astrofísica. En 1979, se firman los acuerdos con Dinamarca, Suecia, y Reino Unido a los que abren sus puertas los observatorios del Teide y del Roque de los Muchachos de La Palma. En 1982, el Parlamento español declara al Instituto de Astrofísica de Canarias Consorcio Público. En 1983, comienza en dicho instituto la Escuela de Posgrado que recibe y mantiene un número apreciable de «astrofísicos residentes». En ese mismo año, Alemania firma su acuerdo de adhesión a la actividad astrofísica en Canarias, a la que luego se sumará Finlandia (1986), Noruega (1986), y Francia (1988).

 

En 1985, con motivo de la inauguración oficial del Instituto de Astrofísica y de los Observatorios del Teide y de La Palma acuden a las islas monarcas y miembros de familias reales de España, Dinamarca, Reino Unido, Países Bajos, y Suecia, más los Jefes de Estado de Alemania e Irlanda, doce ministros europeos y cinco premios Nobel.

 

No podemos extendernos a mencionar toda la cadena de instalaciones de observación y estudio que sigue a lo anteriormente enucleado hasta llegar a 1996, año en que se decide la construcción del Gran Telescopio de espejo segmentado, de diez metros de diámetro y, sin duda, el mayor del mundo.

 

En el IAC no sólo se diseña y se construye instrumentación astrofísica, sino que la búsqueda y construcción de sus propios equipamientos y aparatajes produce un enracimamiento tecnológico que redunda en beneficio del sistema productivo canario y en la creación de empresas como Galileo, Ingeniería y Servicios, S.A. Estas felices derivaciones demuestran que la aventura del conocimiento (sea científico, tecnológico o innovador) constituye un frente unívoco hasta por lo que respecta a sus aplicaciones prácticas y rendimientos económicos, algo que siempre ha tenido muy en cuenta este formidable promotor de la Ciencia astrofísica. Su visión globalizadora del fenómeno científico le lleva a contar con la sociedad total y a preocuparse por la divulgación de la Ciencia, consciente de que nunca la Ciencia gozará en España de un estatuto consolidado y operativo, si la sociedad española en general no eleva su nivel de cultura científica.

 

Por eso, ha promovido la creación del Museo de la Ciencia y del Cosmos, en La Laguna, estuvo presente en la Exposición Universal de Sevilla, da cursillos de una semana a profesores de enseñanza de grado medio, organiza las llamadas Fiestas de la Estrellas, etc. Cualquier párrafo que expongamos de la actividad de Francisco Sánchez tiene que terminar siempre con la expresión etcétera, etcétera, porque resulta inabarcable.

 

Nos hemos atrevido a dar nuestra Placa de Honor AEC 2002 a Francisco Sánchez -tiene más de 20 premios de importancia mundial y es miembro distinguido de 22 instituciones científicas del mayor prestigio- para ponerlo como argumento integral y tumbativo en la definición del hecho científico que hoy está bastante oscurecido por la adoración de la tecnología y la innovación en los medios gubernamentales y políticos y muy desnaturalizado por los científicos, que piensan haber cumplido con su menester cuando han lanzado un paper.

«No veo en la historia moderna y contemporánea de España un nombre más importante que el de Francisco Sánchez en la promoción de la Ciencia española»

Si algo resulta imposible, tras conocer la obra de Francisco Sánchez, es preguntarse para qué sirve la Ciencia. Él es un científico, un gestor de ciencia y un preocupado por la cultura científica del pueblo. O sea, es todo lo que atañe a la cuestión, y es eso lo que hemos querido resaltar. ¿Que además lo es en grado portentoso? Eso ya lo saben en el mundo entero. No acredita mucho hacer esta clase de afirmaciones relativas o comparativas, pero, no veo en la historia moderna y contemporánea de España un nombre más importante que el suyo en la promoción de la Ciencia española. Él ha convertido a Canarias y a España en La Meca de la astrofísica europea y, si siguen así las cosas, y España sigue ayudando, puede que, no tardando, tengamos que hablar de una preeminencia mundial. Y, después de todo esto, hay que decir que es un tipo sencillo de trato y sumamente simpático, algo que de seguro le ha ayudado en sus hábiles manejos nacionales e internacionales.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC

ISMIC

ISMIC, Instituto San Miguel de Iniciativas Científicas

Discurso de entrega

La Asociación Juvenil ISMIC (Instituto San Miguel de Iniciativas Científicas), con sede en Madrid y delegaciones en diversos lugares de la geografía española, ha sido galardonada este año con la Placa de Honor 2002 que concede anualmente la Asociación Española de Científicos (AEC), que ha decidido en la Junta de Gobierno celebrada el pasado 17 de septiembre conceder dicho honor al ISMIC por su valiosa aportación a lo largo de su historia de casi 35 años en favor del fomento de las vocaciones científicas entre la juventud en nuestro país.

«Tener buenos y muchos científicos en España requiere como paso previo a todos, sembrar desde la infancia y la juventud el interés y amor por la actividad científica y tecnológica»

Con la concesión y entrega de estas Placas de Honor, la AEC que cuenta entre sus miembros a destacados científicos españoles y divulgadores de la Ciencia, pretende no sólo premiar una trayectoria dedicada al crecimiento y desarrollo de la Ciencia en nuestro país en todos sus aspectos: científicos, tecnológicos, de desarrollo, de divulgación, etc., sino también estimular el entusiasmo, apoyo social y empresarial que tanto necesita la Ciencia española, a pesar de los esfuerzos de todo tipo que se vienen realizando en nuestro país en este sentido en los últimos años. Tener buenos y muchos científicos en España requiere como paso previo a todos, sembrar desde la infancia y la juventud el interés y amor (lo que todos llamamos vocación) por la actividad científica y tecnológica.

«El ISMIC ha realizado una intensa labor de fomento del espíritu científico e investigador entre la juventud haciéndola compatible con el sentido humano que debe tener la tarea científica»

En este sentido, durante ya su larga historia. el ISMIC ha realizado una intensa labor de fomento del espíritu científico e investigador entre la juventud haciéndola compatible con el sentido humano que debe tener la tarea científica. Sin entusiasmo no se puede lograr nada en la vida y el Fundador y presidente del ISMIC, presente hoy entre nosotros, mi apreciado amigo, Luis San Miguel de la Cámara, ha sabido contagiar este entusiasmo por la Ciencia entre miles de jóvenes españoles, y muchos de ellos no tan jóvenes ahora (aunque siempre de espíritu) que ahora nos dedicamos ya profesionalmente a la actividad científica.

El ISMIC, a lo largo de sus etapas, ha pasado por toda clase de vicisitudes y ha superado siempre numerosos problemas e incomprensiones para sobrevivir como asociación, a pesar de sus numerosos logros entre los que cabe destacar: en sus inicios, la concesión del Premio Holanda (que concedía entonces la cadena SER y la empresa Philips); los cursos de Astronomía, que se celebraron en estrecha colaboración con la Universidad Complutense de Madrid; las innumerables Exposiciones Itinerantes que se han celebrado hasta la fecha en numerosas ciudades españolas; la creación y actividad durante más de siete años del primer y, creemos que, única Aula Científica Municipal en Torrelodones; la publicación periódica de la revista La Neurona, que dedicó un número monográfico al 90 Aniversario de la Concesión del Nobel a Cajal con participación de destacados miembros de la vida política y científica española; etc. Y todo ello llevado con la bandera de la independencia respecto a cualquier grupo o sector, lo que ha hecho siempre mucho más difícil la inmensa tarea del ISMIC.

Por todo ello, felicitamos a esta Asociación, animándola y apoyándola para que siga siendo germen de crecimiento de nuevos científicos o, al menos, de ciudadanos defensores y amantes de la Ciencia desde otras actividades profesionales.

Jesús María Rincón
Profesor de investigación del CSIC

Grupo Antolín

Grupo Antolín

Discurso de entrega

Es posible que el atento lector no haya oído hablar del Grupo Antolín. Pero, es más difícil que el atento lector no tenga nada que ver con el Grupo Antolín. Cada vez que pone sus honorables posaderas en el asiento de un auto BMW, Daimler-Chrysler, Ford, General Motors, Renault, Volkswagen, Peugeot, Hyundai y alguna otra marca del Extremo Oriente, es más que probable que esté sentándose en un producto del Grupo Antolín.

«Grupo Antolín investiga, diseña y produce el habitáculo interior del automóvil, y opera a través de 63 establecimientos de producción o de asistencia técnica, con 7.100 empleados, repartidos por el mundo»

Y eso aún en el caso de que tal automóvil sea de importación. Porque el Grupo Antolín, que investiga, diseña y produce el habitáculo interior del automóvil, opera a través de 63 establecimientos de producción o de asistencia técnica, con 7.100 empleados, repartidos por el mundo: Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Méjico, Argentina, Brasil, Japón, China, Corea, India, Suráfrica, y hasta 18 países. Toda una multinacional con sede central en Burgos. Este es uno de los casos que a la dirección de la Asociación Española de Científicos (AEC) le confirma en su empeño de dar a conocer lo que en esta sorprendente España está sucediendo en el terreno empresarial y tecnológico.

 

¿De dónde ha surgido este emporio empresarial? ¿Ha sido fruto de una acción de Gobierno para favorecer la industrialización de una región agrícola? ¿Ha intervenido decisivamente el sistema bancario y financiero, como en el caso de otras empresas punteras del sistema tecnológico español? Nada de eso. El accionariado del Grupo Antolín es estrictamente familiar. Y la empresa se ha formado a partir de un modesto taller de mecánica automovilística que ha ido creciendo sin pausa merced al tesón, la sana ambición, la intuición creadora, la visión del momento, la apertura al exterior y la fe en la investigación de dos hermanos: Avelino y José Antolín. El primero nació en 1934 y falleció en 1995. El segundo nació en 1936 y permanece al frente de la empresa.

«Los hermanos Antolín idearon un modelo de rótula y comenzaron con éxito su producción en una España que se defendía como podía para hacer posible el tráfico rodado»

Ambos hermanos comenzaron sus actividades en Burgos, en un simple taller mecánico propiedad de su padre y dedicado a reparar automóviles. Idearon un modelo de rótula y comenzaron con éxito su producción en una España que se defendía como podía para hacer posible el tráfico rodado. Las rótulas tuvieron éxito y con la implantación en España de la industria del automóvil a partir de 1953, dieron su primer gran salto pasando a tener como primeros clientes de sus rótulas de caucho a Barreiros y Pegaso y, posteriormente, a Simca, Seat y Fasa-Renault. Comenzaban otros tiempos en España.

 

Las rótulas les granjearon el prestigio suficiente para entrar en tratos con la empresa alemana Lemförder e instalar con ella, en Burgos, una fábrica de rótulas que llegó a ser la de mayor calidad de Europa. La empresa burgalesa se llamaba Ansa-Lemförder y, en ella, los hermanos Antolín eran mayoritarios. Fue su primer trato con el exterior y una feliz experiencia que les confirmaría en su actitud de apertura y colaboración con empresas extranjeras.

 

Una vez aprendido el camino de Alemania, obtuvieron en este país permisos para utilizar patentes de charnelas de puerta, cerraduras y elevalunas de ventanilla. Se introdujeron así en una nueva perspectiva: el habitáculo del usuario automovilístico. En la nueva década de los 70, los hermanos Antolín levantaron la vista hacia arriba y vieron que los techos de los vehículos eran susceptibles de importantes perfeccionamientos. Encontraron a los hermanos Fulcheri, creadores de la empresa piamontesa Pianfei, que daban los primeros pasos en la fabricación de techos autoportantes. Este nuevo foco de atención los llevó a simplificar y compactar los guarnecidos del techo mediante un revestimiento de fibras de algodón y resinas fenólicas que, posteriormente, sería sustituido por la tecnología Glasutec, basada en un sandwich de poliuretano que les situó con el tiempo en posición de líderes mundiales. Y ahí siguen, a la cabeza. A ellos se debe esa mórbida y placentera impresión de los guarnecidos del techo y sin aquellos tejidos convencionales que podían rasgarse al tratar de introducir algún objeto en el hábitat interno, o agujerearse al manipular un cigarrillo.

 

Su atención al habitáculo interno se fue completando con la creación de asientos para furgonetas, camionetas y coches. Y también los paneles interiores de las puertas. Actualmente, su producción se reparte en tres funciones: techos, asientos y puertas.

 

A comienzos de los años 90, se planteó una situación nueva que iba a poner a prueba la capacidad de adaptación de los hermanos Antolín y su visión del futuro. Los constructores de coches en España deciden centralizar sus oficinas de desarrollo en sus países de origen. Los hermanos Antolín habían estado presentes y en estrechísima interacción, en los gabinetes donde estos investigaban y desarrollaban su particular modulación española de los productos fabricados en nuestro país. Al marcharse de España esta actividad creadora, los hermanos Antolín iban a quedar alejados de los centros de estudio y diseño de las firmas automovilísticas. Y de nuevo actuó el temple singular, abierto y audaz de esta familia. Era necesario cruzar la frontera y establecerse junto a las casas matrices para continuar la felicísima interacción que había tenido lugar en España. A los centros técnicos y comerciales siguieron las plantas de producción. El pequeño taller mecánico de Burgos se había transformado en una multinacional Y todo ello con el esfuerzo propio y con una singular clarividencia para articular los medios y los fines, porque, para hacer frente financieramente a esta expansión, no dudaron en vender, en 1994, la fábrica de rótulas que llevaba una vida próspera y todavía existe en la actualidad. Cambiaron una realidad sustanciosa por un riesgo, pero con el paso firme del peregrino que sabe por dónde va su camino. Los hermanos Antolín eran ya el Grupo Antolín, y, con una nueva organización, comenzaba su expansión mundial.

 

Desde 1992, su palmarés empresarial ha sido fulgurante. Desde ese año hasta 2003, han multiplicado por nueve su facturación, bien advertido que no fue un fruto al azar. Sus previsiones se han ido cumpliendo. Y de los 1.006 millones de euros facturados en 2002 se espera llegar en cinco años a los 2.230.

 

Nuestra revista Acta Científica y Tecnológica se ha propuesto dar a conocer a los españoles (incluidos catedráticos y científicos) el actual mundo empresarial y tecnológico español que ya poco tiene que ver con aquella época en que cierto ilustre pensador español pronunciara la célebre frase «que inventen ellos», refiriéndose a los extranjeros. Tan negativa resignación podía referirse al estado de nuestra ciencia y de nuestra enseñanza, a la falta de cultura científica de nuestra sociedad, a nuestro tardío y mediocre proceso de industrialización -problemas reales cuya plena solución todavía está pendiente-, pero, incluía también la creencia en un cierto determinismo genético, todavía operante en nuestra patria, que consideraba al talante o al genio español como no dotado para la ciencia y la invención.

 

En este último sentido, es particularmente ilustrativo el ejemplo de los hermanos Antolín, y es patriótico y constructivo darlo a conocer también en su vertiente humana. En dos generaciones, pasaron de una carrería en un pueblo palentino (el abuelo de los hermanos Antolín) a un taller de reparación de automóviles (el padre de los hermanos Antolín) y luego a una multinacional (Avelino y José). Estos últimos se hicieron en el taller, sin estudios de ingeniería y aprendiendo del día a día. Ni siquiera estaban inmersos en un ambiente industrial y emprendedor, como habría sido el caso de haber vivido en Cataluña o en las Vascongadas. Sólo tenían valía personal innata, es decir, raza. Y todos sus apellidos son castellanos. Un buen golpe para los creyentes en el determinismo genético.

 

«Lo notable de los hermanos Antolín es que han creado un grupo de empresas que fundamentan su presente y su futuro en la investigación científica y tecnológica, y en la innovación»

Porque lo notable de los hermanos Antolín no es que hayan amasado un importante patrimonio -no son raros los enriquecimientos que se han producido en la segunda mitad del siglo XX, aprovechando algunas veces las penurias y dificultades del despegue industrial o recibiendo favores del sistema-, lo notable de los hermanos Antolín es que han creado un grupo de empresas que fundamentan su presente y su futuro en la investigación científica y tecnológica, y en la innovación.

 

En este momento, pasan de 70 los millones de euros que invierten en investigación y desarrollo de nuevos productos, nuevas tecnologías de diseño y nuevas funciones del automóvil. Su plantilla de investigadores cuenta con un número importante de doctores, ingenieros, licenciados y técnicos. Invierten en investigación porque creen en la investigación; y porque creen en la investigación, se asoman a cualquier nuevo desafío persuadidos de que la realidad se rinde siempre al que se acerca a ella con método y hábito de conocimiento.

 

Causa cierto pasmo observar esta furiosa actitud científico-tecnológica en unos hombres que se han criado lejos de la Universidad y de las Politécnicas, sin más estímulo que el trabajo de cada día. Pero, si se reflexiona sobre su historial, todo se explica: han sido unos ávidos escrutadores de lo que pasaba no sólo en su derredor, sino en mundos más lejanos, con una apertura y un cosmopolitismo impropio tanto de la supuesta adustez castellana, como de todo provincianismo. Y en esa ejemplar actitud de pesquisa se toparon con la investigación y la tecnología como claves del futuro.

 

Estas personas, Avelino y José, o sea, estos personajes, enriquecen a España con su creación de renta, pero la enriquecen también con un estimulante ejemplo que debe acrecentar nuestra fe en nosotros mismos. En España, podemos. Y ahora que nos falta Avelino, el certero soñador, resultará gratificante para su hermano José, el gran realizador, que recordemos con gratitud al primero. Sin olvidar algo que hemos querido señalar en el título: todo esto está sucediendo en Burgos.

Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC