Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deustoto y miembro de la Real Academia de la Historia
Hay que reconocer que desde Newton -y corrigiendo una tradición científica de insulsas logomaquias- la ciencia ha adquirido un ineludible carácter pragmático y el científico es un ser definitivamente útil.
Pero, el pragmatismo y la utilidad deben impostarse en una perspectiva social, quiero decir, que se conciban como atinentes al bien total de la Sociedad. Y, en esta, no todo, ni lo más importante para el bienestar colectivo, es el dinero o la renta per capita.
Existen bienes intangibles, como la paz social, sin cuyo concurso es impensable toda idea de felicidad y bienandanza de las naciones. Intangible es, también, la cohesión social y ese espíritu público que une a los pueblos con entusiasmos comunes y aspiraciones compartidas. Todo esto es posible cuando el sentido de la identidad y el sentido de la pertenencia está claramente definido e internalizado.
La identidad y la pertenencia son dos pulsiones radicales de la vida animal que aparecieron en el hombre antes de ser hombre, cuando se formó el neocortex cerebral. Es fundamental saber qué somos y quiénes somos los que somos.
Esta es la tarea a la que se ha entregado el español Fernando García de Cortázar con un trabajo, con un entusiasmo y hasta con un riesgo conmovedores: alumbrar qué sentido, qué posibilidad y qué alcance tiene la condición de ser español. Todo esto desde el menester historiográfico.
La Asociación Española de Científicos (AEC) otorga a García de Cortázar su primera distinción en el campo de las Humanidades no porque pensemos que es el historiador más eminente de España, -afortunadamente hay muchos historiadores eminentes y no sería tan hacedero dilucidar quién es el primero, si es que hay un primero-, pero, sí creemos que nadie como él ha planteado el menester historiográfico como una tarea social y políticamente fungible al servicio y bien de su patria.
Pocos hombres de letras o pocos investigadores de Ciencias Humanas demuestran como él que las Humanidades y, en concreto, la Historia, son rentables, profundamente rentables. Hace ocho años, Cortázar publicó el libro Las palabras del Rey que es una selección documental de discursos reales a la que dedicó un prólogo magistral que constituye, a mi modo de ver, el epítome del pensamiento histórico-político de nuestro homenajeado. La realidad de España no parte de una idea de pueblo sublimado por mil leyendas y mitos, sino por unos habitantes concretos y singulares que son, ante todo, ciudadanos. Ciudadanos que ven garantizada su libertad y normada su convivencia por una Constitución.
Pero, son ciudadanos para los que «tres mil años de encuentros y convivencia, quinientos de Estado integrador y doscientos de vertebración liberal-nacional han establecido suficientes lazos familiares y culturales como para que España pueda sentirse orgullosa de su Historia».
Cortázar incardina su pensamiento en el mundo liberal de la Ilustración y de la Razón que es metafísico y se expresa en los grandes principios universales y abstractos, pero, recoge también nuestra tradición como un valor identificativo y cohesionador. Busca el alma de España, pero, no a la manera inglesa, aquí representada por Alcalá Galiano, que entiende como alma la influencia de la clase social dominante, sino como pálpito de un espíritu colectivo que ha de percibirse en nuestros poetas. A tal punto llega la incorporación de textos literarios a sus obras históricas que quizá podríamos hablar de una metodología o de una historiología propia y personal.
A su edad todavía temprana ha publicado ya más de treinta libros sobre España y sobre el País Vasco, ha escrito series de televisión de todos conocidas, dirige la Fundación Grupo Correo, profesa en la Universidad de Deusto y en el máster de Periodismo de El Correo-Universidad. Dirige la revista El Noticiero de las Ideas, y es articulista fijo del diario ABC.
Tan pasmosa actividad tiene una parcial explicación. Fernando duerme solo tres horas. La mezcla de insomne y de casto célibe produce esos efectos. Pero, luego esta su creatividad que procede en buena parte de su libertad, una libertad que podría ser libertinaje, si no fuera por una fuerte condición de esteta que le lleva a obrar el bien o amar a las personas más porque es bello que porque es obligado. Como español que soy, ¡muchas gracias, Fernando Garcia de Cortázar
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Profesora de investigación en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros del CSIC
No sé si es una de tantas manifestaciones del machismo cultural el hecho de que la Historia, y hasta la Historia Sagrada, nos presenta algunas mujeres eximias cuya grandeza se ha ponderado y sintetizado con la expresión «ánimo viril» o «espíritu varonil».
Es el caso de Agustina de Aragón, de Isabel la Católica, de Juana de Arco, o el más remoto y bíblico de Judith, que en cierto modo es el más elocuente para mostrar que este espíritu varonil no tenía nada que ver con la equivocidad de género o de identidad sexual, porque sólo una Judith bella y exquisitamente femenina habría podido encandilar a Holofernes en grado de poder cortarle la cabeza.
Carmen Mijangos es una de estas mujeres fuertes, sólidas, capacitadas para el mando. Es directa, va derecha y de frente a todo, y planta cara con una contundencia tal que, a veces, es preciso recordar su profunda bondad para no quedarte resentido. Tiene un enorme tesón para el trabajo y ha escogido como tema de sus investigaciones los polímeros y los plásticos. Quizá sorprende un poco una tal dedicación. Parece que la mujer aplicada a la Ciencia tenderá más a lo humanístico o a las ciencias de la vida, como la biología o la medicina, porque, al fin y al cabo, la mujer -madre en potencia- es la apoteosis y el paradigma de la vida.
Carmen se ha dedicado a los plásticos. Hubo un tiempo en que los plásticos atraían el interés de la mujer. En 1938, se descubrió el nylon y el plexiglass con los que se hacían las medias de cristal, trabajosamente conseguidas en Andorra por las señoras, y los impermeables de plexiglass, que envolvían la figura femenina con unos brillos rutilantes. Así que hubo polímeros y plásticos que tenían mucho que ver con la condición femenina. Pero, lo que nuestra homenajeada por la Asociación Española de Científicos (AEC) ha aportado al mundo de la ciencia, de la tecnología y de la industria no tiene nada que ver con todo esto: su campo de trabajo, señoras y señores, han sido las nuevas tuberías para toda clase de conducciones y los nuevos cables para ingenios mecánicos, especialmente para los motores de automóviles.
En conclusión: la doctora Mijangos es un paradigma de todas las tareas en que se desglosa la investigación científico-tecnológica y la innovación. Ha hecho todo lo que se puede hacer bajo las siglas de la I+D+i. Si en vez de a la ciencia se hubiera dedicado a la Medicina, Carmen habría sido un hombre-orquesta.
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Catedrático de Álgebra en la Universidad de Cantabria
Hace unos días ha estado en Madrid Bill Gates. Durante unas horas, ha tenido varias entrevistas, ha firmado unos acuerdos y se ha marchado sin que su presencia movilizara multitudes. Y, sin embargo, Bill Gates pone el nombre a toda una época de la Humanidad. Es como si hubiera estado en Madrid Cristóbal Colón o Juan de Guttemberg.
Es curioso observar cómo los grandes personajes de la Historia se hacen grandes sólo con el decurso de la Historia, porque sus contemporáneos no cayeron en la cuenta de que gracias a esos personajes estaban estrenando una época.
La gran Historia espacial todavía no ha comenzado o está en sus primeros balbuceos. Cuando los viajes al espacio estén generalizados e importemos materias primas de otros astros, los nombres de Von Braun, de Yuri Gagarín y de los primeros astronautas americanos sonarán con la misma resonancia que el de Julio César o Carlomagno.
Pues bien, ahí tenéis al doctor Tomás Recio que está tomando parte muy activa en una nueva aventura que va a cambiar el mundo tanto como la revolución de la informática de Bill Gates. Se trata de la supercomputación o potenciación de la informática en amplitud y rapidez que casi ni en sueños podemos concebir. Las magnitudes de conocimiento a las que podremos llegar cuando se obtenga la computación cuántica desbordan todas nuestras previsiones.
Esa superactividad requiere un software que no está hecho todavía. Todavía no está preparado el lenguaje de máquina que permita procesar los problemas matemáticos supercomplejos. Y en eso trabaja el profesor Recio Muñiz, introductor en España del Álgebra computacional y de la Geometría computacional. En otras palabras: está en la brecha de la más gigantesca revolución de conocimiento que espera a la Humanidad.
Recio Muñiz es un investigador de una larga trayectoria, en la que ha pasado por numerosos centros, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el que fue Colaborador Científico, hasta universidades como la Complutense de Madrid o la de Cantabria. Y no sólo es un investigador, sino un promotor de investigación. Es el fundador de los Encuentros de Álgebra Computacional y Aplicaciones (EACA) y de los Encuentros de Geometría Computacional (EGC). Tales encuentros han sido importantes para la consolidación de estas investigaciones en España. También ha organizado multitud de congresos y workshops en otras latitudes, poseyendo un acusado perfil internacional.
Ha dirigido, además, un buen número de tesis doctorales verdaderamente brillantes que han desarrollado estas materias de investigación. Algunos de sus alumnos ocupan ahora puestos importantes en la gestión universitaria, siguiendo el ejemplo del maestro, como persona comprometida con la comunidad educativa y científica española.
Recio Muñiz es, además, un educador vocacional de la matemática que ha investigado la mejora de la educación en esta disciplina. Lleva muchos años dedicado a estas tareas, siempre con un talante que busca el diálogo y el encuentro, en un tema en el que, con frecuencia, la ideología crea barreras difíciles de superar. Por eso, ha sido nombrado presidente del Comité de Educación de la Real Sociedad Matemática Española, cargo en el que está desarrollando una labor ejemplar. También es presidente del Comité de Educación que, dentro del Comité Español de Matemáticas, representa a España en la International Commission of Mathematical Education.
En su faceta de gestor, y rindiendo servicio a su patria chica, es vicerrector de la Universidad de Cantabria y presidente del Consejo Escolar de Cantabria, tareas que asume con su dedicación y maestría habituales. Y, para remachar la faena, es adjunto de la Coordinación de Matemáticas en la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva, donde su enorme conocimiento del Álgebra y la Didáctica de las Matemáticas hacen su figura irremplazable.
¡Enhorabuena, profesor Recio!
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC
Félix Reparaz – Director de Sidenor I+D
Sidenor I+D es la sección de Investigación y Desarrollo de la fábrica de aceros SIDENOR. Es una empresa fundamentalmente vizcaína, con la factoría principal radicada en Basauri.
El viajero que se acerca a Bilbao por ferrocarril observa curioso una impresionante sucesión de tejados de color almagre que cubren las factorías productoras de acero de la empresa Sidenor. Son instalaciones nuevas y de una dimensión gigantesca, datos ambos no concordes con la idea de contracción y amortiguamiento que en estos últimos tiempos parece sugerir acerca de sí misma la gran industria vizcaína.
¿Cuál es la explicación de este contraste? Es esta una pregunta razonable y bien fundada, cuya respuesta es precisamente la Placa de Honor de la Asociación Española de Científicos (AEC) que entregamos a Sidenor I+D. En efecto, la industria del acero vizcaína sufrió una grave depresión en las décadas del 70 y del 80. Las acerías S.A. Echevarría, Forjas Alavesas, Aceros de Llodio, Olarra, Orbegozo, Aceros Irura y Fundiciones Echevarría se encontraban en alarmante falta de competitividad. El panorama se ofrecía triste y sin esperanza.
Frente a este cuadro empresarial caracterizado por la falta de competitividad, estas empresas reaccionaron creando, en 1985, una agrupación dedicada a la investigación y desarrollo de los aceros especiales dentro de un proceso de reconversión del sector del acero especial. Era la entidad científico-técnica Sidenor I+D.
Estas actividades de investigación se instalaron al principio en un céntrico piso de Bilbao. Desde el principio, y hasta el presente, ha estado al frente de esta iniciativa el doctor ingeniero industrial, Félix Reparaz, natural de Vitoria, y a él se deben las ideas de doble proyección que han presidido las actividades de Sidenor I+D. Hablamos de una doble proyección, porque Sidenor I+D está a la escucha de los requerimientos que le llegan desde las plantas de producción para perfeccionar sus productos, mejorar sus procesos, y solucionar sus problemas. Pero, tiene también –como corresponde a un ámbito de creatividad científica– una cierta independencia para pensar, vale decir, para enfrentarse directamente al mercado, individuar un posible producto e intentar su diseño.
En 1985, cuando comenzó Sidenor I+D, eran 13 investigadores y un gestor. En la actualidad, son una plantilla de 45 investigadores. El resultado ha sido la existencia de la actual empresa Sidenor que produce y vende anualmente 700.000 toneladas de aceros especiales, una parte de los cuales salen ya transformados en productos de automoción por otras factorías de la empresa.
¿Podríamos calificar de espectaculares estos resultados sin incurrir en una cierta ampulosidad retórica? Quizá no. Pero, dejando de lado los calificativos, hay una consideración sustancial y tangible que está por encima de cualquier calificativo: la acerería vizcaína estaba en un estado casi ruinoso y camino de su extinción y se ha salvado por un proceso de reconversión y de reinversión en el que Sidenor I+D ha desempeñado un papel capital.
Desde la perspectiva científica e investigadora, o, mejor dicho, desde la perspectiva de quienes nos dedicamos a dar la cara por la Ciencia y la Tecnología de nuestro país, el caso de Sidenor I+D suscita un especial reconocimiento y simpatía. Y vamos a explicar por qué. Sidenor I+D no ha hecho un descubrimiento trascendental de los de premio Nobel, ni ha aportado una patente de las que hacen época en el sistema productivo. Esto parece una observación banal, quizá estúpida o estúpidamente pretenciosa. Y, sin embargo, alude a una realidad gravemente dañosa en la marcha de nuestro país: la utilización de nuestros escasos brillos científicos como pretexto para justificar la escasez con que se financia nuestro sistema Ciencia-Tecnología, tanto por parte del Estado como por parte del empresariado.
Hasta hace poco pensábamos que la escasa atención a la I+D de los responsables públicos y de los empresarios españoles obedecía a su falta de cultura científica y a un desconocimiento real de lo que la Ciencia significaba en el mundo moderno. Algunos nos hemos desgañitado en la proclamación de la importancia de la Ciencia. Craso error nuestro. Los políticos, los economistas del Estado, la Banca y el empresariado saben perfectamente la importancia que tiene la Ciencia. Ciegos y tontos tendrían que ser para ignorarlo. Pero, el problema, el verdadero problema, es que los políticos, los economistas del Estado, la Banca y los empresarios sienten un desprecio casi absoluto por los científicos españoles.
En esto son víctimas de una errónea conciencia nacional cuyos orígenes nos llevarían hasta más arriba de la Ilustración y de la Enciclopedia, cuando Masson de Morvilliers se preguntaba en sus páginas: «¿Qué se debe a España? ¿Qué ha hecho por Europa?». Y se refería a la Ciencia. Casi dos siglos después fue Unamuno, con su nefasto casticismo, quien puso en circulación el «que inventen ellos», fórmula que acabaría de consagrar el radical pesimismo de los españoles respecto a la posibilidad de una España científica.
Parecerá mentira, pero todavía hoy en día los responsables públicos y privados de la financiación científica, aun admitiendo que es escaso el dinero que dedican a la investigación, piensan –a pesar de todo– que todavía es un dispendio excesivo para los resultados que proporcionan nuestros científicos y para los retornos de Ciencia y Tecnología que produce la financiación de la +D. Su balance tiene una medida simplona y equivocada: «¿Cuántos premios Nobel tenemos en España? ¿Cuántas patentes importantes, de las que transforman un sistema productivo?». Evidentemente, se trata de un reproche no infundado que harto lamentan quienes se interesan por la ciencia patria, pero, es gravemente injusto pensar que con tal consideración está sustanciada y sancionada la cuestión en su conjunto.
Y a esto venía el interés y simpatía que nos despierta una empresa como Sidenor I+D. Se trata de una entidad investigadora que no ha hecho aportaciones espectaculares, dignas de un premio Nobel. Lo único que ha hecho Sidenor I+D es contribuir sustancialmente a la salvación de un sector productivo del que dependía una aportación de renta y trabajo importante para una región y aun para toda España. O sea, casi nada.
¿Y cuál es el tipo de actividades científicas y tecnológicas que ha llevado a Sidenor I+D a desempeñar tan importante papel? Antes del ingreso de España en Europa, en 1986, Sidenor I+D tenía ya en marcha un proyecto de investigación que fue inmediatamente apoyado por la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. A partir de entonces, cada año Sidenor I+D ha obtenido financiación del programa CECA para sus labores de investigación.
Desde hace dos años, y terminado ya el programa CECA, está a punto de afectarse al programa European Coal and Steel Commetee. Toda esta transferencia de fondos requiere un diálogo especializado en el que sólo un científico bien formado puede realizar tareas de interlocución.
Este diálogo especializado o interlocución cualificada tuvo importancia capital en el arranque de Sidenor, porque en muy poco tiempo los científicos de Sidenor I+D fueron puestos al cabo de la calle de toda la documentación avanzada que había acumulado la tecnología acerística de la Unión Europea. Gracias a ello se atrevieron, por ejemplo, a practicar la colada continua a un calor, de alto riesgo y muy novedosa en la fabricación de acero especial.
Tras esta rápida instalación en los niveles avanzados de investigación, Sidenor I+D empezó a plantearse el cuadro de variables que intervienen en el alumbramiento de un nuevo acero especial por su dureza, o por su ductilidad o por su mecanizabilidad. Temperaturas, velocidades, tiempos, coeficientes de transmisión de calor, interfases, lubricantes a 1.600 ºC, la influencia de las distintas composiciones químicas en los procesos de solidificación de los aceros, elementos disueltos o no, elementos microestructurales, formación de microprecipitados, etc. Todo esto constituye un cuadro de variables o una ars combinatoria a cuya resolución debe aplicarse una acerería que aspire a ser competitiva en el panorama mundial.
A veces estas variables presentan problemas de difícil entendimiento y es la hora de profundizar en ciencia básica o en las raíces del conocimiento y de apelar a las Universidades para aclarar aspectos que pertenecen al fundamental comportamiento de la materia. En los proyectos europeos de Sidenor I+D, el diálogo universitario tiene lugar con numerosas universidades europeas. De nuevo es apremiante el diálogo especializado y la capacidad de mutua interlocución que sólo puede darse mediante una «identidad de raza» que viene garantizada por el hecho de que la casi totalidad de los científicos de Sidenor I+D tienen el grado de doctor.
Todo este cuadro de tareas constituye un terreno propio de científicos. Y estos científicos son elemento determinante de la competitividad de Sidenor. Sin premios Nobel y sin patentes espectaculares, ellos consiguen que una gran industria con proyección internacional afronte segura el futuro. Una lección de seriedad y realismo que debe desarmar a tantos políticos y pseudoempresarios víctimas de una tradición en la que toda frivolidad tiene su asiento.
Jesús Martín Tejedor
Presidente de la AEC