Arquitecto y profesor de Construcciones Arquitectónicas en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad San Pablo CEU
Cuando habéis llegado a esta Residencia, o mejor, a la Residencia, -algunos quizá por primera vez–, habréis experimentado, no sé si tanto como un placer estético, pero, sí al menos, esa placentera impresión de pulcritud arquitectónica, de sencillez inteligente, de discreta elegancia, clase y buen estilo característico de algunos campus anglosajones y norteamericanos. Tantas felices impresiones las producen dos únicos elementos: la geometría y los ladrillos.
Es curiosa la pervivencia del ladrillo como solución constructiva. Empieza a fines del neolítico. En Mesopotamia, Caldea y Asiria, se usa el ladrillo como revestimiento de los muros para proteger de la intemperie. En Ur, se hacen tumbas y templos con bóveda de ladrillo. Los omeyas de Siria usan el ladrillo para sus construcciones militares y religiosas, y la expansión del islam trae a Europa, especialmente a España, las técnicas constructivas con ladrillo de la antigua Mesopotamia, enriquecidas con elementos bizantinos y armenios. Y aquí se produce en Castilla, en Aragón y en Andalucía el románico de ladrillo y la arquitectura mudéjar, renglón importantísimo de la cultura y el arte español, seguido por el renacimiento y el barroco de ladrillo, y, casi en nuestros días, por la arquitectura historicista y modernista de los dos últimos siglos.
Este material que genéricamente llamamos ladrillo comprende, que yo sepa, hasta 27 variedades diferentes, no sólo por su morfología, sino por los complejos procesos fisicoquímicos que intervienen en su fabricación. Había importantes áreas de investigación en torno al ladrillo, acuciantes áreas de investigación porque se referían a la seguridad de la edificación, a esos fracasos y hundimientos que todavía asoman con no poca frecuencia en nuestros noticiarios.
Si esto fuera una película en vez de un breve discurso, tendríamos que poner ahora una música de trompetas y atabales, y rodar a un caballero que vendría galopando desde la lejanía y pronunciar con voz sonora: «y fue entonces cuando apareció Don Federico de Isidro y Gordejuela».
Ha sido muy importante su estudio, su investigación y su alumbramiento de sutiles claves de comportamiento de estos materiales, es decir, de sus respuestas a la relación de sus componentes, o a los procesos de fabricación, o a la acción de agentes exteriores y, muy especialmente, a la acción de la humedad. Y su investigación ha dado lugar a una docencia ubicua y activísima en una gran parte de España.
Federico de Isidro nació en Vitoria el 23 de marzo de 1961. Hizo sus estudios de arquitectura en el Colegio Universitario del CEU y en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Terminó con sobresaliente el año 1987. Y los propagandistas de Ángel Herrera, que entre sus defectos no tienen precisamente la tontuna, al año siguiente nombraron a nuestro hombre Coordinador del Área de Conocimiento de Construcciones Arquitectónicas y profesor de Construcción 1 del CEU. Pasó directamente del pupitre a la mesa del profesor. Y ahí ha seguido hasta nuestros días, aunque cambiando de asignaturas: Revestimientos cerámicos, Estructuras de fábrica de ladrillo, Sistemas constructivos, Materiales, Obra Gruesa y Construcción.
En el año 2003, se graduó de doctor en la Universidad Politécnica de Madrid con una tesis madura que ha sido la base de su investigación posterior: Determinación de la expansión por humedad de los productos cerámicos empleados en elementos estructurales. El tema es de gran importancia para la seguridad de la edificación porque los fenómenos de dilatación no previstos o no cuantificados con precisión pueden ser catastróficos. Dentro de este afán tuciorista, deben clasificarse también sus aportaciones al Análisis de patologías y rehabilitación de fábricas antiguas de ladrillo en edificios históricos, cuya importancia e interés nacional es algo obvio dada la importancia histórica del ladrillo en nuestro arte y nuestra cultura. Y, finalmente, ha estudiado también la Resistencia ante el fuego de los muros estructurales de fábrica.
En torno a estos temas ha publicado él solo 8 libros y 5 en colaboración con otros autores. Pero, ha impartido una impresionante docencia de estas materias en Zaragoza, Tortosa, Cuenca, San Sebastián, Toledo, Vitoria, Gerona Santander, Valencia, Ávila y, por supuesto, varias veces en Madrid y Barcelona. Participaciones en congresos y en comités técnicos, proyectos y concursos premiados, etc. llenan un currículo brillante cuya exposición podría cansarles. Los ladrillos de la Residencia y los habitantes que cobijan pueden sentirse agradecidos deudores a este original investigador: Federico de Isidro Gordejuela.
Investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CISC) en el campo de física atómica y molecular
Gerardo Delgado Barrio nació en Santiago de Compostela el año 1946. Tiene, por lo tanto, 60 años. Como nació un 9 de abril, la posible iconografía de Gerardo podría tener como símbolo la cabeza cornuda de Aries. Además, desde su porte elevado, Gerardo baja la cabeza con frecuencia y su postura podría sugerir la intención de embestir. Nada más equivocado e impropio.
Gerardo es un gallego dulce como un verso de Rosalía y de una suprema elegancia humana.
Pero, no dejemos el hilo de la iconografía y planteémonos qué otras figuras podrían representarle con propiedad y exactitud. Pues bien, después de leer su curriculum y de ver todo lo que ha escrito a sus 60 años, a uno le viene a las mientes la imagen de una divinidad india con muchos brazos y manos a ambos lados de su cuerpo. Y, si se considera que todo lo escrito constituye un riquísimo acervo de pensamiento, se piensa en una hidra de muchas cabezas. Y, si se proyectan sobre un mapa todos los lugares del mundo a donde ha ido invitado, uno recuerda las divertidas aventuras del barón Münchhausen.
En 1968, terminó su licenciatura en Físicas por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). En 1973, se hizo Técnico de Sistemas por la Universidad Politécnica de Madrid. Y, en ese mismo año, se doctoró en Físicas por la UCM. Hasta 1979 fue profesor agregado de la Universidad Autónoma de Madrid, y, en 1979, también, ingresó por oposición en el Instituto de Estructura de la Materia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Es aquí, en el CSIC, donde ha transcurrido su ejecutoria en los ratos que le han dejado libre sus viajes al extranjero.
No me queda más remedio que sintetizar globalmente sus aportaciones, aunque luego haré una enumeración de acciones científicas y de topos geográficos a donde ha llegado su presencia científica y docente.
Lo primero que dirán las futuras enciclopedias sobre Gerardo Delgado es que fue el introductor, o uno de los introductores, de la física atómica en España. Él se encontró aquí con el belga, Yves SMEYERS, verdadero iniciador de la física atómica entre nosotros, con quien Gerardo hizo su tesis doctoral. A partir de ese momento, Gerardo fue un animador de grupos diferentes dedicados a la física atómica y molecular, y a esa siembra se debe el hecho de que hoy en día sea España una de las naciones sobresalientes en Física Teórica y que en el CSIC se creara el Instituto de Física Fundamental, actualmente llamado de Matemáticas y Física Fundamental. Fue también el primer presidente del Grupo Especializado de Física Atómica y Molecular.
Lo segundo es que Gerardo Delgado ha introducido a España, con una presencia no sólo digna, sino como protagonista, en las más importantes sociedades científicas, escuelas, conferencias e instituciones científicas de Europa, especialmente en la European Physical Society en la que en la actualidad es responsable de Relaciones Internacionales.
Lo tercero es que Gerardo, al ser nombrado presidente de la Real Academia de Física en 1997, cargo en el que continúa en la actualidad, ha acrecentado su vitalidad interna y le ha dado una proyección internacional y europea a todas luces memorable.
Sé que a él le agradará que yo mencione también su nombramiento como presidente de la Federación Iberoamericana de Sociedades de Física, por la que él ha luchado llevado por dos motivos, a cual más plausible: el primero, porque aprecia el movimiento científico en Hispanoamérica, mucho más digno de tenerse en cuenta de lo que algunos imaginan; y, segundo, por el prestigio de España, porque Gerardo es profundamente español.
Ha participado, generalmente como investigador principal, en 23 proyectos científicos radicados no sólo en Madrid, sino en Orsay (Francia), en la París Sud, en la Universidad de Chicago, en La Sapienza de Roma, en la Universidad de Pittsburg, en la Academia de Ciencias de Moscú, en el Joffe Institute de San Petersburgo, en la Universidad de Cambridge, en la Paul Sabatier de Toulouse, en la de Göttingen, en la de Buenos Aires, en la Nacional de Córdoba, en la de La Plata, y en la de Perugia.
Ha sido coautor de 174 artículos científicos, de los cuales 153 han salido en revistas extranjeras del máximo prestigio, y de 18 libros. Ha tenido estancias en Bogotá, Los Angeles, Chicago, Roma, Jerusalem, Moscú, Leningrado, Toulouse, Gainesville, Rio de Janeiro, Londres, Corrientes, Buenos Aires y La Habana. Entre congresos y conferencias, hace 126, y por este motivo añade a la lista de sus desplazamientos Liblice (Chequia), Rehoboth (Israel), Bernkastel-Kues (Alemania), Taipei (Formosa) Brisbane (Australia), Praga, Córcega, Lausanne, Pisa, Edimburgo, Kos (Grecia), Puebla, Rio, Argonne (Illinois), Nunspeet (Holanda), Cartago. Ha tenido conferencias en el Congreso y en el Senado. Y ha dirigido 12 tesis doctorales.
Es medalla de Oro de la Real Sociedad Española de Física y Doctor Honoris Causa por el Instituto Superior de Ciencia y Tecnología Nucleares de La Habana.
Perdonen si he abusado de su paciencia, pero, me parece interesante que nuestro público sepa que todo esto lo ha hecho un español desde España. No todos los científicos españoles son como Gerardo Delgado, pero, muchos se le aproximan. Y tengo para mí que no pocos ignoran el cosmopolitismo en que se mueve una parte apreciable de la ciencia española.
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Investigador en la Universidad Complutense de Madrid
Álvaro López Ruiz es un hombre humilde, ajeno a toda presunción, no le gusta empequeñecer a nadie ni ir por la vida contando grandezas, así que por él nunca nos enteraríamos de que es bilbaíno. Y es bilbaíno, además, por un doble concepto: en primer lugar, porque es bilbaíno, todos somos de alguna parte; y, en segundo lugar, porque, además, ha nacido en Bilbao, un 19 de febrero de 1925. Hoy en día todo el mundo sabe que un genuino bilbaíno puede nacer donde le dé la gana.
Estudió el bachillerato en el colegio de Santiago Apóstol de Bilbao regentado por los hermanos de Lasalle y quiero hacer notar que López Ruiz no es el primer exalumno del Santiago Apóstol que recibe la Placa de Honor de la Asociación Española de Científico (AEC). Al licenciarse en Química y al hacer el doctorado, vino a la entonces Universidad Central de Madrid. Desde entonces, ha estado siempre con las manos en la masa –luego explicaremos en qué sentido– pero, en los últimos tiempos de su vida activa se ha soltado y ha levantado el vuelo hacia el ámbito científico-filosófico a la búsqueda de las claves explicativas del ser humano, de la vida y del cosmos.
Su tesis doctoral sobre Obtención y fabricación de cambiadores inorgánicos de iones (zeolitas) no sólo tuvo el éxito de ser juzgada positivamente por su tribunal, sino que su primer trabajo de investigación generó ya la primera patente de invención de su repertorio personal. Antes de presentar su tesis, en 1951, ya había comenzado a trabajar, en 1950, como investigador en el Laboratorio Central de Ensayo de Materiales de Construcción de Madrid. Su campo de trabajo eran los materiales puzolanos, es decir, productos naturales o artificiales que reducidos a polvo fino y mezclados con cales grasas apagadas adquieren propiedades hidráulicas o sea forman morteros que fraguan dentro del agua. Sus primeros pasos de investigación fueron, pues, las masas de adherentes constructivos donde metió sus manos con tenacidad hasta el final de su vida profesional.
Desde 1955 hasta 1967, fue director de laboratorio en diversas dependencias de ámbito estadounidense como la Base de Rota y en Brookline, para terminar con un curso de estudios de postgrado en el famoso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de Hardvard. Obtiene nuevas patentes en tratamientos geotécnicos mediante inyección de soluciones duales gelificantes que aplica en varios tramos del metro de Milán, en el metro de Barcelona, en el colector de la Castellana de Madrid, en el metro de València y en el metro de Washington.
Introduce en España nuevas tecnologías de la construcción: utilización de cenizas de carbón en hormigones; el dispersante retardador del fraguado del hormigón con acción recubridora; inyecciones de compactación dinámica profunda de rellenos y suelos que utiliza bajo el río Támesis y bajo el Júcar en Valencia. Actualmente, investiga sobre hidrogeles en el laboratorio de Físico-Química de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid. Todas estas labores científico-tecnológicas han tenido como resultado valioso y meritorio 7 patentes de invención en España y en el extranjero.
Todo esto es brillante, aleccionador, y, sin embargo, la razón más importante por la que hemos querido distinguirle con nuestra Placa de Honor es su labor como divulgador de la Ciencia y de la Tecnología al fundar la Sección de Ciencia y Tecnología del Ateneo de Madrid y presidirla durante 10 años, coordinando 150 conferencias. No queremos insistir más –otras muchas veces lo hemos hecho– en la importancia que tiene en nuestro país la creación de una cultura científica, es decir, de todo eso que ni siquiera echamos en falta cuando a modo de coartada justificativa decimos «es que yo soy de letras». Si falta en España la Ciencia que correspondería a un país europeo con más de 20.000 dólares per capita es porque falta una cultura científica en nuestra sociedad, y por tanto, en los políticos y Gobiernos de cualquier signo que distribuyen nuestro presupuesto.
En toda esta labor en el Ateneo de Madrid es donde Álvaro López Ruiz ha sacado las manos de la masa y se ha dedicado a perspectivas trascendentes, filosóficas, vitales. El origen, desarrollo y evolución de la vida molecular dentro de una teoría del cosmos. Tiene 81 años, pero, le fascina lo que la última física profunda va descubriendo, los nuevos ámbitos de realidad en penumbra, realidad sonora que hace preguntas, todavía sin respuesta, sobre el sentido del cosmos y la vida.
Obviamente, no somos los primeros. Es socio de Honor e insignia de Oro del Colegio Oficial de Químicos de Madrid, y, en Denver, se le dio el premio de Compactación e Ingeniería Civil. Ha hecho y está haciendo todo esto. Y, ademá,s es de Bilbao. ¿No le vais a aplaudir?
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Miguel Ángel Iturralde – Presidente de Hispalyt
La Asociación Española de Fabricantes de Ladrillos y Tejas de Arcilla Cocida, también conocida como Hispalyt, recibe de la Asociación Española de Científicos (AEC) la Placa de Honor AEC 2006 en reconocimiento a su labor en I+D+I en el sector de la industria cerámica estructural y de nuevos materiales cerámicos para la construcción.
Tenemos el honor y la satisfacción de ver entre nosotros a D. Miguel Angel Iturralde, presidente de Hispalyt, que ha tenido la atención de venir en persona a recibir nuestra distinción, pero, también a dar distinción a este acto. Piensen que Hispalyt agrupa a más de 300 empresas españolas que dan trabajo a 12.500 operarios y genera un volumen de negocio de 1.260 millones de euros. Estos datos acreditan a Hispalyt como la empresa más importante de Europa en su sector productivo.
Nada de esto debe sorprendernos si conocemos los principios e ideaciones a los que obedece la empresa en sus tareas: el primero y más fundamental de esos principios es el fomento de la investigación tecnológica y de la innovación que habrá de ser el vertebrador de su política de competitividad. No se trata de una mera proclamación de principios a efectos de imagen empresarial. Durante los dos años últimos, Hispalyt ha invertido en I+D+i la friolera de 200 millones de euros. Y ha producido 30 millones de toneladas métricas de material cerámico.
Hispalyt proyecta su investigación en dos dimensiones: la primera es la medioambiental o ecológica. Movimientos de tierras, moliendas de arcillas, cocciones y emisiones de gases, etc., definen a este sector como potencialmente contaminante. Pues bien, se ha desarrollado una tecnología depuradora que está reconocida como la más avanzada de Europa y que tiene el premio añadido de permitir aumentos sustanciales de producción sin dañar el medio.
La segunda dimensión se refiere a la calidad del producto. A este respecto se han llevado a cabo investigaciones sobre nuevos materiales y sobre la aplicación de nuevas soluciones estéticas y funcionales a las que los fabricantes del grupo Hispalyt conceden gran importancia. Por ejemplo, la mejora de las condiciones acústicas de las paredes construidas con materiales cerámicos. Unas bandas aplicadas a todo el perímetro de la pared rompen el puente acústico que transmite el sonido. Aumenta el aislamiento sonoro hasta 11 decibelios menos. Por eso, ha participado en el grupo de investigación preformativa de ensayos de acústica para el nuevo Código Técnico de la Edificación, y ha colaborado con AECOR (Asociación Española contra la Contaminación por el Ruido) en un estudio sobre la repercusión económica de la implantación de estos adelantos acústicos.
La AEC, a través de su revista Acta Científica y Tecnológica, a través de la página web de nuestra organización y a través del reconocimiento que cada año tributamos por medio de la concesión de nuestras Placas de Honor, pretende dar a conocer, especialmente al público español, la existencia de empresas con entidad investigadora que nada tienen que envidiar a las mejores de los prestigiosos países de nuestro entorno europeo.
No se trata de dar una imagen dorada de nuestra investigación e innovación que no respondería a la realidad de un país cuya ciencia y tecnología no corresponde a un pueblo con 44 millones de habitantes y más de 20.000 dólares per capita. Pero, sí se trata de proclamar, y es urgente hacerlo, que somos capaces de estar en la primera fila de la ciencia y de la tecnología.
Por eso, la existencia de Hispalyt y de otras empresas que ya hemos distinguido otros años es altamente aleccionadora y estimulante y, en nombre de todos nosotros, Sr. Iturralde, yo le doy las gracias, porque más allá del trabajo y de la renta que ustedes generan, aportan un ejemplo y un testimonio que esperamos habrá de tener consecuencias en nuestro espíritu público.
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Grupo de Arte, Ciencia y Naturaleza de la UCM
La concesión de la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC) 2006 al Grupo Arte, Ciencia, y Naturaleza de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) se justifica, ante todo, como reconocimiento a una iniciativa novedosa, necesaria y creativa; quizá, también, valiente y, desde luego, ambiciosa.
Una ejecutoria larga y colmada de resultados no puede darse, todavía, habida cuenta de la breve historia del Grupo. A decir verdad, han hecho mucho en el tiempo que llevan trabajando, y no es su menor aportación haber formulado unos esquemas conceptuales que fundamentan el estatuto de una nueva y necesaria interdisciplina.
El Grupo Arte, Ciencia, Naturaleza de la UCM pretende abrir un camino de encuentro entre diferentes disciplinas como la biología, la botánica, la fisiología, la zoología, la sociología y los multimedia, investigando en aplicaciones artísticas desde la escultura, el dibujo, la fotografía, la restauración, la pintura y las aplicaciones 3D, que, aunque son reclamadas desde estos ámbitos, no han encontrado hasta ahora el entramado y la estructura suficientes como para, de modo riguroso y en profundidad, abordar todos estos aspectos. Pretenden incrementar el conocimiento y el interés social hacia la Ciencia y hacia la Naturaleza, conscientes de que el arte es una óptica nueva y complementaria de la ciencia para el conocimiento de la naturaleza, o, si se quiere, de la realidad cosmológica.
Esta cooperación del Arte con la Ciencia tiene una doble dimensión: primera, la que acabamos de expresar como aportación al conocimiento a través de una nueva óptica complementaria en el terreno heurístico y de la invención; segunda, como aportación a la divulgación de la Ciencia y de su interés social.
De la primera dimensión hay ejemplos ya clásicos que conviene recordar. La gran aportación de Celestino Mutis para el conocimiento de la flora americana no habría podido hacerse sin el concurso del arte del dibujo en época en que no existía la fotografía. Algo parecido podríamos decir de los viajes de Alexander Humbold o del mismo Darwin. Más notable es todavía la adivinación certera del trazado de la red nerviosa del cuerpo humano que hizo Ramón y Cajal a través de dibujos todavía vigentes. Él mismo fue también un expertísimo utilizador del arte fotográfico. Más antiguas son las plasmaciones de la realidad teológica en las vidrieras góticas o las intencionadas abstracciones del arte de las cavernas, aunque no sepamos con certeza cuál era su relación con la realidad.
Las modernas técnicas fotográficas y de informática permiten la recuperación de importantes fondos museísticos relegados a un desván y aun deteriorados, cuya recuperación, restauración y puesta a la luz vuelven a poner en circulación conocimientos valiosos y acaso ignorados en nuestro tiempo.
La segunda dimensión, es decir, la divulgativa, tiene mucho que ver con la actual proliferación de museos, de planetarios, de parques zoológicos, de parques botánicos, cuya finalidad docente y aun fruitiva requieren una permanente puesta en escena, un efectismo emocional, mediante la instalación de maquetas, volúmenes, esculturas, luces y sonidos que son dominio del artista y del tratadista de Bellas Artes. Esta labor divulgadora de los artistas difundirá socialmente el interés por la Ciencia y contribuirá, no poco, a la formación en el pueblo español de una cultura científica cuya menguada existencia es causa de que la investigación científica no recabe la atención política y presupuestaria que la Ciencia merece.
Hay un aspecto de especial modernidad en el que me parece que este grupo de Arte, Ciencia y Naturaleza tiene una peculiar misión que cumplir. Es una sugerencia que yo les brindo y se refiere a la singular relación que siempre ha existido entre el Arte y el reflejo de la realidad. Nuestro mundo, nuestra época se caracteriza por el descubrimiento de nuevos ámbitos de realidad. La física intraatómica, la biología molecular, las redes cristalográficas sugieren imágenes que plasman los resultados obtenidos por las leyes internas de la matemática, que, por una ya no tan sorprendente correspondencia, ponen en evidencia la identidad entre la matemática y la realidad física profunda. Esta condición pitagórica de la realidad profunda hace posible al físico avanzar sin más ayuda que la pizarra y la tiza. Lo que es verdad en la lógica matemática se descubre ser también real en los componentes del cosmos y, ¡oh sorpresa! hasta en el propio funcionamiento de la menta humana. Pues bien, el artista siempre ha querido reflejar la realidad y, si quiere seguir siendo fiel a este envite de la realidad profunda, tiene que afrontar este nuevo reto de los tiempos. ¿Como representar el mundo intraatómico, el mundo de la molécula viva, el mundo de las estructuras moleculares y de los cristales?
Evidentemente, una pintura del mundo intraatómico presentará una factura de apariencia abstracta, pero, ni Picasso, ni Braque, ni Kandinsky, ni Klee, ni Mondrian, ni Malevich pensaron en hacer imágenes figurativas de la realidad profunda. Ellos son abstractos y de ningún modo figurativos o retratistas de la realidad. Ahora bien, ellos trocearon y crearon formas, definieron tratamientos del color, de la luz, y de la geometría que habrán de servir para mucho a quienes intenten adentrarse en la realidad profunda con intención figurativa. Ahí os dejo esta difícil sugerencia que no sé si os podrá aprovechar.
El grupo Arte, Ciencia, Naturaleza ha firmado acuerdos con el Museo Nacional de Ciencias Naturales, con el Jardín Botánico, con el Zoo-Acuarium, con Faunia. Prepara Cursos de Lenguajes y Técnicas Artísticas… Y una cosa digna de toda reverencia tenemos que decir de ellos: resulta que ganan dinero. ¿Qué dato más elocuente podemos decir de su excelencia?
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
«Este es el primer año que la AEC se acoge a la hospitalidad de la Residencia de Estudiantes, que conserva todavía la austeridad, no exenta de buen gusto, con que la Institución Libre de Enseñanza construyó y alhajó sus edificios»
«Las Placas de Honor AEC 2006 tienen una cierta especialización temática: hemos querido fijarnos en la investigación científico-tecnológica del mundo de la construcción. Un mundo de claro-oscuro»
Es este el octavo año en que la Asociación Española de Científicos (AEC) distingue con sus Placas de Honor AEC a unos científicos eminentes y a unas entidades empresariales cuya ejecutoria como promotoras o realizadoras de I+D+I conviene resaltar para que la conciencia colectiva de los españoles se ilumine con nuevas luces de esperanza.
En los años anteriores, hemos venido celebrando este acto en las suntuosas dependencias del Palacio de Linares o Casa de América, y este es el primer año que nos acogemos a la hospitalidad de la Residencia de Estudiantes, que conserva todavía la austeridad, no exenta de buen gusto, con que la Institución Libre de Enseñanza construyó y alhajó sus edificios.
Considero obligado en este día recordar el acogimiento que nos ha dispensado la Casa de América durante estos años, y agradecer a Carmen Díaz Marés, aquí presente, la solicitud con que se ha preocupado de que el Palacio de Linares nos franqueara sus puertas y, además, con singular distinción, como era la de abrir la puerta principal que da a Cibeles y sólo se abre en muy contadas y solemnes ocasiones.
El cambio de escenario tan conspicuo hacia este paraje más recoleto en la antigua Colina de los Chopos se nos antoja como la llegada a la tierra prometida.
Difícilmente podría estar nuestra Asociación en marco más adecuado que este, en pleno campus del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), al que muchos de nosotros pertenecemos, y, en este santuario de la Residencia, de la Residencia por antonomasia, verdadero santuario científico e intelectual de la segunda Ilustración española, la que va desde el último cuarto del siglo XIX hasta el final de la Segunda República.
No quiero, pues, proseguir sin agradecer vivamente a la dirección de la Residencia este acogimiento que esperamos habrá de ser el comienzo de una larga amistad.
Las Placas de Honor AEC de este año, quizá de manera un tanto inusual en nosotros, tienen una cierta especialización temática: hemos querido fijarnos en la investigación científico-tecnológica del mundo de la construcción. Un mundo de claro-oscuro.
Porque se refiere al renglón más descollante de la economía española, en la actualidad, y en un futuro de duración difícil de precisar. Es el aspecto claro y brillante.
Pero, también un mundo oscuro, porque es el que más tinta consume en la prensa de nuestros días donde apenas hay noticiario que no divulgue alguna especulación delictiva en torno al tema de la construcción.
Hasta el lenguaje resulta implicado: hoy en día la palabra ladrillo significa dinero próspero y seguro. ¿No les parece interesante y dignificante que esta noche hablemos de los ladrillos y de la construcción como un importante tema de investigación científico-tecnológica necesaria para que los edificios no se caigan como un castillo de naipes? ¿No es importante saber que en todo este mundo hay nombres verdaderamente ilustres y distintos de los grandes millonarios con yate que llenan la prensa del corazón?
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC