Profesora de Investigación CSIC, Centro de Investigaciones Biológicas (CIB)
A cargo de María del Carmen Risueño.
Profesora de Investigación CSIC, CIB. Madrid. Vicepresidenta AEC.
Queridos colegas, queridos amigos y amigas.
Yo conocí a María Jesús hace ya algunos lustros cuando aterrizó en el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) en el grupo de Fuensanta, pero no voy a decir cuántos, y siempre me ha asombrado en su trayectoria científica su visión de estudiar los mecanismos básicos de la actividad catalítica de las hidrolasas fúngicas, y, a la vez, buscar su aplicación y utilidad, no sólo industrial, sino medioambiental y ecológica en el sentido más preciso del término.
La utilización de hongos y sus enzimas para la degradación de biomasa vegetal, dirigida a reducir el consumo de recursos fósiles y, por tanto, el calentamiento de la biosfera, implica comprender los aspectos clave de la actividad catalítica de las hidrolasas fúngicas (lipasas versátiles, celulasas y hemicelulasas) para aplicarlas a la biodegradación y transformación de lignocelulosas y lípidos, y aprovechar así los residuos de biomasa vegetal, y otros, como materias primas renovables procedentes de la agricultura. La relevancia de sus trabajos se corrobora por la financiación continuada a través de programas Nacionales e Internacionales y Contratos con empresas (GLYSUS, HIDROFUN, RETO-PROSOST, etc).
María Jesús es una científica brillante con más de 200 publicaciones en revistas internacionales, responsable de importantes proyectos de investigación y eficaz directora de numerosas Tesis Doctorales, Tesinas, Trabajos de Master; además de su persistente tarea como amena divulgadora y defensora de la actividad científica.
Pero, por si fuera poco, María Jesús ha dedicado gran parte de su tiempo a la gestión científica, con todo lo que eso supone de esfuerzo, paciencia y resiliencia. Primero como vicedirectora y, después, como la primera mujer directora del CIB durante siete años entre 2012 y 2019:
Lo hago notar para agradecer el valor y la dedicación, fuera de lo normal, de María Jesús que, sabiendo a lo que se enfrentaba, no dudó en aceptar la responsabilidad de la Dirección del CIB. ¡Y lo hizo bien!
Porque María Jesús es una persona luchadora, enormemente trabajadora, con gran tesón, con una clara visión de lo que es importante, pero además con una mano izquierda y un savoir faire que le ha permitido:
De esa gestión ha resultado un CIB más funcional e innovador en muchos aspectos.
Además de su perseverancia, María Jesús no se arredra para defender valiente y claramente sus ideas, Es persona que insiste y que no se conforma fácilmente, lo cual, a mi entender, le honra.
Pero, a la vez, es una persona muy cercana y amable, que ayuda a todos, y siempre tiene un momento para atenderte con un problema, con una situación complicada, con una preocupación, ¡que escucha y procura resolver!
En fin, muchos sabéis (y no dudéis) que mis palabras son bastante objetivas, porque llevo muchos años en el CIB y creo que lo conozco bastante bien… y porque por mi manera de ser, además de las cosas buenas, digo también las menos buenas, pero, es que, en este caso, ¡creedme! en la labor de María Jesús, no hay ninguna menos buena. No se me ocurre nada más, salvo agradecerte, María Jesús, los años que nos has dedicado, para impulsar el Centro, y para ayudar a todos a costa de tu tiempo y poniendo a prueba tu paciencia y tu resistencia.
Todo ha merecido la pena, (por lo menos a nosotros), así que muchas gracias, y también a tu familia, a Fernando, tu marido, a tus pequeñitos, a tus pequeños y a tus mayores por haberles robado tanto de tu tiempo.
Gracias, de verdad, y un abrazo muy fuerte.
Querido presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC) y autoridades, queridos colegas, familia, amigos y amigas.
Me gustaría empezar agradeciendo a la AEC la placa de honor que hoy me concede. Realmente me siento muy halagada por obtener esta distinción. Aunque creo que hay otros investigadores e investigadoras que la merecen más, o al menos tanto como yo, he de decir que estoy muy orgullosa de recibirla.
Quiero expresar también, de una manera especial, mi agradecimiento a la profesora Mari Carmen Risueño, por haber creído que mi labor científica merecía este galardón y haberme apoyado, y por su presentación que, estoy segura, es fruto del respeto y cariño que nos profesamos y de la amistad que compartimos, tras muchos años, en nuestro centro de trabajo, el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Querría aprovechar esta oportunidad para hacer un repaso a mi carrera y contaros cómo he llegado hasta aquí. Primero, por el apoyo incondicional de mis padres y, después, por una excelente profesora, en Bachiller, que fue la responsable de mi inclinación hacía la Biología. Ella decía que no sabía si la Biología nos daría de comer, pero era una carrera apasionante, y yo tuve la suerte de comprobarlo y llegar a donde quería estar y disfrutar y vivir con un trabajo que me entusiasma y que ha robado unas cuantas horas a mi familia.
Ya en la Universidad compaginé los dos últimos años de la carrera de Biología con una beca de colaboración en el Instituto Jaime Ferrán de Microbiología del CSIC, en el laboratorio de los doctores Rafael Lahoz y Fuensanta Reyes. Esta beca, que permitía entonces dedicar unas cuantas horas a la semana a la investigación durante todo el año académico, me sirvió para presentar mi tesina nada más acabar la licenciatura y, a los pocos meses, cumplir los requisitos para obtener una beca predoctoral. En esa etapa, tuve la oportunidad de enfrentarme por primera vez al mundo de la investigación y empezó realmente mi carrera científica, en torno a la caracterización de enzimas fúngicas y su papel en procesos de patogenicidad de las plantas. De este periodo, guardo excelentes recuerdos, tanto de los compañeros que estábamos haciendo la tesina o la tesis, como de los técnicos de laboratorio. Hicimos un gran equipo y, a pesar de que seguimos caminos distintos en el mundo de la Ciencia, unos en la Universidad, otros en hospitales y otros en el CSIC, todavía mantenemos nuestra amistad.
Fue en mi etapa postdoctoral cuando empecé a colaborar con el profesor Ángel Martínez, por entonces un experto en taxonomía y filogenia de hongos y, hoy en día, un gran experto en oxidorreductasas fúngicas implicadas en la degradación de la lignina y sus aplicaciones. Actualmente, los dos dirigimos el grupo de Biotecnología para la biomasa lignocelulósica, uno de los más grandes del CIB-CSIC que cuenta, además de con «los padres del grupo», con tres jóvenes científicos de plantilla (Susana Camarero, Alicia Prieto y Javier Ruiz-Dueñas), un joven investigador (Jorge Barriuso) y un importante número de doctores, licenciados y técnicos altamente cualificados. Durante todos estos años hemos conseguido formar un gran equipo y, gracias a ello, hemos contribuido con avances muy significativos tanto al conocimiento de la degradación enzimática de la lignocelulosa como a la aplicación de estas enzimas en procesos biotecnológicos.
En cuanto a mis aportaciones a nuestro trabajo, quiero destacar que mis objetivos han ido variando con el tiempo: primero con el Dr. Ángel Martínez, estudiando oxidorreductasas fúngicas, pero, luego, en los últimos años, junto con la Dra. Alicia Prieto, nos hemos ido enfocando en comprender los aspectos clave de la actividad catalítica de las hidrolasas fúngicas implicadas en la biodegradación y transformación de los polisacáridos y lípidos de la pared celular vegetal, con especial énfasis en el estudio de celulasas y hemicelulasas y lipasas versátiles, ya que estas enzimas son cruciales para el aprovechamiento de residuos, en el actual contexto de economía circular.
He tenido mucha suerte en lo profesional, al contar con la financiación necesaria para realizar estudios que incluyen aspectos bioquímicos, enzimáticos y de ingeniería de proteínas fúngicas que nos ha permitido buscar y encontrar enzimas robustas, con propiedades catalíticas mejoradas, aplicables en la industria papelera, la producción de biocombustibles o la valorización residuos. Sin embargo, no sería justa si no reconociera que todo esto se ha materializado gracias al fantástico grupo de trabajo que hemos formado. Sin mi equipo, que son como mi segunda familia, muchos de estos logros no hubieran sido posibles. Quiero destacar que guardo excelentes recuerdos de los doctorandos que he supervisado, algunos convertidos en hombres y mujeres de Ciencia, tanto dentro como fuera de España, y de los técnicos que han pasado por el grupo y estoy muy orgullosa de, a pesar de los años, seguir manteniendo con ellos una gran amistad que perdura en el tiempo.
Quisiera resaltar también que he podido contar con mi grupo siempre, pero especialmente en la etapa en la que compaginaba mi labor investigadora con la de gestión, dirigiendo el CIB. Ese periodo ha supuesto una experiencia única, eso sí, de mucho trabajo y dedicación, que me ha permitido conocer mejor tanto al CSIC, la institución a la que pertenezco, como a mi propio Centro, y también confirmar la calidad de nuestros excelentes grupos de investigación y del gran equipo de personal técnico y administrativo que nos da el apoyo profesional y entusiasta que necesitamos día a día.
En cuanto a lo personal, también he tenido mucha suerte, por poder contar en mi vida con el mejor compañero de viaje posible, mi marido, una persona insustituible. No ha sido fácil compaginar mi vida profesional y personal. Muchas veces he pensado que debía dedicar más tiempo a mi marido y a mis hijos, pero, gracias a mi marido, he podido conciliar mi vida profesional y personal. Hoy me siento orgullosa de mi familia, de todos y cada uno de ellos, de ver cómo mis hijos han crecido, de las familias que han consolidado, de las hijas que he encontrado en el camino, y de los cuatro nietos preciosos que tenemos, tres niñas y un niño, que son la luz de nuestra vida.
Ya casi terminando, querría dedicar un momento a mi padre, que nos ha dejado estos días. Estaba muy orgulloso de mí y de donde había llegado en mi carrera como investigadora y, allí donde esté, junto con mi madre, espero que nos estén viendo y puedan disfrutar este momento.
Tras este inciso, me gustaría reiterar mi agradecimiento a la AEC por reconocer el trabajo que realizamos los científicos y científicas y nuestra pequeña aportación a la Ciencia. Aunque todos somos conscientes de las dificultades por las que atraviesa la investigación científica en nuestro país, nuestra riqueza está en nuestros científicos y sus equipos, personas entregadas y entusiastas de todas las edades, que apuestan por ella.
Por último, gracias a mis hermanos y a mi ahijado y mis amigos por estar hoy aquí conmigo, y a todos ustedes por acompañarnos, a mí y los otros galardonados de la AEC, en este entrañable e inolvidable momento.
María Jesús Martínez.
Investigadora principal del Grupo Biotecnología de Biomasa Lignocelulósica en el CIB.
Querida Mar, queridos miembros de la Asociación Española de Científicos (AEC), queridos amigos y amigas.
Hace ya unas semanas recibí un correo electrónico de Enrique de la Rosa en el que me proponía realizar la presentación de Mar García Hernández, una de las galardonadas con la Placa de Honor del año 2019 de la Asociación Española de Científicos (AEC).
No quiero ocultarles que mi primera reacción, al leer el mensaje, fue de alegría. He dedicado toda mi vida profesional a la universidad pública española y he encontrado a pocas personas que, como Mar, encarnen las virtudes (permítanme emplear este término tan pasado de moda, pero que a mí me gusta mucho), las virtudes del trabajo científico. De aquí que quiera felicitar a la Asociación por su elección.
Pero, inmediatamente después, me asaltó una gran inquietud. «¿Qué va a hacer una chica como tú en un sitio como ese?», me pregunté, remedando el título de la película de Fernando Colomo y de su conocida banda sonora, y recordando el Madrid de la movida que marcó mi juventud y la de Mar.
¿Qué puede contar una profesora de Sociología a una audiencia de científicos sobre una destacada física española, directora desde el año 2008 del Laboratorio de Magnetismo y de Magnetotransporte del Instituto de Ciencias de Materiales de Madrid del CSIC, y miembro del Comité Ejecutivo de la Flagship del Grafeno, un macroproyecto financiado por la UE?
El currículo de Mar García Hernández habla por sí mismo. Ha cumplido con creces con todos los requisitos –formales y sustantivos- de una brillante y dilatada carrera investigadora. Pero no voy a detenerme en ello. Trataré de ir más allá de los indicadores habituales –número de artículos, de proyectos, de tesis dirigidas, citas, índices de impacto…- para profundizar muy brevemente en un tema que nos gusta mucho a los sociólogos: la conexión entre las vidas individuales de nuestros objetos de estudio y las condiciones sociales en las que estas se desarrollan.
Conozco a Mar desde hace poco, algo menos de un año cuando me propusieron encabezar el proyecto de renovación de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).y empecé a buscar a académicos dispuestos a compartir conmigo ese reto. Para el vicerrectorado que ahora ocupa –el de Difusión e Intercambio Científico– quería a una persona con una sólida trayectoria investigadora, pero, que también hubiera estado implicada en tareas de divulgación científica. Una amiga común me habló de ella y, tras la preceptiva búsqueda en internet, comprobé rápidamente que encajaba perfectamente en lo que yo buscaba. No hay que olvidar su papel de impulsora del Premio Arquímedes para la iniciación en la investigación de jóvenes estudiantes de grado o de posgrado, que celebra este año su decimoctava edición.
Mar aceptó rápidamente formar parte del equipo de gobierno de la UIMP y, desde ese momento, se ha volcado totalmente en el trabajo –muy por encima de lo razonable-, pero, no ha abandonado sus actividades científicas- Desde entonces, he pensado muchas veces –al igual que con los demás miembros del equipo- si no habrá lamentado su decisión, dadas las dificultades y el volumen de trabajo con el que nos hemos encontrado. Pero, esa es otra historia en la que no voy a entrar.
Trabajar con ella codo con codo –y convivir durante todo el pasado verano en ese microcosmos tan particular que es la península de la Magdalena- me permiten afirmar que sus cualidades personales explican no sólo que sea una excelente investigadora, sino una colaboradora excepcional. Posee una inmensa capacidad de trabajo –que, en ocasiones, nos abruma a los demás- así como una gran inteligencia. Sus diagnósticos son siempre certeros, aunque en ocasiones sean incómodos. En ellos, siempre logra combinar, en sus justas proporciones, la razón y la emoción. Porque, si hay dos calificativos que describan a Mar García Hernández, son la pasión y la generosidad. En todo lo que hace.
Pero, además, tiene una profunda vocación de servicio público, un concepto poco habitual en nuestro vocabulario político. En mi opinión, se trata de un rasgo generacional de quienes éramos demasiado jóvenes –Mar tiene dos años menos que yo– para pertenecer a la llamada generación de la transición, pero, que vivimos nuestra juventud en unos años de cambio social muy rápido y de enormes expectativas. Para quienes decidimos dedicarnos a la universidad o a la investigación supuso participar en un proyecto de construcción de una nueva sociedad en la que entendíamos que la educación pública era un derecho fundamental y el conocimiento científico un elemento central para el desarrollo de nuestro país y para el bienestar ciudadano. Supuso también un esfuerzo individual y colectivo para superar nuestra excepcionalidad y para aprovechar las oportunidades que se nos abrían para incorporarnos a proyectos y comunidades científicas internacionales.
Han pasado muchos años desde entonces, y no somos tan insensatas como para mantener intacto nuestro optimismo juvenil. Pero, Mar es un caso singular de resistencia, de fidelidad intelectual. Su visión crítica de algunas derivas de la investigación científica, sus diagnósticos implacables acerca de algunos errores colectivos de nuestra comunidad científica y su visión certera sobre los enormes retos a los que nos enfrentamos como sociedad no le impiden que, cada mañana, entre el despacho –y supongo que también en el laboratorio– con una sonrisa para dedicar todas las horas que hagan falta a seguir trabajando como siempre: haciendo buena investigación, ayudando a los más jóvenes, implicándose en proyectos de difusión, o realizando todas aquellas tareas de gestión necesarias para llevar a cabo sus proyectos.
Por todo ello, ¡enhorabuena, Mar, por este premio!
María Luz Morán Calvo-Sotelo.
Profesora UCM, Rectora de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
En primer lugar, me gustaría agradecer al presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC) y a todo el Consejo Rector que me hayan concedido esta placa de honor.
Esta celebración me da la oportunidad de mencionar mi sincero agradecimiento a muchas personas sin las cuales mi historia con la ciencia, acaso diletante, no habría sido posible.
En lo profesional, me gustaría recordar al profesor Dusan Papousek que, desafortunadamente, ya no está entre nosotros y que recibió en la Academia de Ciencias de Praga a una joven Mar García en busca de tema de tesis doctoral, allá por 1986. Esta experiencia no sólo científica -recordemos que todavía faltaban tres años para la caída del muro de Berlín-, marcó mi gusto por cuestiones teóricas, aunque mi carrera se haya centrado, posteriormente, en la física experimental. Esta estancia me permitió vivir una realidad, ya desaparecida, que satisfizo otras curiosidades no científicas. Estas siempre me parecieron importantes y que he intentado vivirlas intensamente.
Mi agradecimiento a todos los doctorandos y postdocs que he supervisado, porque me han ayudado a llegar más lejos en las cuestiones científicas que me he planteado. Gracias, también, a mis colaboradores Federico Mompeán, Carmen Munuera y Andrés Castellanos, porque sin ellos el grupo 2D foundry no habría sido la realidad que es hoy.
En lo personal, mi infinito agradecimiento a la solidaridad de dos mujeres, mi madre y mi hermana, pues sin su ayuda no habría podido volcarme en el trabajo desde el día en el que viajé hasta Oxford con mi hija de veintitrés días para comenzar mi primer postdoc, hasta que ya no pudieron porque, de diferentes maneras, se ausentaron. Ya en casa, agradezco que jamás me preguntaran por qué iba al laboratorio los fines de semana y a mi hija, Carlota, muy particularmente, por todas las horas que ha esperado en el colegio a que su madre llegara la última, porque había algo ineludible que hacer en el laboratorio.
Creo que no es necesario defender en este foro la importancia de la ciencia en el mundo en un momento donde la humanidad, como especie, tiene que afrontar retos como el cambio climático antropogénico, la falta de recursos en el futuro o la insostenibilidad de un sistema que se disfraza de sostenible. Creo que los científicos tenemos la misión importante de proveer del conocimiento suficiente que permita «desfacer estos entuertos» y de hacerlo con una perspectiva ética robusta. He intentado que esta visión estuviera siempre presente en mi vida profesional y personal.
A lo largo de mi carrera he actuado movida por dos fuerzas de la misma intensidad: la pasión y la vocación de servicio público. Respecto a la primera, recuerdo con absoluta nitidez las sensaciones de las noches de experimentos de dispersión de neutrones en el Rutherford Appleton Lab o en el ILL, esperando ver dónde caía el siguiente punto de una gráfica con la convicción de que, si me quedaba un rato más, acabaría por irme a dormir con el problema resuelto. He vivido esta sensación indescriptible en muchas ocasiones de manera muy intensa.
Por otra parte, ha sido el sentido del deber como servidora pública el que ha condicionado buena parte de mi actividad, sobre todo en la última etapa de mi carrera. Mantener a flote el laboratorio en plena crisis, preservar los puestos de trabajo de personas que habían cumplido con el contrato social y con el contrato científico, y dotar al grupo de una base sólida que permitiera su continuidad en un mundo que evoluciona rápidamente no ha sido una tarea fácil.
Me he obligado a cuestionarme continuamente qué sé hacer, qué puedo hacer con ello y a quién puedo resultar útil. Me he obligado a salir de mi zona de confort en tantas ocasiones que hasta dudo haber estado alguna vez instalada en ella. El resultado es una variedad temática y estratégica no siempre elegida, fuera de toda estadística y, en muchos casos, agotadora. Esto explica mi trabajo como fundadora de la Alianza española en grafeno, la coordinación de la Red española estratégica GRAPHENET, mi participación desde 2013 en el Consejo Ejectivo de la Flagship Graphene, auténtico buque insignia de la investigación europea en materiales bidimensionales.
Es la vocación por lo público la que también ha guiado mi actividad en divulgación científica y en el fomento de la participación de los más jóvenes en la generación de conocimiento. En este sentido, la dirección científica del premio Arquímedes, durante los últimos doce años, me ha permitido nutrirme de la pasión que aportan los investigadores jóvenes en los primeros estadios de su carrera y que tanto me recuerdan a mí misma aquellas noches de experimentos en grandes instalaciones. También experimento la frustración de ver cómo buena parte de ese talento no tiene retorno. Mi agradecimiento a los ministerios que sucesivamente me han dado la oportunidad de liderar científicamente este certamen.
Convencida, también, de la necesidad de que la comunidad científica necesita comunicar a la sociedad sus métodos y logros, acepté la invitación de María Luz para pilotar el Vicerrectorado de Difusión e Intercambio Científico de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Querida Rectora, gracias por esta oportunidad. Gracias a todos.
Mar García Hernández.
Profesora de Investigación del CSIC.
A cargo de Lourdes Ruiz Desviat.
Directora CBMSO.
Autoridades académicas y del CSIC, miembros de la Asociación Española de Científicos (AEC), galardonados y familiares, compañeros y amigos.
Para mí es un honor y un placer poder participar en este acto de entrega de las placas de honor de la AEC, edición 2019, presentando al profesor José Antonio López Guerrero, o, como todos le conocemos, JAL
La razón institucional de mi presencia aquí es que JAL es Director de Cultura Científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO) del que actualmente soy directora, el centro donde como se ha comentado, Margarita Salas pasó sus últimos 42 años investigando. Pero, además, cuando el presidente de la AEC, Enrique de la Rosa, me invitó a participar en este acto, comentó que sería deseable que yo presentase a JAL si conocía bien su trayectoria y si, cito textualmente, «le tenía cierto grado de aprecio». Acepté de inmediato. Calculo que JAL y yo nos conocemos desde hace unos 30 años. Por otra parte, creo que no me equivoco si afirmo que la mayoría de los que trabajamos en Biología Molecular le conocemos, justamente por lo que hoy en parte recibe la Placa de Honor, por sus innumerables actividades y premios recibidos en el campo de la cultura y divulgación científica
JAL y yo coincidimos haciendo la tesis en el CBMSO. De esa etapa predoctoral, recordará JAL que le decíamos que se parecía al cantante Sting, sí, créanme, tenía cierto aire. JAL se doctoró en 1989 en la UAM obteniendo el premio extraordinario de Doctorado. Tras una primera etapa postdoctoral en el Centro de Investigaciones Biológicas (1990-1993), JAL se trasladó al Centro Alemán de Investigaciones Oncológicas o DKFZ, Deutsches Krebsforschungszentrum (Heidelberg, 1993-1996). En 1996, regresó a la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) desarrollando varios cargos como profesor asociado y como responsable de divulgación científica y, finalmente, en 2011, obtuvo una plaza del profesor titular en el área de Microbiología, Departamento de Biología Molecular. De nuevo, hemos vuelto a coincidir como compañeros de este departamento, así como en el CBMSO donde, como he mencionado, es director del Departamento de Cultura Científica desde 2006, coordinando y participando activamente en visitas guiadas de estudiantes y profesores de secundaria, intervenciones en jornadas culturales de Institutos, participación en la Feria de la Ciencia de Madrid, Semana de la Ciencia, etc.
Y todo esto, hecho con mucha profesionalidad, por supuesto, y con mucho, mucho humor, un humor que siempre le ha caracterizado, y que podemos apreciar en sus páginas web, pues tiene varias… les recomiendo que naveguen por ellas, no sólo por las de investigación y de divulgación, también las de ocio que están llenas de curiosidades divertidas, porque como él dice, «no solo de sangre vive la garrapata»- supuesto proverbio etrusco.
En una de sus páginas web JAL ya se definió como un científico rarito, precisamente por su interés desde siempre por la divulgación científica, algo que no era común hace 30 años. Su humor también destila en los títulos de algunos de sus libros divulgativos: ¿Qué es un transgénico? (y las madres que lo parieron), Sé lo que ocurrió… los cursos pasados, o Virus: ni vivos ni muertos. En total, es autor o editor de 13 libros, ha realizado videos divulgativos tales como La Tesis de Rebeca, ha colaborado y colabora activamente en programas de radio (Radio 1, Radio 5, Radio Exterior), TV (Mi+dTV, TVE2, UNEDtv) y prensa (El Cultural). Quisiera destacar sus programas en Radio 5 que dirige y presenta actualmente: Entre Probetas, y El Laboratorio de JAL. También colabora en las secciones Marca España (Radio exterior) y A Hombros de Gigantes (Radio 5).
Toda esta, creo que podríamos definirla como frenética actividad divulgativa, no sé como puede compaginarla con su actividad docente e investigadora, y puedo constatar que su docencia es extensa y sus clases también muy apreciadas por los alumnos, de nuevo por su personalidad y humor particular. Asimismo, sus logros en investigación en el campo de la Neurovirología son destacables. Todo esto refleja su enorme vitalidad y motivación, que sabe transmitir en sus presentaciones a los alumnos y al público no especializado.
Prueba de su buen hacer en el campo de la divulgación científica son los numerosos premios y distinciones, entre otros, el de Comunicación Científica Blogs Mi+d de la Fundación Madri+d en 2012, el Premio ANTAMA de comunicación científica en biotecnología en España en 2014, el Premio Especial del Jurado Ciencia en Acción en 2016, Premio ASEBIO Honorífico del Jurado en 2017, Premio Difusión del Conocimiento otorgado por la Sociedad Internacional del Conocimiento en 2018, Premio Lupa Escéptica de la ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico en 2019.
Quisiera concluir con una reflexión: una deuda que los científicos tenemos con la sociedad es transmitir de una manera clara y precisa los avances de la ciencia y sus repercusiones y posibles beneficios para nuestros conciudadanos. Esto aún no lo sabemos hacer bien, es difícil hablar en términos sencillos de las cosas tan especializadas que hacemos en el laboratorio. Por eso, todos debemos aprender un poquito de JAL, que sí sabe comunicar, y además se ha dedicado a ello durante gran parte de su trayectoria profesional.
Por toda esta trayectoria que he resumido hoy aquí, está claro que esta Placa de Honor de la AEC está más que merecida, mi más sincera enhorabuena a José Antonio López Guerrero, mi querido JAL, por este reconocimiento, así como a sus colaboradores científicos y colegas en el ámbito de la cultura y divulgación científica. Asimismo, mi más sincera felicitación a la AEC por la iniciativa de este Acto anual y a todos los galardonados de esta edición 2019.
Presidente de la Asociación Española de Científicos (AEC), vocales, compañeros galardonados, compañeros todos, señoras y señores, muchas gracias por permitirme compartir con todos ustedes, con todos vosotros, esta inolvidable velada.
Muchas gracias a la AEC por distinguirme con el honor y placer que me supone recibir esta placa de reconocimiento por mi labor científico-divulgativa.
Sin ciencia no hay futuro; un país no investiga por ser rico, sino que es rico porque investiga. Me hubiera encantado haber podido acuñar alguno de estos, ya, mantras que tenemos que repetirnos hasta la saciedad, hasta que la Sociedad, en general y en mayúsculas, y los políticos, en particular, sean conscientes de su relevancia; de su literalidad.
Sin embargo, sí querría atribuirme, si no toda, al menos parte de la autoría de una extensión del primer dogma mencionado: sin ciencia, ni su comunicación social, tiene un país futuro. Algo que, por desgracia vemos día a día y contra lo que luchamos con denuedo mi compañera –fuera y dentro de antena (gracias, querida Pacita)– y yo: lo que no digamos los científicos, ciertamente lo harán los farsantes, vendedores de elixires mágicos y maestros de cualquier práctica pseudocientífica o pseudoterapéutica. Tal y como terminamos cada semana nuestro programa de divulgación científica de Radio 5, Entre Probetas, –más de 5 años ininterrumpidos de emisión–, «contra charlatanes y pseudociencias, lean ciencia, escuchen ciencia, vivan ciencia». Todo ello, sin cejar en nuestro empeño de que, por su bien y por el de toda la sociedad, «vacune a sus seres queridos».
Efectivamente, Entre Probetas es el colofón de un proyecto ambicioso de divulgar ciencia que, junto a El laboratorio de JAL –más de 1.000 píldoras o quesitos emitidos–, Marca España-A ciencia cierta o A hombros de gigantes se emite –esperemos que perdure– en Radio Nacional de España, Radio 5 y Radio Exterior.
Llevo varias décadas dedicado con pasión a la comunicación social de la ciencia. Hablamos de finales del milenio pasado donde, creo poder afirmar, que si no el único, sí era uno de los muy pocos investigadores en activo que divulgaban ciencia en nuestro país. Desde entonces, he participado en programas de televisión con PozueloTV, DiariocríticoTV, UNEDtv o La 2 de TVE en pequeños programas de entrevistas o boletines científico-divulgativos. También llevo más de una década publicando ininterrumpidamente cada semana un post en el blog científico de la plataforma Weblogs de la Fundación Madri+d para el conocimiento. Hoy somos ya una pequeña, pero, creciente, legión de investigadores, los que compaginamos nuestra labor de poyata –de bench en nuestro argot diario– con gestión y comunicación social de la ciencia, conscientes, una vez más, de que «sin ciencia, ni su comunicación social, no hay futuro» …
Soy divulgador científico en tanto en cuanto soy científico. No concibo otro escenario. El Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO), centro mixto entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), me vio nacer y crecer como científico hace más de 35 años, siempre vinculado a los virus como inmunovirólogo –durante mi tesis–, posteriormente oncovirólogo –en el Centro Alemán de Investigaciones Oncológicas, en Heidelberg– y, actualmente, neurovirólogo. Por todo ello, y con todo ello, imparto clases, coordino un pequeño grupo de investigación –pequeño, pero, ciertamente, productivo sobre el papel del herpesvirus en neuropatologías y enfermedades desmielinizantes– y, como vengo refiriendo, colaboro con todos los medios de comunicación posibles en divulgar Ciencia.
Como acabo de mencionar, en la actualidad dirijo un pequeño grupo volcado en la caracterización de los mecanismos moleculares y celulares que subyacen en la infección de oligodendrocitos por el virus herpes Simplex tipo 1, el de las famosas calenturas. Desde hace tiempo se sabía que en enfermedades desmielinizantes y neurodegenerativas como la esclerosis múltiple, los oligodendrocitos, las células protectoras de los nervios que se iban formando para compensar a las que iban muriendo, a medida que maduraban, por alguna razón, degeneraban y también morían. No se sabía las causas. Ahora, mi grupo sugiere que, quizás, la presencia y activación del herpesvirus podría jugar un importante papel. Un proyecto paralelo pretende, a su vez, identificar posibles nuevos antiherpéticos capaces de perseguir al virus allí donde permanece en latencia. Resultados y publicaciones recientes nos hacen pensar que estamos bien encaminados…
Finalmente, querría retroceder unos años, pocos, unos 50, para presentarles a un jovencito hijo de emigrantes extremeños quien, entre bolas, peonzas y carreras de chapas estaba constantemente haciéndose preguntas; sobre las estrellas, sobre los fondos marinos, sobre lejanas montañas… Ese joven, que jugaba a las bolas y al gua de cuclillas para no mancharse sus limpios pantalones cortos, formó parte, en los 70, de la ola tardía de emigrantes en la República Federal de Alemania. Allí, tras trabajar toda la mañana en la tienda Antonio el murciano, spanische spezialitäten, por las tardes, en las clases a distancia del INBAD, seguía haciéndose preguntas; un mal vicio que no he abandonado.
Muchas gracias a la Asociación Española de Científicos, a mi paciente familia, a mis colaboradoras del laboratorio S13 de biológicas, a mis amigos… ¡Muchas gracias a todos!
José Antonio López Guerrero.
Profesor Titular de Microbiología en el Departamento de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid.
Pilar López Sancho.
Profesora de Investigación CSIC. Instituto de Ciencia de Materiales. Presidenta de la Comisión Mujer y Ciencia del CSIC.
La Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) se fundó en diciembre de 2001 con ámbito nacional. Su finalidad era la defensa de los intereses y conseguir la igualdad de derechos y oportunidades de las investigadoras y tecnólogas españolas en relación con sus colegas varones.
Una asociación sin ánimo de lucro abierta a todos aquellos que desempeñan su labor profesional en el ámbito de la investigación científica y la tecnología. AMIT se presentó oficialmente en junio de 2002 en Madrid en el seminario Mujeres y Ciencia: promoción de las mujeres en el mundo científico organizado por el entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología, dentro de los actos celebrados con motivo de la Presidencia de España del Consejo de la Unión Europea.
Puede resultar extraño que, en pleno siglo XXI, en un país democrático con una Constitución que establece que «todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social» tuviese interés fundar una asociación con esos objetivos, menos aún si consideramos que España forma parte de la Unión Europea que desde el Tratado de Roma de 1957 había considerado la igualdad de género como un elemento clave en sus políticas.
Sin embargo, los objetivos de AMIT estaban aún pendientes, no solo en España, también en Europa como había demostrado el informe ETAN publicado por la Comisión Europea en 1999 que demostraba que las mujeres estaban infrarrepresentadas en ciencia y ocupaban los puestos más bajos en la jerarquía académica. También algunas de las prestigiosas universidades de la costa este de Estados Unidos habían realizado estudios sobre la situación de las mujeres y, por ejemplo, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) había tenido que reconocer que las profesoras del claustro científico estaban discriminadas en espacio de laboratorio, salario y número de estudiantes adscritos.
En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) la proporción de mujeres en el personal investigador funcionario en el año 2002 era del 31%, entre ellas la gran mayoría, el 73% estaban en la categoría más baja de Científica Titular, un 20% eran Investigadoras Científicas y sólo el 7% de las mujeres en plantilla eran Profesoras de Investigación. En el caso de los hombres, el reparto en las categorías era mucho más equilibrado, el 54% eran Científicos Titulares, un 26% Investigadores y un 20% Profesores de Investigación. En las universidades, el panorama era igual de desolador, las mujeres ostentaban un 13% de las cátedras y eran alrededor del 36% del total de profesores titulares. Estas cifras resultan más escandalosas si nos restringimos a las áreas de ciencias e ingeniería.
Desde entonces la situación ha cambiado de forma significativa, pero lentamente. En 2004, el Presidente de Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero nombró el primer gobierno paritario de la historia de España. Por primera vez, se publicó una Orden de la Presidencia de Gobierno del 8 de marzo de 2005, firmada por la entonces vicepresidenta del Gobierno Mª Teresa Fernández de la Vega, en la que se establecían una serie de medidas relacionadas con la igualdad, algunas con relación directa con el mundo de la investigación y el académico. Se acordaba la creación de una Unidad específica de Mujeres y Ciencia para abordar la situación de las mujeres en las instituciones investigadoras y mejorar su presencia en ellas.
Se establecían medidas de promoción para las empleadas públicas, y entre ellas cabe resaltar: «se procurará obtener la paridad entre hombres y mujeres en la composición de órganos colegiados de la Administración General del Estado y en los comités de expertos», así como la presencia equilibrada de ambos sexos en los tribunales. Esta Orden tuvo una enorme repercusión en los organismos públicos. En 2007, se aprobó la Ley Orgánica de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. En 2011, la Ley de la Ciencia incluía una disposición adicional titulada Implantación de la perspectiva de género que establecía, además del equilibrio en órganos, consejos y comités, la incorporación transversal de la perspectiva de género; la publicación de datos desagregados por sexo y el establecimiento de mecanismos para eliminar sesgos de género en la selección y evaluación. Además, indicaba que los Organismos Públicos de Investigación (OPI) debían adoptar planes de igualdad. AMIT fue consultada y contribuyó en todas estas iniciativas legislativas. Todas ellas, junto a las recomendaciones de la Comisión Europea, han ayudado a poner de manifiesto las barreras que encuentran las mujeres en el desarrollo de su carrera investigadora y docente y se han propuesto medidas para solucionarlas. Aun así, desafortunadamente, los objetivos de AMIT siguen vigentes 18 años después.
AMIT ha tenido un papel muy importante en la evolución y mejora de la situación en España. La aprobación de la Comisión de Mujeres y Ciencia (CMYC) del CSIC estuvo impulsada por mujeres de esta asociación que trabajaban en el CSIC y que ayudaron a cambiar algunas de las normas no escritas, pero vigentes en la institución. De hecho, el CSIC fue el primer Organismo Público de Investigación (OPI) español que elaboró estadísticas desagregadas por sexo en 2002 y la CMYC elabora desde entonces un informe anual sobre la situación de las científicas en el organismo. AMIT cooperó activamente con el Ministerio para la creación de la Unidad de Mujeres y Ciencia que significó, además de un punto de unión con la Women and Science Unit de la Comisión Europea y con el Grupo de Helsinki, una gran ayuda para la coordinación de las políticas de género en las universidades y en los OPIs.
Las cerca de mil asociadas de AMIT y unas decenas de asociados, 16% en el CSIC, 62% en universidades y 22% en empresas y otras entidades, que trabajan en diferentes comunidades autónomas españolas, han constituido una red que ha supuesto una gran efectividad a la hora de denunciar desigualdades y conseguir cambios en el sistema científico español, han divulgado los sesgos sexistas, han reivindicado la puesta en marcha de las leyes y normativas españolas y europeas, han estimulado acciones correctoras, han contribuido al uso no sexista e inclusivo del lenguaje y trabajan en la incentivación de las vocaciones científicas de las niñas, colaborando con otras asociaciones que luchan por la igualdad de oportunidades en otros sectores de la cultura como la literatura, el cine o las artes. Las asociadas de AMIT han colaborado con las sociedades científicas formando en algunos grupos especializados que ayuden a cambiar y actualizar el clima de estas instituciones. AMIT con sus actividades ha conseguido poner de manifiesto la importancia de modernizar el entorno científico y de visibilizar los estereotipos y sesgos que consciente o inconscientemente perduran entre las personas que se dedican a la ciencia.
Todo esto surgió en Madrid en 2001 gracias al impulso y la determinación de una investigadora del CSIC, del área de Biomedicina, Flora de Pablo, que supo involucrar a otras ocho investigadoras en esta aventura. De las ocho, algunas tenían un amplio historial en estudios de género como Mª Ángeles Durán, eminente socióloga del CSIC y Eulalia Pérez Sedeño, catedrática de Filosofía de la Ciencia, o Carmen Vela, tecnóloga que había representado a España en el Grupo ETAN. Agnés Gruart, catedrática de Fisiología de la universidad Pablo Olavide de Sevilla, Roser González, catedrática de Genética Molecular de la Universidad de Barcelona, y también del CSIC Caridad Ruiz Valero y Pilar Tigeras, ambas químicas, y yo, Pilar López Sancho, física. Tanto las fundadoras como la actual junta de AMIT agradecemos este reconocimiento al esfuerzo de estos años. Para mí es un gran honor presentar a AMIT en este acto y doy las gracias a la AEC por invitarme.
Queridos compañeros de la Asociación Española de Científicos (AEC): en nombre de AMIT os transmito nuestro agradecimiento por reconocer el trabajo de tantos años al otorgarnos esta placa.
Queridas amigas y amigos, queridos colegas, gracias por acompañarnos en este acto.
Querida Pilar: muchas gracias por explicar con tanta claridad qué hemos hecho nosotras para merecer esto.
Tu acertada y desapasionada presentación de AMIT hace mucho más convincentes sus logros, de los que sin duda tú misma eres protagonista destacada como socia fundadora primero, luego como presidenta, y ahora como socia activa y miembro del Comité de Sabias de AMIT con las demás expresidentas, con el que conserváis viva nuestra rica memoria colectiva.
Creo que tu exposición ha dejado muy claro el papel protagonista que AMIT ha jugado desde su fundación, inspirando y promoviendo activamente los cambios legislativos en este país en materia de Mujer e Investigación durante los últimos lustros. En ello seguimos, asegurándonos de que AMIT participa en la redacción de normas y medidas a todos los niveles e impulsa y apoya su implantación real.
Pero AMIT es también una amplia red en la que nuestras socias realizan tantas actividades y tan variadas que es imposible enumerarlas. Muchas de estas acciones se llevan a cabo colectivamente, a menudo a través de nuestros nodos territoriales o temáticos, que nos permiten actuar rápida y eficazmente en los entornos más próximos. Además, las socias (y el aún pequeño puñado de comprometidos socios) trabajan por la igualdad en investigación con su ejemplo. Lo hacen -lo hacemos- a través de su actividad profesional, desde las aulas en las universidades hasta los grupos de investigación, los Consejos de departamentos, las Juntas de centros e institutos, y siendo modelos de investigadoras en todos los campos del saber y con múltiples perspectivas. Su influencia es constante formando parte de comités científicos o académicos en los que defienden la perspectiva de género en la investigación, luchan contra los estereotipos y los sesgos en contrataciones y promociones o denuncian la desigualdad de las investigadoras en la toma de decisiones, desigualdad cuyas nefastas consecuencias sufrimos todos, mujeres y hombres.
Uno de los objetivos de AMIT en los próximos años es crear un nodo de jóvenes socias y otro de socias en el extranjero (colaborando con RAICEX); probablemente ambos nodos tengan una amplia intersección. Hacer visible una injusticia ayuda a visibilizar otras, y el trabajo de AMIT por una planificación digna de la carrera investigadora para las mujeres ayuda a que otros colectivos desfavorecidos también se consideren. Tenemos que hacer algo dirigido a los jóvenes, muchos hombres y muchísimas mujeres, que tienen tanto que aportar y a los que absurdamente estamos perdiendo para la investigación en España.
AMIT trabaja también por una financiación suficiente y estable para los proyectos y los grupos (aspecto en que las Investigadores Principales también estamos desfavorecidas) y aboga por la participación plena de las investigadoras en el diseño de las estrategias nacionales de investigación.
Creo que este compromiso compartido por todas nosotras y por el puñado de hombres socios de AMIT explica nuestra fortaleza y es nuestra principal seña de identidad. Creo también que nuestro eficaz funcionamiento en red nace de un firme apoyo mutuo y una forma colaborativa de trabajar; la información y los recursos fluyen generosamente de un nodo a otro, de una socia a otra, pues no buscamos sino contribuir a un objetivo común. Nos llevamos muy, muy bien y aprendemos mucho unas de otras.
La AEC declara que el premio se concede «por la labor de AMIT en promover la plena participación de las mujeres en la Investigación, la Ciencia y la Tecnología», frase que describe bien lo que hacemos con tanta motivación y energía. Por eso quiero decir, desprovista de falsas modestias, que creo que AMIT merece la distinción. Pero, además, la Asociación Española de Científicos concede estas Placas de Honor AEC a asociaciones e instituciones que se han destacado por su labor en favor de la I+D+i en nuestro país. Y me alegra mucho que la AEC haya estimado que trabajar por la plena participación de las investigadoras es una destacada labor en favor de la I+D+i.
AMIT sin duda comparte esta visión de la AEC. Porque un sistema que no nos incluya y no nos reconozca es un mal sistema, injusto, ineficiente, derrochador. Porque la presencia de investigadoras promueve y acelera que la perspectiva de género se extienda a muchos campos de investigación y eso hace que la ciencia que se produce sea mejor ciencia. Porque la investigación en España no puede permitirse el lujo de prescindir de la mitad de su talento o de tenerlo relegado, subempleado o eternamente en el extranjero. No hay nada que justifique malgastar tanto talento. Así que seguiremos luchando para evitarlo.
Si compartes esta visión y quieres trabajar por ella, hazte socia -hazte socio- de AMIT. amit@cchs.csic.es / https://www.amit-es.org/
Carmen Fenoll
Secretaria General de la AMIT
Juan José Ruiz Martínez – Rector de La Universidad
Miguel Hernández (UMH) de Elche
Señor Rector, autoridades académicas, miembros del Consejo Rector de la Asociación Española de Científicos (AEC), premiados, socios, simpatizantes, compañeros y amigos.
Para mí es una gran satisfacción poder participar en este entrañable acto de entrega de las placas de honor de la AEC 2019 y ese honor es todavía mayor cuando me corresponde presentar una revista que en los últimos años ha llevado a la sociedad de la provincia de Alicante, y de la Comunitat Valenciana en general, toda la ciencia que se desarrolla en Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche.
Puesto que conozco de primera mano la trayectoria que ha seguido la revista UMH Sapiens a lo largo de estos años, permitidme que desglose brevemente algunos de los momentos que han marcado dicha trayectoria.
En el año 2012, a los pocos meses de mi nombramiento como director de comunicación de la UMH, el rector en ese momento, Jesús Pastor, me planteó el problema de la poca visibilidad que en la sociedad de nuestra provincia tenía la investigación desarrollada en nuestra Universidad. Sabíamos que éramos una de las mejores universidades en producción científica y, sin embargo, todo quedaba en publicaciones JCR de alto nivel. Además, se sumaba al problema, la falta de conocimiento que los medios tenían de nuestros expertos en temas de calado social como el cambio climático, tecnología de los alimentos, estadística, medicina, farmacia, ingeniería, etc. Y que buscaban en otras universidades aquellos investigadores a los que preguntar como expertos en tema de cualquier noticia.
Fue ahí donde nació la idea de tener nuestra propia revista. Una revista que llegara, con lenguaje amable y abierto, a toda la sociedad, pero, que a la vez fuera precisa y con contenido de calidad.
Sin embargo, la dificultad del momento, con la crisis económica golpeando fuertemente a nuestro país, la dificultad de encontrar financiación suficiente, y la imposibilidad de obtener plazas de contrato público para apoyar el proyecto, hizo que tuviéramos que agudizar el ingenio.
De esta forma, la revista UMH Sapiens nació en enero de 2013 fruto de la colaboración de profesores y estudiantes de periodismo, y el servicio de comunicación de la UMH. Ese primer número fue presentado por el rector ante la comunidad universitaria en un acto multitudinario que representó un cambio en la visibilidad de nuestra universidad.
Éramos una gran Universidad investigadora y ahora el mundo lo sabría.
Hoy en día, casi siete años y 23 números después, UMH Sapiens se ha consolidado como una revista de prestigio en nuestra provincia, una web de divulgación científica y un canal de difusión de conocimiento generado por nuestros investigadores y sus colaboraciones a nivel mundial. Los números la avalan: la web cuenta con numerosas visitas, se imprimen cuatro revistas al año de las cuales se hace una tirada de 40.000 ejemplares de cada una, que son repartidos por toda la provincia de Alicante.
A lo largo de estos años, mucha gente ha pasado por el proyecto, la mayoría de ellos estudiantes en prácticas, que han aportado su grano de arena a la vez que se han formado en una disciplina apasionante como es la divulgación científica. Pero, es justo reconocer que hubiera sido imposible llegar a tan buen puerto sin la coordinación de contenidos de María José Pastor, jefa de prensa del servicio de comunicación de la UMH, y, sobre todo, sin la dirección de Alicia de Lara, redactora jefa de la revista y persona que ha estado al frente de ella desde su creación hasta nuestros días.
Quisiera concluir trasladando mi más sincera enhorabuena a nuestra revista y todos sus colaboradores, y sobre todo a nuestra Universidad, representada en este acto por nuestro rector, Juanjo Ruíz, por tan apasionante proyecto. Asimismo, mi más sincera felicitación a todos los galardonados por la AEC en este año.
Muchas gracias por su atención.
Desde que nació en 2013, la razón de ser de UMH Sapiens ha sido contribuir a la percepción general de la ciencia como un preciado bien social. Por este motivo, para la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche recibir la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC) es todo un orgullo.
Una recompensa que nos anima a seguir difundiendo los resultados de la investigación y a esforzarnos por presentar a la ciencia como una actividad cercana, atractiva, emocionante e implicada en cuestiones que afectan al día a día de la población. Es decir, como lo que es. Una profesión valiente y sobre la que nos apasiona comunicar.
Quiero transmitir de parte de todo el equipo UMH Sapiens mi más sincero agradecimiento a la Asociación Española de Científicos (AEC) por esta distinción y, sobre todo, quiero poner en valor (una vez más, imagino que ya lo habrán dicho) el trabajo que lleva a cabo la entidad. Su empeño por promocionar la profesión científica, de una manera transversal, que contempla a todas las disciplinas científicas, en todas sus vertientes. Desde la investigación básica, hasta las aplicaciones más innovadoras, pasando por la labor divulgadora, educativa y promotora del espíritu científico de nuestros jóvenes. Me gustaría agradecer a Manuel Jordán la promoción de la candidatura y a José Juan López Espín la generosa presentación. También, agradecerle a Manu Jordán el apoyo que ha brindado al proyecto como investigador y vicerrector de nuestra universidad durante todos estos años. Y, por supuesto, quiero agradecer muy especialmente a Alicia de Lara, la editora de la revista, el magnífico trabajo que está haciendo. No ha podido estar hoy aquí con nosotros, pero es quien más se merece este premio.
Si hay algo que genera preocupación en la revista es ser una fuente de información científica fiable, al servicio de la comunidad, porque consideramos que la información falsa, incompleta o inoportuna hace estragos en todas las áreas, pero que cuando se trata de asuntos relacionados con determinados ámbitos, como puede ser la salud, el peligro se multiplica. Por ello, ante ciertas cuestiones, ante determinadas controversias, la necesidad de ofrecer información diligente y oportuna es fundamental. Informar desde el rigor, y hacerlo sin perder de vista al público, sus intereses y sus preocupaciones, es la filosofía de la revista. La línea editorial de UMH Sapiens es situar al lector en el epicentro del trabajo informativo, limitar el alcance que actualmente consigue la desinformación y orientar al público general en un correcto consumo de la información científica.
Personalmente, siento un gran orgullo cuando informamos sobre las excepcionales investigaciones que llevan a cabo nuestras y nuestros colegas. Podríamos poner muchos ejemplos, los cuales, junto con el trabajo de los compañeros investigadores también galardonados hoy, ofrecen una idea del gran potencial de la investigación que se hace en nuestro país. Tenemos que sentir un gran orgullo por la ciencia española y seguir luchando por conseguir el apoyo que se merece. Hacer partícipe a la sociedad de esta importancia la empodera para que se sume a nuestras peticiones de ayudas y apoyos, porque la información es el puente hacia la sociedad, y la convierte en el gran aliado de la ciencia.
Otra de las preocupaciones del proyecto UMH Sapiens es alcanzar al conjunto de públicos, pero, en especial, a las nuevas generaciones. Encontrar la manera de que la ciencia interese a los más jóvenes. Por ello, en el último año, hemos hecho una importante apuesta por elaborar contenidos atractivos que aprovechan las posibilidades que brindan las redes sociales y sobre todo el vídeo online, que es el formato por el que vamos a apostar, sin dejar de lado el resto de los canales ya consolidados. Porque los jóvenes, y los ya no tan jóvenes, demandan una forma audiovisual de consumir contenidos, de manera que vamos a tener muy en cuenta la multimedialidad y se fomentará la participación y la interacción, como una forma de aprendizaje.
No quiero terminar sin felicitar a los demás galardonados, con los que es un placer compartir este momento, y sin hacer extensible nuestro agradecimiento a todos aquellos que hacen posible y han hecho posible este proyecto de divulgación. En enero de 2013, presentaban el primer número de la revista el rector de la Universidad Miguel Hernández, Jesús Pastor Ciruana; María Teresa Pérez Vázquez, vicerrectora de Relaciones Institucionales, y José Juan López Espín, director de Comunicación de la UMH. Hoy son ya 25 números y la misión sigue siendo la misma: periodistas e investigadores trabajando codo con codo para que la ciencia adquiera la visibilidad que se merece.
UMH Sapiens es, y seguirá siendo, una ventana de la investigación que se lleva a cabo en la Universidad, abierta de par en par, hacia el público, hacia los medios de comunicación, hacia los centros de enseñanza y hacia las empresas susceptibles de apoyar nuestras investigaciones. El proyecto es nuestra forma explicar a la sociedad que la investigación, junto a la docencia y la transferencia, son nuestra razón de ser. Y todo esto solo se puede conseguir comunicando, informando, divulgando… Eso es algo que los científicos debemos tener muy en cuenta.
Pero tenemos una gran suerte, porque la mejor forma de llegar al público es a través de las historias, de las buenas historias. Y, en este caso, además, verdaderas. Porque como la mayoría de los que estamos aquí compartiremos, es en la ciencia donde se encuentran las historias más apasionantes.
Muchas gracias a todos.
Autoridades académicas, miembros de la asociación, galardonados, señoras y señores.
Es para mí un placer estar hoy aquí con todos ustedes para realizar la semblanza del galardonado de este año por la Asociación Española de Científicos, el doctor Enrique Samper, como máxima representación de la empresa NIMGenetics. Desde mi punto de vista es una gran elección, tanto por su importante carrera científica como por su trayectoria emprendedora
Yo conocí a Enrique en 1997, cuando se incorporó al Centro nacional de Biotecnología (CNB), para realizar su tesis doctoral bajo la dirección de María Blasco. Ya en aquel momento Enrique era un estudiante que claramente destacaba, habiendo obtenido la licenciatura en la Universidad del Estado de Michigan y el Máster por la Universidad de Londres. Su trabajo (1997-2002) fue modélico, centrándose en el estudio del papel de la telomerasa y proteínas de reparación del ADN en el cáncer y envejecimiento.
Durante esta etapa realizó estancias pre-doctorales en grupos de investigación de referencia, el prestigioso doctor Tak.W. Mak (Toronto, Canada) y el doctor Peter Lansdorp, British Columbia Cancer Center. Ambas arrojaron de nuevo conclusiones muy importantes. Nuestros grupos desarrollamos una primera colaboración para la evaluación de la longitud telomérica sobre la actividad de las células madre hematopoyéticas.
El nivel de productividad e impacto de sus publicaciones científicas ha sido extraordinario, siendo citadas en más de 9.000 ocasiones por otros colegas y en las revistas internacionales más relevantes.
De 2002 a 2005 realizó su trabajo postdoctoral en EE. UU., en el Buck Institute for Aging Research, en San Francisco, California, donde se centró en el estudio de los mecanismos moleculares de inestabilidad cromosómica y del estrés oxidativo mitocondrial. Estableció una importante correlación entre niveles altos de estrés oxidativo y la promoción de senescencia en células de ratón. Esta conclusión se ha consolidado en muchos otros modelos y tiene una importante implicación en numerosos procedimientos de Medicina Regenerativa.
Durante 2005- 2010 Enrique se incorporó a mi grupo, primeramente, como científico Ramón y Cajal en el Centro Nacional de Biotecnología y posteriormente en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, como Junior Group Leader, trabajando en el campo de las células madre mesenquimales y en la reparación del ADN.
Trabajar con Enrique fue un lujo. Siempre alegre, siempre predispuesto a la crítica constructiva y al trabajo duro, siempre conciliador. Enrique es una de esas escasas personas amables, fiables, y entrañables que a veces la vida te regala. Durante todo el trabajo Enrique demostró una gran capacidad de empatía contagiosa, en todos los órdenes, y una indudable capacidad de gestión de equipos y emprendedora de nuevos proyectos.
En estos cinco años de trabajo conjunto, en colaboración con el doctor Manuel González, realizamos contribuciones relevantes en el campo de células mesenquimales en Terapia Celular. Este tipo celular es, sin duda, el más evaluado en muy diferentes aplicaciones terapéuticas. Nuestro trabajo demostró que su expansión en condiciones de presión de oxígeno ambiental incide –mediante el aumento del estrés oxidativo–, sobre su calidad genética y en la capacidad de expansión en cultivo de las mismas. La implicación práctica es que es más adecuado realizar las expansiones celulares a bajo oxígeno (3-5%) y durante el periodo de expansión mínimo necesario.
En los últimos años Enrique comenzó a valorar de forma seria la creación de NIMGenetics. No era una decisión sencilla en este país. Yo me limité a facilitarle todo lo posible sus necesidades para compaginar ambas actividades. Como muestra de su generosidad, hasta en dos ocasiones Enrique me ofreció participar en el proyecto. Yo agobiado por las necesidades de nuestro propio proyecto, Genetrix, no me atreví a involucrarme en otro proyecto adicional. En 2008, Enrique comienza como co-fundador y presidente de NIMGenetics SL, empresa pionera en diagnóstico genético humano mediante tecnologías genómicas como los microarrays de CGH, y la secuenciación masiva del EXOMA humano.
En 2011 se incorpora a NIMGenetics a tiempo completo como Consejero Delegado (CEO) y, en los años siguientes refuerza considerablemente su formación como directivo, participando en varios cursos formativos para emprendedores. No es sencillo pasar de ser un científico a ser un emprendedor, o empresario de base tecnológica, pero en este caso Enrique ha tenido la habilidad y capacidad de desenvolverse muy bien en ambos perfiles.
Desde su incorporación como CEO la empresa ha multiplicado sus ventas (x10) en el periodo 2011-2019, y ha captado doce millones de euros de financiación de inversores privados y fondos públicos institucionales.
En 2015 comienza la internacionalización de NIMGenetics, lanzando NIMGenetics da Brasil, en Sao Paulo, como plataforma para expandir los servicios de diagnóstico genético en el mayor país de Latinoamerica. Posteriormente ha expandido la empresa en Méjico, y ha consolidado el crecimiento de NIMGenetics en España, siendo una de las mayores empresas de su sector con cien empleados a tiempo completo.
Una evolución responsable y contenida, pero no desatendiendo a las eventuales necesidades futuras y oportunidades de negocio.
Permitidme que acabe felicitando sinceramente a Enrique y a todo el equipo de NIMGenetics por la gran tarea que han realizado: Tenéis que seguir marcándonos el camino. Sois un modelo para una nueva generación de científicos que poseen un mayor interés por el desarrollo tecnológico y la transferencia en el entorno privado.
Estimados miembros de la Asociación Española de Científicos (AEC), estimado jurado, queridos doctores Antonio Bernad, Enrique de la Rosa, familiares y amigos, es un honor para mí recibir este premio por la misión de la empresa NIMGenetics en emplear el conocimiento científico en la mejora de la salud de los pacientes con enfermedades genéticas, así como su calidad de vida y la de sus familias.
En la mayor parte de mi trayectoria científica y posteriormente empresarial, he tenido la suerte de contar con multitud de ayuda por parte de grandes personas y grandes científicos, que me han apoyado, enseñado, y han tenido fe en que mi labor, algún día, sería algo relevante en el campo de la Investigación y en la traslación del conocimiento a la sociedad.
En primer lugar, me gustaría agradecer a mi familia que me apoyó para que empezara mi carrera científica en Michigan State University en los EE.UU. Allí, en una universidad estatal, muy puntera en el campo de la biología celular y molecular de plantas, empecé a dar mis primeros pasos como investigador.
Recuerdo hoy mi primer fracaso científico (de muchos) en el laboratorio del USDA, del doctor J.W. Sauders, experto en clonación, variación somaclonal y mejora, de especies vegetales donde yo trabajaba gratis para aprender las tardes y los fines de semana. Después trabajar un año en un experimento, los cultivos celulares se contaminaron con un hongo, y hubo que tirarlo todo. Esto me afectó mucho, un año «perdido», pensé, pero el profesor Saunders me dijo: «Enrique, esta es tu primera lección en la Ciencia. Cuando te has caído, cuando algo importante no ha funcionado, sólo hay un camino; levantarse, limpiarse el barro, y empezar de nuevo».
Los científicos estamos siempre probando cosas nuevas y muchas de ellas fallan y también cometemos errores. Es fundamental tener resiliencia. Finalmente, pude hacer una publicación, muy sencilla antes de acabar la universidad. Allí ya muchos del laboratorio hablaban, por cierto, de emprender, de hacer lo que hoy se llaman startups.
Después pude realizar un Máster en la Universidad de Londres, en el Reino Unido, en Biotecnología e Ingeniería Genética. Tanto en la licenciatura como en el Máster se daban asignaturas sobre economía, proyectos multidisciplinares, y ciencias sociales, aunque yo no entendía para qué un científico necesitara tales nociones; había que pasar por ello, y además disfrutarlo y sacar buenas notas.
Al volver a España, trabajé como becario en verano en el INIA para aprender más, y desde ahí pregunté a un postdoc, el doctor Antonio Leyva, hoy en el CNB: «¿Quién me podría ayudar a hacer una tesis doctoral en el tema del cáncer?». La respuesta fue: «Hay una persona muy innovadora y con recursos que se llama el doctor Carlos Martínez-Alonso que está empezando un proyecto único, el DIO, en el CNB». Le Llamé por teléfono y me atendió el ilustre profesor Martínez-Alonso. Él me dijo, mitad en inglés y mitad en español: «Enrique: te vas a ir a Canadá a estudiar con un postdoc español, el doctor José Luis de la Pompa, para hacer ratones KO, en uno de los mejores laboratorios del mundo: el Amgen Institute, de Taw. W. Mak; descubridor entre otras muchas cosas del receptor de las células T. ¡Si vas y lo haces bien, te daré una beca a la vuelta!» ¡Otra vez hacia el continente americano! Y así sucedió, me fui otro año a Toronto y aprendí con el doctor José Luis de la Pompa, hoy en el CNIC, a analizar la función de dos factores de transcripción el RJBJK y el NFAT1c en el Amgen Institute. Esto lo publicamos en las revistas Development y Nature, respectivamente, en un año.
José Luis me puso en contacto con la doctora María Blasco, experta en Biología Molecular y discípula de Margarita Salas, que estaba a punto de regresar a España después de hacer su postdoc en Cold Spring Harbor, EEUU en el laboratorio de Carol Greider, y codescubridora de la telomerasa.
María me aceptó como su primer estudiante de doctorado en el DIO-CNB, gracias a la beca del departamento. Ella traía algo esencial: disciplina, trabajo duro, y rigor científico en un campo nuevo: la telomerasa. Tengo que decir que, gracias a María, Carlos Martínez-Alonso, Antonio Bernad, Manuel Serrano, y otros muchos grandes científicos del departamento y a la importantísima financiación que consiguió Carlos Martínez-Alonso, proveniente de Pharmacia Upjohn, el DIO era el mejor sitio para hacer una tesis doctoral en aquel momento en España. ¡Tuve mucha suerte, aunque también era el fruto del esfuerzo anterior!
Con María Blasco, trabajé casi sin descanso más de cinco años, gracias a estar en el momento justo en el sitio (científico) justo, con un gran equipo y una gran jefa. Tuve, además, la gran suerte de que María me diera la oportunidad de caracterizar en parte el ratón KO para la telomerasa, y sus células en todo detalle. Ahí, conseguí ayudar a caracterizar que la telomerasa, presente en más del 90% de los tumores humanos, no era esencial para la tumorigénesis en ratón; y por eso me incluyeron en un flamante artículo en la revista CELL, ¡con portada incluida! Además, me enviaron a Vancouver, a aprender nuevas tecnologías de medición del telómero. En mi Tesis, estudiamos, lo digo en plural porque la ciencia es labor de un equipo, la función de la telomerasa, y de varias proteínas de reparación de ADN en la protección del telómero y en la estabilidad genética. Este es un componente esencial de la homeostasis celular, del envejecimiento y la protección frente al cáncer.
Recuerdo también algo que María Blasco me dijo tomando una cerveza en un Congreso en Heidelberg, Alemania: «En ciencia es muy importante ser de los mejores. Es muy competitivo, o es, si no mejor dedicarse a otra cosa». En su laboratorio, y en el de Peter Lansdorp, en Vancouver, pude aprender y luego enseñar las técnicas más novedosas de medición de la longitud telomérica y de inestabilidad cromosómica, como el Q-FISH, Flow-FISH, SKY-Spectral Karyotyping, etc. Teníamos un filón, publicábamos sin parar, 18 artículos internacionales publicados en buenas revistas de mi Tesis doctoral. ¡Fuimos un equipo muy eficaz!
Al final de mi tesis doctoral, hice probablemente mi mayor contribución a la ciencia básica de mi carrera. Demostramos que la reintroducción de la telomerasa in vivo, en ratones con telómeros críticamente cortos tenía la capacidad de corregir la longitud telomérica de las células viejas y curar literalmente la totalidad de las enfermedades asociadas al envejecimiento por los telómeros cortos. Ganamos, junto a María Blasco, frente a la publicación de un estudio muy similar al de Carol Greider. El suyo publicado en CELL unos meses después y con consiguiente disgusto de haber sido la segunda en publicarlo y regañina ¡a María y a mí!
También durante mi tesis, con el grupo de Antonio Bernad caracterizamos la función de la telomerasa y el acortamiento telomérico en la capacidad y función del sistema hematopoyético en ratones. Gracias a ese trabajo que publicamos en la revista Blood, conocí a la gran persona que es Antonio Bernad.
Una vez acabada la tesis doctoral, conseguí un trabajo postdoctoral con una beca EMBO, en el Buck Institute for Aging Research, en Novato, San Francisco, California en el laboratorio de Simon Melov y en colaboración con la doctora Judy Campisi, donde me especialicé en el papel del estrés oxidativo en la senescencia celular, y en la tumorigénesis. En esos años colaboré con el grupo de Judy Campisi en una publicación seminal en Nature Cell Biol, donde describimos que era la tensión del oxígeno ambiente y no la replicación celular la causante de la senescencia en células de ratón. Allí vi de primera mano el poder de la genómica. Realizamos el estudio de todos los genes del genoma, sus cambios en el número de copia y de su expresión en RNA a través de los microarrays. Conocí y colaboramos con una pequeña startup llamada ILLUMINA, hoy un cuasi-monopolio en la tecnología de NGS. Gracias a esa exposición a la tecnología tuve la idea de querer aplicar esa tecnología muy novedosa en aquel entonces (2002-2005) a la industria para ayudar a diagnosticar. ¡Se empezó a gestar la idea de hacer una empresa en España!
Estaba claro que necesitaba un entorno con experiencia en empresas biotech y por eso llegué a un acuerdo con Antonio para disfrutar del contrato Ramón y Cajal en su laboratorio, de vuelta en Madrid, porque él había cofundado el grupo Genetrix, y Cellerix junto con Carlos Martínez-Alonso y Cristina Garmendia. Antonio y su grupo tenían mucha experiencia en el campo de las células madre y también en enzimas de replicación y reparación del DNA, y era la única persona que yo conocía que había cofundado una empresa biotech. No en vano es uno de los autores principales de la patente de la polimerasa del fago Phi29, realizada en el laboratorio de Margarita Salas, una de las mejores científicas y formadoras del país. Tristemente Margarita nos dejó en esta tierra, pero su legado continuó.
En el laboratorio de Antonio, en el CNIC, encontramos juntos que lo que pasaba en la senescencia del ratón, es decir que el oxígeno ambiente causaba daño celular en cultivo, también ocurría en los cultivos de células madre mesenquimales. Al crecer las células en normoxia fisiológica (3% de oxígeno), la capacidad de expansión se multiplicaba y la senescencia celular se retrasaba unas 50 divisiones celulares y su metabolismo se mantenía fisiológico. Esto es importante porque para el uso de las células madre mesenquimales, se cultivan al 20% de oxígeno ambiente durante 16 divisiones celulares, lo que causa daño en el DNA, cambios muy significativos en su expresión génica, y, en una palabra, describimos que para terapia celular sería mejor cambiar su método de producción y generamos una patente PCT. También maduré la idea de montar la empresa y tuve varias conversaciones interesantes con él, y me recomendó muchas cosas. ¡Gracias Antonio por todo tu apoyo!
Desde California, tuve clara la visión y la necesidad de aplicar los microarrays y otras herramientas genómicas al diagnóstico para encontrar rápidamente la causa de las enfermedades genéticas. No había tiempo que perder: era ahora o nunca. Y lo fundamental era la colaboración de expertos y socios, ya que yo solo nunca hubiera podido lanzar la empresa sin ayuda. Así, en el año 2007, le propuse la idea de montar una empresa puntera de diagnóstico genético al doctor Juan Cruz Cigudosa, que era el director de un laboratorio en el CNIO, experto en genética humana. Juan aportó conocimiento y contactos, y junto con dos personas de su confianza la doctora Sara Álvarez, (hoy Cofundadora y Directora Médica de NIMGenetics) y el recién doctorado Javier Suela (hoy Director de Operaciones y Científico), comenzamos a darle forma. Lo más importante no es la idea del emprendedor sino la ejecución de la misma. Su entrenamiento constante y resiliencia. Ser emprendedor es una profesión de alto rendimiento y riesgo.
Gracias a mi entrenamiento como científico, pude convencer a los primeros socios, algunos científicos, de montar equipo, buscar los recursos, explicar el proyecto a la fundación Madrid+D y constituir una microempresa tecnológica, o startup, con dos empleados.
Esto lo pude hacer Incluso sin dinero, ya que con mi nómina de científico pude pedir prestado a Bankia los primeros fondos para la aportación a la constitución a devolver en cinco años al 8% de interés.
Los inicios fueron duros: donde había que compaginar la ciencia de día, trabajando en el CNIC, con el proyecto empresarial por las noches y los fines de semana. En 2011 decidí apostar al 100% a la empresa y dejar mis queridos experimentos científicos y formarme como CEO, o Consejero Delegado. Gracias a ese paso, y al esfuerzo de todo el equipo de personas que han creído en esa visión de traslación del conocimiento científico y tecnológico al diagnóstico, damos empleo de calidad a más de 100 personas, incluidos 30 científicos y tecnólogos, en tres países, España, Brasil y Méjico. Gracias al conocimiento del genoma, y a la tecnología más moderna de Illumina, de BGI, de Agilent Technologies, mejoramos el rendimiento diagnóstico y la salud de unas 25.000 familias al año y ayudamos a evitar muchas pruebas invasivas, como la amniocentesis, salvando algunas vidas.
Todo esto ha sido posible gracias a toda la formación recibida, al trabajo duro de mi equipo, y a la inversión conseguida de muchos pequeños inversores y otros más grandes como Apposite Capital, que han hecho posible que de una idea de un científico, hagamos una empresa puntera que da servicio a más de 200 Hospitales.
Muchas gracias a todos los que habéis apoyado y creído en esta carrera y en NIMGenetics.
«Permitidme empezar con un cariñoso recuerdo de Margarita Salas. Su persona y su obra han sido, y serán, referentes de investigadores e investigadoras, y han contribuido a la valoración social de los científicos».
«Quien quiera una vida laboral fácil y previsible, que no se meta a investigador».
Un año más, nos reunimos en este acto, el más entrañable de los que organiza la Asociación Española de Científicos (AEC), la entrega de las Placas de Honor. Con ellas pretendemos honrar el esfuerzo y el talento dedicado en España a la generación de conocimiento, a la difusión del mismo y a su aplicación en beneficio de la sociedad. Permitidme empezar con un cariñoso recuerdo de Margarita Salas, que nos abandonó hace justo dos semanas. Sus logros científicos, su labor como mentora de varias generaciones de investigadores, sus actividades de transferencia, de reivindicación de la ciencia básica y de la igualdad de las investigadoras, le han valido el reconocimiento a nivel nacional e internacional, incluso a nivel del público en general en el ámbito nacional. Su persona y su obra han sido, y serán, referentes de investigadores e investigadoras, y han contribuido de manera esencial a la valoración de los científicos por la sociedad, uno de los fines de nuestra Asociación.
Tengo que confesar que este año me ha costado encontrar un tema y un tono para el discurso de presentación que fueran acordes con el carácter de celebración que nos gusta conseguir en este acto. Y es que el ánimo de los investigadores, tras años de recortes debidos a la crisis económica y, más recientemente, a la incapacidad política de gestionar la recuperación, está en horas bajas.
Pero, la triste pérdida de Margarita Salas y todo lo que hemos pensado, escrito, leído y hablado sobre ella en estos días me han señalado un posible camino. Las condiciones de trabajo de Margarita, tanto en su Tesis Doctoral realizada entre 1961 y 1964 en el Instituto Gregorio Marañón del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), como a su vuelta a España en 1967, también al CIB, distaron de ser óptimas. Y, ciertamente, fueron más duras que las nuestras actuales, por más que tengamos sobradas razones para quejarnos de la situación actual. Sin embargo, ello no fue óbice para que iniciara la excelente carrera investigadora que todos conocemos. Y es que, como la propia Margarita comentó en su investidura como doctora honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid, «la ciencia española hace milagros».
Quien quiera una vida laboral fácil y previsible, que no se meta a investigador. Yo suelo emplear el símil de que «hacer ciencia es nadar contracorriente», y esto es así en cualquier lugar del mundo. Pero, además, en España «nos abren la presa cada dos por tres», arrastrándonos al punto de partida. En estos años de crisis y penuria ha ocurrido incluso algo peor: «nos están dejando sin agua en el río», por lo que cada vez es más difícil el nadar. Pero, los científicos, entre ellos los homenajeados en este acto, con su trabajo de investigación, con sus actividades tendentes a la promoción de las investigadoras y a la motivación de los estudiantes, con su implicación en la divulgación, la transformación de conocimiento en bienestar social, etc., están descubriendo nuevos cursos de agua y nuevas fuentes que nos permiten seguir avanzando rio arriba.
A continuación, pasaremos a la entrega de las placas para conocer un poco más sobre los galardonados de este año que, como siempre, son una pequeña selección de los muchos que se lo merecerían. Por último, tendremos el discurso de clausura por parte del doctor Jesús Marco, quien representa al nuevo equipo de Presidencia del CSIC, que también ha traído agua fresca a la institución a la que pertenecemos muchos de los presentes. Espero que el rato que vamos a pasar juntos, seguro que muy agradable, nos sirva también para recordar a Margarita Salas, su obra y su ejemplo, y para seguir nadando contracorriente.
Enrique J. de la Rosa
Presidente de la AEC
«Han pasado más de 40 años desde la creación de esta Asociación. Cuánto ha cambiado el mundo en el que nos movemos y el papel de la Ciencia en el mismo».
«Necesitamos una reforma integral de los servicios públicos, que sea capaz de reorientar su base, sus profesionales, su marco de gestión, sus herramientas jurídicas y tecnológicas».
«Pedimos una revolución necesaria. Contamos con algunas de las mentes más brillantes y a la vez con más compromiso social de nuestro país».
Estimados colegas de la Ciencia, amigas, amigos.
En primer lugar, quiero agradeceros la invitación a participar en este acto, en nombre del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y también en mi propio nombre, ya que me produce una ilusión especial asistir hoy a este reconocimiento.
Nuestra comunidad no es especialmente activa en este tipo de actos, quizás porque justamente en nuestra vocación se suponen implícitos muchos de los valores que se reconocen en estas placas de honor: «esfuerzo y talento dedicado en España a la generación de conocimiento, a la difusión del mismo y a su aplicación en beneficio de la sociedad».
Pero, si reflexionamos sobre lo que ello supone en nuestras trayectorias, no solo profesionales, sino personales, y especialmente cuando contamos ya con una cierta experiencia y podemos valorarlo, nos damos cuenta de lo merecido de este reconocimiento.
No voy a insistir en los méritos de todos los que habéis recibido hoy esta placa de honor, solo quiero transmitiros el agradecimiento de la sociedad, el agradecimiento institucional, y también mi agradecimiento personal. Sé que no es necesario, además, animaros a continuar este esfuerzo, no solo a los que hoy recibís este reconocimiento, sino a todos los que estáis aquí, y, en particular, a todos los miembros de esta Asociación Española de Científicos.
Pero, sí quiero, aprovechando esta ocasión, hacer una reflexión y a la vez pediros un paso más.
La reflexión es sencilla: miremos hacia atrás, han pasado más de 40 años desde la creación de esta Asociación, o miremos simplemente a nuestro periodo pre o postdoctoral. Cuánto han cambiado las técnicas, los laboratorios, los equipos científicos internacionales, nuestro conocimiento… Cuánto ha cambiado el mundo en el que nos movemos y el papel de la Ciencia en el mismo. Incluso, cuánto hemos cambiado nosotros… Me gusta decir que la Ciencia es la industria del siglo XXI, porque pienso que es así, y, si analizamos en detalle muchas de las grandes compañías actuales, encontramos actividades muchas veces en la frontera del conocimiento.
Y ahora viene la reflexión: sin embargo, parece que en estos cuarenta años no hemos sido capaces de resolver muchos de los problemas que hicieron en su momento plantearse la necesidad de esta asociación, como es el reconocimiento de la actividad científica, y la consecuente mejora de las condiciones para realizar la investigación en nuestro país.
¿Qué es lo que falla? Quizás todos somos demasiado voluntaristas o comprometidos y hemos sido capaces de lograr que el sistema siga funcionando y rindiendo, aun a costa de mantener el nivel mediante un esfuerzo alto, o incluso demasiado alto, supliendo fallos o carencias que no existen en el contexto internacional. Pongo solo un ejemplo, pero importante: ¿Por qué no tenemos una carrera técnica en la investigación pública? No es una razón ni económica ni política, simplemente no ha encajado hasta ahora en un sistema público que ha pasado a considerar el mantenimiento de su propia estructura con la financiación existente cómo un objetivo en sí mismo. ¿Y quién debe cambiarlo?
Debemos señalar claramente a los responsables, que no son los científicos en tanto que científicos, ni tampoco directamente los políticos, sino quienes estamos implicados en la administración de este sistema público, quienes estamos en cargos de gestión en nuestras instituciones y en los ministerios, desde Ciencia hasta Sanidad, desde Hacienda hasta Función Pública.
Como sabéis, pedimos un pacto por la Ciencia, que incluye una subida al 1% del PIB en la inversión pública dedicada a I+D+i, y pedimos flexibilización y agilización en la gestión. Pero, el problema no es solo de la Ciencia, es de todo el sistema de servicios públicos. Y, si no, miremos a problemas tanto o más graves: en justicia, en sanidad… Por eso, la solución que interesa a la sociedad, y que por ello va a contar con el apoyo político, es esta: necesitamos una reforma integral de los servicios públicos, que sea capaz de reorientar su base, sus profesionales, su marco de gestión, sus herramientas jurídicas y tecnológicas.
En resumen, pedimos una revolución necesaria. Y tenemos que dirigir nuestro esfuerzo, no a resolver solo el problema de la Ciencia, porque quizás logremos un parche temporal para nosotros, pero, lo que realmente peligra es el futuro de nuestra sociedad si no logramos que la gestión de lo público evolucione a la misma velocidad que el sector privado en este siglo XXI.
Para ello tenemos una baza: contamos con algunas de las mentes más brillantes y a la vez con más compromiso social de nuestro país. No nos limitemos a quejarnos, reflexionemos, busquemos soluciones, aunque supongan salir de nuestro “nicho de confort”, dialoguemos con los expertos en gestión de estos servicios en lugar de enfrentarnos con ellos.
No es la primera vez que la Ciencia toma este papel. Este es el reto que lanzo hoy a esta Asociación. Y además lo hago de forma totalmente optimista: estoy seguro de que dentro de cinco años miraremos hacia atrás y, quizás podamos decir: bueno, pues mira,¡ resulta que lo conseguimos! Bueno, en realidad no sé si realmente me lo creo. Pero, vale la pena creerlo. Muchas gracias.
Jesús Marco
Vicepresidente de Investigación y Científica y Técnica de CSIC